Sin fronteras entre el periodismo y la narrativa
MILTIFACÉTICO. El periodista posa en la biblioteca de su casa con su máquina de escribir, en 2013. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
En su Autobiografía precoz, ideada a los 33 años, Vicente Leñero escribió: “Deben ser las cinco o las cinco y media. Hoy también es sábado. Estoy frente a la máquina de escribir, los codos apoyados en la mesa y el cigarrillo en la boca, sujeto aún entre los dedos, aspirando el humo, cerrando y abriendo los ojos en el momento de colocar el cigarrillo sobre el saliente del cenicero para continuar tecleando. Escribo: estoy tratando de escribir”.
Con esa vocación escribió Vicente Leñero tanto ficción como periodismo, y con esa entrega dirigió varios proyectos periodísticos y fue maestro de muchos periodistas a través de revistas como Claudia, Revista de Revistas o la sección cultural a la que se entregó con ahínco en Proceso.
Con esa vocación formuló la infinidad de sus textos periodísticos, crónicas, entrevistas y reportajes; y así delineó su Manual de periodismo, un curso por correspondencia, ideado con Carlos Marín para la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, donde estudió y luego dio clases.
De Vicente Leñero periodista, muchos han dicho que se trata de una pluma fundamental en la historia de las letras mexicanas, una pluma rara, alguien que ha derribado las fronteras entre periodismo y narrativa, cosa que en México no se acostumbra mucho. Para otros, como Armando Ponce, Leñero es un hombre que “consigue lo que ningún otro narrador mexicano contemporáneo. Leñero hace la amalgama suprema entre periodismo y literatura: tiene con el lenguaje de la realidad un pacto secreto”.
Él, Leñero, reflexionó sobre el periodismo y el verdadero periodista que, según él, “es el que informa, no el que piensa y reflexiona sobre la realidad... Para mí el verdadero periodista es el que busca información, el que entrevista gente”.
Pero durante una entrevista a María Félix, 'La Doña', Vicente Leñero reflexionó y externó lo siguiente sobre los periodistas: “No, en realidad yo no soy un periodista”.
El master
El escritor Fabrizio Mejía, quien los últimos meses trabajó de cerca con Leñero el guión cinematográfico de Disparos en la oscuridad, asegura que como periodista, Leñero fue un gran maestro sin tenerlo de maestro, sino sólo en el ejercicio cotidiano en diarios y revistas. “Si lo dice Leñero adquiere una importancia mucho más fuerte. Él estuvo toda la vida al lado de Julio Scherer”, afirma.
Mejía Madrid celebra que el mejor libro sobre periodistas sea Los periodistas, donde está no sólo el golpe a Excélsior, sino también cómo se llevan los periodistas como gremio.
Para él, los textos de Leñero en Proceso y hasta sus últimos días en la Revista de la Universidad donde se daba a la tarea de contar anécdotas fuertes, son una lección de periodismo.
Tomás Hidalgo Nava, periodista quien se licenció con la tesis “El modo en la novela-reportaje. El caso de ‘Asesinato. El doble crimen de los Flores Muñoz’ de Vicente Leñero”, dice que la mayor enseñanza de Leñero es que el buen periodista debe ser capaz de hacer también literatura. “Leñero ha enseñado a muchas generaciones a no quedarse en el periodismo de declaraciones y a profundizar en aquellas variantes y ángulos que, quienes están en posiciones de poder, normalmente quieren ocultar o minimizar”.
El periodista no tiene duda de que la mayor enseñanza de Leñero como periodista y maestro tiene que ver con su propio ejemplo como polígrafo, pues logró traer una enorme riqueza al periodismo mexicano debido a que ha abierto vasos comunicantes entre su trabajo periodístico y su labor como dramaturgo y narrador.
“Como formador de periodistas ha sabido enseñar a diversas generaciones cómo se le puede sacar gran jugo a personajes y situaciones cotidianas para hacer de una entrevista o reportaje una verdadera pieza literaria. Como jefe de redacción y director de Claudia, a mediados de los 60, enseñó a jóvenes autores, como José Agustín o Gustavo Sáinz, que un periodista puede ser excelente sin importar el medio en el que publique. Así, una revista femenina de lujo se convirtió en plataforma de periodistas que supieron seguir el ejemplo de Leñero al utilizar los recursos literarios en textos que estaban dirigidos a un público que no solía tener contacto con la literatura pero que supo apreciarlos”, señala.
Nuevos elementos en la profesión
Leñero escribió además de Los periodistas la novela-reportaje sobre el golpe a Excélsior y el Manual de periodismo con Marín; sus reportajes y crónicas se reunieron en libros, como Talacha periodística, Cajón de sastre y Periodismo de emergencia, editado en 2007 por Debate que acabó en la trituradora y que en 2013 reeditó Conaculta.
En el prólogo de ese libro, Armando Ponce escribe: “Por su versatilidad, amenidad y frescura, sus materiales circulaban entre las primeras generaciones de comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas; eran fuente viva de enseñanza, un verdadero manual de periodismo, algo que los estudiantes, dirigidos más a la teoría, no aprendían en las aulas”.
El propio Vicente Leñero en una entrevista realizada por el periodista Oscar Maurilio Soto Sánchez para su tesis “No, en realidad yo no soy un periodista: Vicente Leñero: crónica biográfica”, señalaba: “Diría que sí porque fue muy importante en mi vida el periodismo. Era una persona muy introvertida, entonces este oficio me hacía conocer gente, ver la realidad más de cerca. Mucho de lo que he escrito tiene que ver con trabajos periodísticos”.
Tomás Hidalgo Nava asegura que Leñero ayudó a muchos periodistas y a muchos lectores a no tenerle miedo al uso de recursos literarios en los géneros periodísticos.
“Supo integrar al periodismo mexicano los elementos del llamado nuevo periodismo, cultivado en Estados Unidos por Truman Capote, Norman Mailer y Tom Wolfe. Un periodismo vivo, que no tenía miedo de romper las convenciones ni de desafiar a los lectores, a quienes ya no se les vio como receptores pasivos de la noticia sino como protagonistas de los hechos”.
Soto, en 2008, le preguntó si había tenido vocación periodística y Leñero le dijo: “Sí, yo creo que sí había vocación periodística. Era finalmente una forma de escribir. Eso es lo que me interesaba, más que ser periodista”.