Leñero, el ingeniero que sabía contar historias
VOCACIÓN. Fiel a su oficio, el autor escribió hasta sus últimos días su columna para la Revista de la Universidad, que publicó sus textos desde 2007. (Foto: CARLOS RIVAHERRERA )
ana.pinon@eluniversal.com.mx
Vicente Leñero fumó casi toda su vida. Un miembro de la familia cuenta que el escritor adquirió el hábito “hace 79 años”; en junio cumplió 81 años de vida. Muchos de los retratos que dan cuenta sobre su trayectoria periodística y literaria dan testimonio de dos cosas: era sonriente y fumador.
Con el inicio del otoño recibió la noticia de su padecimiento, cáncer terminal pulmonar. El periodista decidió comunicar la noticia a las personas más allegadas y queridas.
En los últimos meses recibió en su domicilio, en la colonia San Pedro de los Pinos, a su familia y a sus amigos para conversar, para despedirse.
La noticia sobre la gravedad de su padecimiento se fue extendiendo entre la comunidad literaria y periodística.
Quienes llegaron a visitarlo relatan que se le veía tranquilo, la preocupación, cuentan, era más evidente en sus amigos que tanto le quisieron.
Leñero fue poniendo en orden sus cosas, procuró hacer una vida normal, pero salía cada vez menos y siguió escribiendo su columna “Lo que sea de cada quien”, que se publicaba en la Revista de la Universidad desde 2007.
En el texto publicado en el número de octubre da un guiño a su condición al sostener que el libro Decir adiós, decirse adiós, de Arnoldo Kraus, parecía aludirlo como “una violenta cachetada”. La despedida que había decidido dar a sus allegados la extendió a las letras en las siguientes entregas.
El último artículo, envidado a finales de octubre, lo dedicó a una anécdota sobre su vida periodística: la historia del día que pidió perdón a una figura pública por haber escrito un texto fuera de proporción.
A propósito de la muerte del crítico Emmanuel Carballo, Leñero escribió que por años le tuvo resintimiento porque fue él quien impidió que su libro Los albañiles apareciera en el Fondo de Cultura Económica, la editorial que encumbraba a los autores.
En la última entrevista que concedió a este diario dijo que tenía más vida que imaginación, por eso sus últimos dos libros, Gente así y Más gente así, eran prácticamente autobiográficos.
“Son mis recuerdos, no tengo otros, no tengo más vida que ésta. Tengo más vida que imaginación. Otra deformación periodística es que no sé imaginar historias”, dijo.
Entre esos últimos recuerdos que compartió con sus lectores está un amor de juventud. Una novia cubana que “no era hermosa pero sí muy alegre” que conoció en los años 50 y que volvió a ver en 1973. Canalla, le dijo la chica por el abandono de tantos años.
Durante las últimas semanas su salud mermó considerablemente. Entre amigos y colegas se informaban acerca de que el adiós era inminente.
El martes, Leñero despertó de buen humor, estuvo tranquilo, hizo bromas a su familia; fue un día alegre y generoso, comentó a EL UNIVERSAL su hija Mariana. Ayer, a las 9 de la mañana, murió en su casa.
Su cuerpo fue incinerado hacia las 2 de la tarde y las cenizas permanecieron en su hogar durante el día. Su familia, esposa, cuatro hijas y sus nietas lucían tranquilas. “Mi papá se fue en paz”, dijo una de ellas.
La noticia corrió como pólvora, su nombre encabezó lo más leído de las redes sociales durante todo el día. Amigos, colegas, lectores y alumnos dedicaron algunas palabras para así honrar su memoria.
El presidente Enrique Peña Nieto por la tarde escribió dos mensajes en su cuenta de Twitter: “Lamento el fallecimiento de Vicente Leñero, destacado escritor, periodista y dramaturgo mexicano”, “se le recordará por su coherencia intelectual y los valores excepcionales de su obra”.
Hoy, Vicente Leñero recibirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes a las 12 del día. Las cenizas del escritor permanecerán indefinidamente en su casa, al sur de la ciudad.
jram