Tzompantli de Felguérez luce en Museo de Antropología
Manuel Felguérez no sólo vive para ver y contar del 50 aniversario del Museo Nacional de Antropología (MNA), sino celebra con nueva obra escultórica, que da continuidad a esta edificación de Pedro Ramírez Vázquez: el cerco exterior del museo donde habita el arte de la ruptura al lado de la Escuela Mexicana de Pintura, el surrealismo y vanguardias, con reflexiones distintas de la identidad indígena y la historia prehispánica.
Como hace 50 años, la nueva obra escultórica; un gran tzompantli geométrico y moderno de más de 400 metros, creado por Felguérez sobre avenida Reforma se integra al MNA, se informa en un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La obra en cuestión es en alusión a la dualidad de la vida y la muerte que caracterizó a los pueblos prehispánicos, después de crear la celosía de aluminio en forma de serpientes que realza las vidrieras de las salas etnográficas, en la parte superior del museo, el artista agrega la representación de la calavera para completar en su exterior la obra del arquitecto Ramírez Vázquez.
El camino iluminado del tzompantli lleva al Tláloc, de esta manera calavera y deidad invitan desde la calle a traspasar el tiempo y girar en el caleidoscopio de la arqueología por los próximos 50 años en ese prisma de culturas mexicanas que es el MNA.
"Muro de calaveras" es el título de esta obra escultórica hecha en acero al carbón que delimita el perímetro del Museo Nacional de Antropología, del lado de Reforma hasta la altura del monolito de Tláloc, cuya elaboración, respetuosa del paisaje natural del bosque, inicio en 2009 con 135 metros y ahora se culmina en el marco de la celebración por el medio siglo del MNA.
Felguérez precursor del arte abstracto en México explica: "Si en 1964, para el interior elegí la serpiente por ser un símbolo de vida importantísimo para todas las culturas de Mesoamérica, ahora opté por el cráneo, símbolo de la muerte, por la misma razón".
Manuel Felguérez, quien en la actualidad tiene 85 años de edad, dijo que tuvo contacto con el recinto emblemático del INAH, mucho antes de que se construyera en Chapultepec.
También cuenta que conoció la Piedra del Sol desde muy chico. Incluso tomó clases de arqueología en el antiguo museo, en la calle de Moneda, donde acudía habitualmente para dibujar "figuritas", refiriéndose a las figuras humanas de cerámica.
"Cuando Pedro Ramírez Vázquez me invitó a participar en la creación del nuevo museo yo era un joven pintor, me había dado a conocer por los murales escultóricos que realicé en el Cine Diana (1961) y el relieve Canto al Océano (1963) en el Deportivo Bahía, proyectos llevados a cabo al lado de Alejandro Jodorowsky. Creo que estos antecedentes sirvieron para que al arquitecto se le ocurriera que yo podía hacer la celosía que rodea la parte alta del edificio en el patio central, él quería que dicho espacio tuviera una reminiscencia maya".
Agregó que por eso "elegí algo sencillo porque había poco tiempo para ejecutarlo, un juego óptico de serpientes que parecen ascender y descender. Tendría unos 36 años y para mí era un logro importante que a esa edad me invitaran a hacer la celosía del museo porque como artista era joven, no un maestro reconocido".
Por sus vínculos con el arte prehispánico, en 1964, Ramírez Vázquez lo llamó para elaborar la celosía que ornamenta el exterior de las vidrieras que dan a las salas del nivel superior del museo; a Felguérez le dio un gusto especial.
En 1964 había jóvenes pintores revueltos con viejos pintores, dice el escultor, y en realidad no había una ruptura sino una evolución. A mediados de los años 40, el nacionalismo era indispensable para el país, era un movimiento mundial; paralelamente a la Escuela Mexicana de Pintura (1921-finales de los 50) estaba el realismo socialista soviético, pero también el arte nazi.
cvtp