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Con la música por dentro

Berenice González Durad | El Universal
12:58Jueves 23 de abril de 2015

Obras de arte. Creaciones que atesoran historias.. (Foto: Archivo )

Las cajas de música siguen resguardando los secretos de su arte a pesar del tiempo.

La historia de los instrumentos mecánicos que pueden ejecutar música programada a través de un soporte determinado, como un cilindro de púas o un disco perforado, inicia desde el siglo XVIII. Pero además de instrumentos icónicos en esta área, como los órganos de manivela o las pianolas, este sistema precursor de las tecnologías actuales de programación, también cuenta su historia a través de las llamadas cajas de música.

 Su nombre guarda en sí mismo una metáfora sobre este arte. Existen diversas aportaciones históricas que, finalmente, dieron vida a este artefacto que promete cuidar lo intangible como el mejor de los secretos. No obstante, se considera al relojero suizo Antoine Favre-Salomon como su precursor oficial en 1796. Su idea era enriquecer un reloj a través de un mecanismo musical que pudiera ser colocado en su interior. Es así que logra miniaturizar un sistema mecánico a base de láminas de acero fijas en una extremidad y levantadas en la otra por los pernos de un cilindro (o disco) giratorio, que cabían a la perfección en el interior de un reloj de bolsillo. Algunas de las pocas piezas que se conservan de Favre-Salomon se encuentran resguardadas en la mítica Shangai Gallery of Antique Music Boxes and Automata, ubicada dentro del Pa - dong´s Oriental Art Center. Son las perforaciones o asperezas del soporte móvil las encargadas de codificar una partitura que puede reproducir, incluso, la complejidad musical de muchas notas, a pesar que la caja que lo contenga posea dimensiones limitadas. Esta idea trascendió rápidamente para ser replicada en cajas de costura, joyas, juguetes y alhajeros. A principios del siglo XIX, las cajas de música gozaban de tal popularidad que empezaron a alimentar una incipiente industria. La primera fá- brica de este tipo de instrumentos fue abierta en Suiza por Jérémie Recordon y Samuel Junod en 1815. Otros fabricantes en Alemania y Francia también fueron enriqueciendo los productos con diferentes patentes que buscaban mejorar los mecanismos. En 1862, por ejemplo, se patentó el cambio de rodillos, que daba la oportunidad de mudar las melodías emitidas por este tipo de instrumentos, lo que implicó un gran avance. Ante una mayor producción, los costos fueron bajando y las innovaciones tenían por objetivo acentuar el ritmo de las melodías con elementos que proyectaran mayor sonoridad, así como autómatas con diseños más depurados que bailaban y giraban según los acordes musicales. El apogeo continúo hasta la llegada del siglo XX, pues la comercialización del fonógrafo, uno de los grandes inventos de Thomas Alva Edison, hipnotizó a todos los involucrados en la industria y focalizó energías. Así, durante la Primera Guerra Mundial, las cajas de música perdieron su apogeo, pero después de la Segunda Guerra Mundial volvieron a ofrecerse al mundo con un ánimo renovado. Los soldados estadounidenses las transportaban desde Suiza como un artículo mediante el que recuperaban el carácter hedonista de un instrumento que, además, se insertaba perfectamente en la necesidad lúdica de la posguerra. Poco a poco, su carácter artesanal se fue perdiendo y algunos prototipos se convirtieron incluso en productos masivos de muy bajo costo, como el clásico alhajero con una pequeña bailarina de tutú rosa que baila de manera reiterativa y sin descanso Für Elise, de Beethoven. Incluso, actualmente hay empresas que prometen diseñar una caja musical personalizada mediante una impresora 3D. Pero más allá de los devenires de la industria pop, hay unas pocas empresas suizas que se han mantenido fieles a la tradición de las cajas de mú- sica, las cuales hoy están posicionadas como verdaderos artículos de lujo que llevan la música por dentro. 



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