El bordado de regreso en la indumentaria
El bordado cobra, de nueva cuenta, importancia en la indumentaria. (Foto: Archivo )
El bordado a mano se renueva. Estos diseños, que anteriormente solo decoraban el vestuario de mujeres kichwas, ahora adornan vestidos, blusas, camisas, abrigos y demás prendas del estilo casual. Si bien el estilo de hilvanar de las artesanas indígenas de las parroquias La Esperanza y Angochagua, que habitan en el sur de Ibarra, no ha cambiado, hay colores y nuevas aplicaciones que le dan un toque moderno a esta artesanía.
Desde hace dos años se creó el Centro de Negocios y Servicios Artesanales Sarumaky Yachay (Conocimiento Ancestral a Mano, en kichwa) . La idea es ofrecer un mercado a 70 bordadoras y 10 talabarteros y talladores. Uno de los objetivos es fusionar esta manufactura con nuevos productos, explica Mauricio Benítez, técnico de Sarumaky. En el último año -dice- han creado seis nuevos diseños de ropa. Las blusas, chaquetas, pantalones, con finos apliques bordados, fueron puestos a consideración del público a través de dos desfiles de modas, que se realizaron en la vecina ciudad de Atuntaqui.
El Centro de Fomento Productivo (CFP) , que opera desde hace dos años en el cantón Antonio Ante, también ha sido un puntal para descubrir nuevas formas. Según José Posso, gerente de CFP, las mujeres campesinas fueron capacitadas por las modistas Yesenia Albuja y Daniela Larrea, en diseño y patronaje de prendas. Los últimos modelos fueron presentados en el marco de la Expoferia Atuntaqui 2015, en febrero. Aunque las prendas de Sarumaky se bordan en La Esperanza y Zuleta, en los hogares de las socias que son amas de casa, los trabajos finales se exponen en una tienda. Se trata del almacén de exhibición y venta que está en el parque central de La Esperanza.
La organización cuenta con áreas de confección, corte y planchado. La primera está equipada con máquinas de overlock, bordado eléctrico, recubridoras y sublimadoras. Ahí se selecciona y corta la tela según las medidas del modelo; y se realiza el diseño artístico. Además, el establecimiento apoya con materia prima y capacitación a las artesanas de las dos parroquias rurales. Los hilos que son traídos desde Brasil.
Con una aguja en su mano, Blanca Sandoval, una de las bordadoras, puntada tras puntada da forma a una flor en una camisa blanca. Previamente, sobre la tela de algodón, también delineó con un lápiz flores, que las cubrirá con hilos de tonalidades verde, café, amarillo, rojo, entre otras. La mujer asegura que con estos ingresos contribuye a la economía de su hogar. En Sarumaky, las prendas más apetecidas por los clientes son: vestidos, camisas, manteles, correas, billeteras y cucharas. Incluso, ha despertado interés en clientes del exterior. A Italia, por ejemplo, se enviaron 2 000 manteles individuales y unas 500 toallas. Benítez explica que por esta venta recibieron USD 14 000. En estos dos años las ventas bordean los USD 50 000.Todos los modelos de ropa y artesanías en cuero y madera fueron incluidos en un catálogo. La revista Sarumaky, que tiene 23 páginas en promedio, contiene fotografías a color de modelos indígenas y las especificaciones técnicas de las prendas, como material y tallas de cada uno de los productos.
Rosa Tabango, otra de las socias, es la encargada de inspeccionar que todas las prendas que tienen el sello de Sarumaky, entregadas por sus compañeras, no tengan fallas. También, realiza el lavado y planchado de las prendas antes de etiquetarles y empacarles.
Desde este mes, el Centro de Negocios y Servicios Artesanales se integró a la Junta Parroquial de La Esperanza. El objetivo es sumar a más productoras de estas dos parcialidades indígenas. Se calcula que hay 300 artesanas. El reto es cubrir la creciente acogida de estos productos. Incluso, esta firma recibió dos reconocimientos por la calidad y excelencia de sus artículos. El primero fue otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en el 2013 y, el otro por el Ministerio de Industrias y Productividad, el año pasado. Pero no ha sido la única iniciativa dedicada a revitalizar el bordado.