aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Protagonista de las letras mexicanas

Alida Piñón| El Universal
Jueves 04 de diciembre de 2014
Protagonista de las letras mexicanas

AUTOR. Aunque su padre le inculcó la lectura, Leñero decía que no deseaba ser escritor, sólo quería "escribir cuentos". (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

A su faceta literaria, sumó su trabajo como periodista, dramaturgo, guionista y editor. Este es el recuento de su vida y obra

ana.pinon@eluniversal.com.mx

El escritor Vicente Leñero solía decir que tenía más vida que imaginación. Aseguraba también que no le gustaba celebrar su lugar en la historia de México, es más, no creía que tuviera uno en la vida nacional y cultural del país, por eso era renuente a entrevistas; tampoco disfrutaba de la vida pública ni pertenecía a ningún grupo. Sin embargo, con su obra periodística y literaria se convirtió en uno de los más importantes narradores mexicanos de la segunda mitad del siglo XX.

“Los compañeros de mi generación eran los que se decía que estaban en las mafias, yo viví siempre aparte. Mi único real amigo literario de mi generación fue José Emilio Pachecho”, dijo a EL UNIVERSAL en marzo de 2013.

Nació en Guadalajara el 9 de junio de 1933 y, en 1961, después de terminar sus estudios de Ingeniería, se dio a conocer como escritor con el libro La voz adolorida, convirtiéndose en protagonista de las letras mexicanas. A esta faceta literaria se suma su labor como editor, periodista, dramaturgo y guionista.

Su acercamiento a la literatura fue a temprana edad, gracias a que su padre era un gran lector. Julio Verne, Salgari y Mark Twain fueron algunos de los autores que leyó en su niñez. Con todo y su gran formación lectora, no deseaba ser escritor, sólo, decía, “escribir cuentos”; además se describía como un “lector desordenado”.

Además de Ingeniería, comenzó a estudiar Periodismo en la Escuela Carlos Septién porque pensaba que le sería útil para aprender a escribir. En una entrevista concedida a Letras Libres, dijo sobre la escritura: “No soy un escritor, aunque he escrito muchas cosas, la mitad debí no haberlas escrito”.

El inicio

Un día Leñero escribió dos cuentos que inscribió en un premio universitario, era 1958 y el jurado lo conformaban Juan Rulfo, Juan José Arreola, Guadalupe Dueñas y Henrique González Casanova. Ganó los dos primeros lugares.

Su vida literaria nació con esos premios y con las tertulias en el Café Palermo, al que asistían escritores como Rulfo y Efraín Huerta. Poco después acudió al taller de Juan José Arreola, al que también iban José Emilio Pacheco, José de la Colina y Eduardo Lizalde, entre otros. En 1961, Leñero publicó su primera novela, La voz adolorida, que nunca fue de su completo agrado.

Tras esta aventura, se inscribió en el Centro Mexicano de Escritores y con la beca escribió Los albañiles, que le valió el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Esta obra que lo catapultó nació con el impulso y guía de Ramón Xirau, y a partir de las experiencias en su servicio social en ingeniería sanitaria.

Aún con este éxito, Leñero narraba que en el mundo cultural mexicano de la época, entonces liderado por el periodista Fernando Benítez, no era bienvenido, entre otras cosas porque no acudía a las reuniones sociales que organizaban escritores como Carlos Fuentes.

Sin embargo, ya con la iniciación literaria, Leñero vivía obsesionado con la idea de ser traducido y con el temor de no ser, en realidad, la clase de escritor que había soñado de sí mismo. Luego de Los albañiles publicó Estudio Q, una obra en la que no creía ni su propio editor ni, después se enteró, muchos editores de diversos países. Esa realidad implacable se la reveló una joven: Carmen Balcells, quien se convertiría en una influyente agente literaria. Leñero, enfadado, la despidió y se atrevió a acusarla públicamente de sólo dedicarse a sus consentidos: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

Cuarenta años después, ese “doloroso” capítulo, lo narró en el libro Más gente así (Alfaguara, 2013), conformado por 15 relatos, y que es la segunda parte de Gente así, publicado hace cinco años por la misma casa editorial.

Con Más gente así, involuntariamente celebró su propia vida como periodista, guionista, maestro, hijo, esposo, escritor, quizá no el que soñó, pero sí el que pudo, dijo, ser leído en México. Sobre esa experiencia contó a EL UNIVERSAL que los escritores de su generación tenían la esperanza de consagrarse vía la traducción. “Después de un tiempo me convencí de que la traducción no lo era todo. Los albañiles no se ha vendido en otros idiomas pero en México sí, ¿qué más necesito? Reconciliarme con mi país y escribir para los mexicanos, por eso mis últimos relatos son tan locales, porque hablo de gente que sólo se conoce aquí y no pienso que los vayan a leer en otra parte, si se leen aquí estaré muy satisfecho”.

Después de Estudio Q escribió El garabato, en 1967. Al año siguiente publicó su primera obra de teatro, Pueblo rechazado, con la que según críticos como Christopher Domínguez, los temas asociados a la “renovación católica” se fueron adueñando de su obra.

Sobre la religión contó en una entrevista: “Soy una persona religiosa que vive en un mundo en el que nadie cree, la fe ya no es tema de conversación y si se habla de religión es para hablar de los pederastas, del nuevo Papa, pero no de lo que transforma al hombre, lo que hace respetar al otro”.

La consolidación

Los periodistas (1978), El evangelio de Lucas Gavilán (1979), La gota de agua (1984), Asesinato (1985) y La vida que se va (1999) son otras obras que lo convirtieron en protagonista de la narrativa mexicana.

El escritor y poeta José María Espinasa describió así su literatura: “Es a veces un novelista realista con tintes políticos, y rinde por ello homenaje a modelos como Martín Luis Guzmán, Rulfo o Revueltas, o incluso a compañeros de generación como Ibargüengoitia. A la vez es un gran lector de Arreola, de la literatura fantástica, de la policiaca y de la experimental”.

En el periodismo, fue colaborador de El Heraldo de México y Excélsior; formó parte de las revistas Claudia y Revista de Revistas; fue subdirector de Proceso de 1977 a 1998. Fue guionista de películas como Los de abajo, El callejón de los milagros, La ley de Herodes, El crimen del padre Amaro y El atentado.

Recibió reconocimientos a su obra como la beca del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid en 1956 y las del Centro Mexicano de Escritores y la Fundación Guggenheim; el premio Xavier Villaurrutia por su antología La inocencia de este mundo en 2001 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México, en el área de Lingüística y Literatura, en 2001; en 2010 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua.



Ver más @Univ_Cultura
comentarios
0