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Sólo los vampiros sobreviven

BERNARDO HERNÁNDEZ| El Universal
16:01Viernes 24 de abril de 2015

. (Foto: Especial )

Sabiduría, rock y finura imperecedera construyen el genoma estilístico de las criaturas nocturnas más deleitables que la cinematografía nos ha obsequiado en muchos años. Danzando al filo de sus culteranos colmillos, los aspirantes a iconos de la moda tienen varias lecciones que aprender.

Dios bendiga a Jim Jarmusch por dotar de refinamiento y elegancia absolutos a la figura del vampiro, justo cuando todo parecía perdido. Sí, me refiero a esa basura de Twilight (Robert Pattinson es una vergüenza para los descendientes de Vlad Tepes, y su maquillaje tipo kabuki no lo hubiera llevado ni un travesti místico en los años 80), además de esa inmundicia televisiva que responde a títulos como The Vampire Diaries, The Originals, True Blood, etcétera, etcétera.

Only Lovers Left Alive (Reino Unido, 2013), el más reciente largometraje del cineasta estadounidense, es una hipnótica obra que recupera el clásico subgénero de vampiros para desarrollar dos horas de reflexiones filosóficas nada pomposas, teñidas de un humor ligero y envueltas por un halo de romanticismo que, poco a poco, va seduciéndonos mediante la historia de Adam (Tom Hiddleston), un músico underground quien se reúne con su enigmática amante Eve (Tilda Swinton) para lamentarse por el despreciable rumbo que ha tomado la humanidad. La llegada de la voraz hermana de ella, Ava (Mia Wasikowska), pone en riesgo una historia de amor que ha prevalecido durante siglos.

Ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cine Fantástico de Stiges, la película de Jarmusch es un brillante ejercicio que perfuma de existencialismo poético –visual, literario y musical– a los inmortales bebedores de sangre humana, ataviados para este filme con una combinación de exotismo, estética tipo rock star y desenfado.

Cualquiera puede percibir u olfatear moda en un club nocturno, en la circunferencia de alguna fashion week o en una exhibición que explore las agitadas orillas del fenómeno vestimentario; sin embargo, lo interesante es ejecutar una lectura de moda –y su posterior traducción e interpretación– en aquellas manifestaciones en las que, al menos aparentemente, la indumentaria no figura en el reparto estelar.

Tal es el caso de Only Lovers Left Alive, que a lo largo de 123 minutos nos brinda la oportunidad de analizar la curva evolutiva en la imagen del vampiro a través de la impactante (¿inquietante?) imagen de los protagonistas. Los looks de Swinton, Hiddleston y Wasikowska fueron ideados por la diseñadora de vestuario Bina Daigeler, quien ha trabajado con directores de la talla de Pedro Almodóvar, Steven Sodenbergh y Alejandro González Iñárritu.

El maquillaje y los peinados (la melena platinada y medusea de Swinton es lo más poderoso que ha ocurrido en el panorama coiffure después del Peinado Colmena que inmortalizó Amy Winehouse) son una aportación de Gerhard Zeiss, responsable de la cabellera que lució Keira Knightley en A Dangerous Method, de David Cronenberg.

En un paisaje bifásico, que captura un Tánger enigmático y un Detroit fantasmagórico, los vampiros de Jarmusch portan a lo largo de casi todo el filme las mismas prendas. Adam se apodera de una suerte de  uniforme negro –tan riguroso como sensual– que abreva directamente del guardarropa de Jim Morrison y Peter Murphy.

Por su parte, Eve –excepto por la secuencia inicial en la que muestra un hermoso caftán bordado– se decanta por una ecuación minimalista en tonalidades nude que la transforma en una vampiresa albina imposible de ignorar.

La hermana menor, Ava, luce vestidos, zapatos  y un abrigo de faux faur tan cercanos a la sofisticación como un monje tibetano de una barata en H&M. Los tres llevan guantes cortos (de uso ritualista y hasta cierto punto velado para el espectador), así como inseparables gafas oscuras.

Hoy por hoy, en el dress code vampírico la mítica capa del conde Drácula ha desaparecido, así como los  encajes de Lestat de Lioncourt y los accesorios estrafalarios que vimos en The Lost Boys (1987), aunque permanece algo del glamour que Catherine Deneuve y David Bowie impusieron en esa obra maestra filmada en 1983 por Tony Scott, The Hunger. Todo cambia y nada es lo que parece. El león, dicen, no es como lo pintan. El vampiro, quizá, tampoco. 



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