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El gran escritor outsider de la literatura

Alida piñón| El Universal
Jueves 04 de diciembre de 2014
El gran escritor <i>outsider</i> de la literatura

DISTANCIA. Entrega del cheque del premio Seix Barral en 1963. Atrás, Carlos Fuentes. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

La marginación de la comunidad literaria fue una situación que vivió y sobre la que escribió en muchas ocasiones

ana.pinon@eluniversal.com.mx

Vicente Leñero dijo alguna vez que nunca entendió por qué la comunidad literaria lo marginó, sólo atinó a dar una explicación: “No acudía a las fiestas que hacía Carlos Fuentes”.

La marginalidad fue uno de los temas a los que dedicó algunos de los textos que escribió en sus últimos años, particularmente en “Las uvas estaban verdes” del libro Más gente así y en la Revista de la Universidad, así como en las pocas entrevistas que solía conceder.

Era un hombre de pocas palabras, hablar sobre sí mismo con otros, los aspirantes a ser sus colegas, lo consideraba una “monserga” y se disculpaba por eso. Él mismo reconocía que podía ser un hombre iracundo, poco dado a los encuentros sociales, un crítico mordaz en las reuniones que se hacían en el Centro Mexicano de Escritores; en suma, un autor que no supo o no quiso comprender y aceptar los códigos de una comunidad.

Por su formación, primero como ingeniero y por las rencillas que tuvo con diversas personalidades y porque él mismo lo propició, se le consideró como un escritor independiente, el outsider de la literatura.

En el texto “La agria muerte de Emmanuel Carballo” abundó acerca de cómo el crítico literario no recomendó su libro Los albañiles, para su publicación en el Fondo de Cultura Económica y de cómo solía decir que no lo consideraba un buen escritor.

En ese mismo texto puso punto final al tema que, confesó, lo atormentó por varios años. “No lo necesitaba en realidad (la aprobación de Carballo). Había sobrevivido a los terremotos culturales y vivía en paz con lo conseguido en mi profesión”, escribió.

Sin embargo, a lo largo de los años, Leñero se definió, ante todo, como un periodista. Incluso llegó a decir que no era escritor y sus amistades literarias eran muy pocas.

En alguna entrevista contó que se llevaba bien con Salvador Elizondo, hasta que éste se molestó con él porque cuando escribía Farabeuf, Leñero escribía Estudio Q y le dijo: “Tú que odias el nouveau roman estás escribiendo uno.” “Nunca me lo perdonó. Hay algo de Robbe-Grillet en su novela, pero, en fin, fui injusto”, dijo.

En torno del Centro Mexicano de Escritores tenía otras anécdotas, por ejemplo, sobre cómo a Juan García Ponce le corregía sus textos, le hacía notar cuándo faltaba una puntuación, algo que irritaba al escritor.

En esos años García Ponce sugirió a todos los becarios que renunciaran al Centro en solidaridad por la despedida de Ramón Xirau, era 1961. Leñero se negó a renunciar.

“Así se iniciaron las disputas con el llamado grupo de 'La Mafia': yo hablaba mal de ellos y ellos de mí, no públicamente sino en el chismerío del mundillo cultural. Era un grupo muy pesado y uno ambicionaba pertenecer a él, era de algún modo la consagración. A mí no me gustaba ese mundo literario increíblemente efervescente. Por eso me sentía bien con Díez-Canedo, que era un editor que no pertenecía a nada”, dijo Leñero en una entrevista.

Aun con Díez-Canedo mantuvo una discusión por Estudio Q, su segunda novela que hicieron “picadillo”. Leñero era un escritor así.



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