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El poeta que murió en la raya

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Lunes 27 de enero de 2014
El poeta que muri en la raya

PÉRDIDA. Laura Emilia Pacheco informa del deceso acompañada por su esposo, Fernando García Ramírez (derecha), y por el editor de su padre, Marcelo Uribe. (Foto: PATRICIA JUÁREZ EL UNIVERSAL )

Ayer concluyó la vida de un hombre brillante que creó una poesía depurada y una narrativa entrañable. Su valioso legado nos consuela

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx  

Horas antes de sufrir el accidente que lo llevó a la muerte, ocurrida ayer alrededor del 18:20 horas y producto de un paro cardiorespiratorio, José Emilio Pacheco había puesto punto final al que se convirtió en su último Inventario, una columna con la que dijo adiós a su gran amigo: “‘Argentino hasta la muerte’, Juan Gelman por sus veinte años de vida y de trabajo aquí, deja también en la poesía mexicana una huella radiante que no se borrará”.

La despedida al poeta argentino Juan Gelman, fallecido el pasado 14 de enero, fue también su despedida, pues tras la escritura de esa colaboración que envió al semanario Proceso, Pacheco Berny sufrió el accidente donde se golpeó la cabeza, lo que motivó su ingreso, el sábado pasado por la mañana, al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

“Con enorme pesar tengo que decirles que mi padre murió hace unos 20 minutos. Se fue muy tranquilo, se fue en paz, murió en la raya como él hubiera querido. El viernes terminó de escribir su ‘Inventario´, un inventario que escribió para un amigo querido, que era Juan Gelman. Eso es lo que hacía todas las noches. Se acostó a dormir y ya no despertó”, informó Laura Emilia Pacheco a las puertas del hospital público.

Una fuente médica del nosocomio aseguró a este diario que el autor de Las batallas en el desierto llegó en estado de coma con un hematoma cerebral que los médicos valoraron intervenir pero ya no fue posible.

Visiblemente afectada y siempre flanqueada por su esposo Fernando García Ramírez y por el editor de Era Marcelo Uribe -la casa editorial de toda la vida de José Emilio Pacheco- Laura Emilia informó que los restos de su padre serían velados a partir de las 12:00 horas de hoy en El Colegio Nacional, del que el intelectual nacido el 30 de junio de 1939, fue miembro desde 1986 y hasta su muerte.

José Emilio Pacheco, quien era considerado uno de poetas mexicanos más importantes del siglo XX, murió acompañado de su esposa, la periodista Cristina Pacheco, y de sus hijas Cecilia y Laura Emilia. Amigos como Vicente Rojo, Bárbara Jacobs, Enrique Krauze, Elena Poniatowska, Coral Bracho y Stasia de la Garza acudieron al hospital a lo largo de los dos días que estuvo allí.

“No creo que nadie recuerde mi obra”

El 21 de abril de 2010 al depositar, como es tradición, una serie de objetos en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes para que se abra en 100 , en 2110, José Emilio Pacheco dijo: “Lo dejo para que quien abra esto en cien años sepa quién fui, porque no creo que nadie recuerde mi obra”.

La modestia, humildad y generosidad fueron siempre características del poeta, ensayista, traductor, novelista y cuentista que perteneció a la llamada “Generación del Medio siglo”, junto con Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Eduardo Lizalde, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Vicente Leñero y Juan Vicente Melo.

También lo caracterizó su mirada crítica al poder y la política, el gran sentido del humor, la confianza en los jóvenes, la amistad y la vitalidad. La mañana del 30 de junio, cuando recibió la llamada del Instituto Cervantes para informarle que era el ganador del Premio Cervantes de Literatura 2009, apenas unos meses después de que le habían concedido el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, José Emilio sólo pensó, dijo entonces, en “palabras ya muertas”:

“Estoy zorimbo, turulato o patidifuso. Esa me parece una palabra muy precisa: ¿Cómo se siente?: Patidifuso”, señaló el hijo de Carmen Berny Abreu y José María Pacheco.

Él no tuvo que acudir al diccionario, era un escritor enciclopédico aunque siempre pecaba de modestia; lo sabía casi todo y tenía la opinión precisa para todo, pero siempre hacía saber que aún le faltaba mucho por aprender, por leer y escribir. Sabía que patidifuso significa “que se queda parado de asombro”, que zorimbo equivale a “falto de entendimiento o razón” y que turulato es lo mismo que “alelado, estupefacto”.

Pacheco, quien en 2014 cumpliría 75 años, fue uno de los más importantes poetas e intelectuales mexicanos del Siglo XX. Autor de una obra con amplios registros desde su ingreso a la literatura en 1958 con su libro de relatos La sangre de Medusa.

Carlos Monsiváis –fallecido en 2010-, uno de sus grandes amigos destacó en José Emilio “la pasión por la metáfora, la concentración en unas cuantas líneas de un relato casi siempre pesaroso, el gusto por los relatos inesperados, el despliegue del poder de síntesis, el ejercicio múltiple de la metáfora, el juego de analogías como espejos de la devastación, la alabanza jubilosa del paisaje. En poesía, ajusta sus dones melancólicos, su pesimismo que es resistencia al autoengaño, su fijación del sitio de la crueldad en el mundo, su poderío aforístico”.

Esa valoración absoluta a su prosa y a su poesía le valieron los premios más importantes: José Donoso en 2001, Octavio Paz en 2003, Premio Internacional Alfonso Reyes en 2004, Pablo Neruda en 2004, Federico García Lorca en 2005 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de la lingüística y literatura en 1992, entre muchos otros.

Su obra poética se caracteriza por la depuración extrema de elementos ornamentales y su compromiso social con México. Es abundante en temas como el paso del tiempo, la vida o la muerte, lo confirman poemarios como Los elementos de la noche (1963), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969) y Ciudad de la memoria (1989). Su poema “Alta traición” es muy leído entre los jóvenes.

Su obra narrativa destaca por la experimentación en nuevas estructuras y técnicas narrativas a través de temas como la niñez, las relaciones afectivas y su preocupación social e histórica de México y el mundo. Ahí está El principio del placer (1972), Morirás lejos (1967) y el long seller mexicano Las batallas en el desierto (1981).

José Emilio Pacheco Berny fue un lector y escritor incansable. Ejercía puntual el periodismo cultural con artículos y ensayos en diferentes medios; dedicaba buena parte de su tiempo a la traducción de poetas y narradores. Entre sus traducciones destacan Cómo es de Samuel Beckett, De profundis de Oscar Wilde, Un tranvía llamado deseo de Tennesee Williams, Vidas imaginarias de Marcel Schwob y su acariciada Cuatro cuartetos de T. S. Eliot, que quedó lista.

Pacheco era consciente de la corta vida frente a sus inmensas ganas de leer y escribir. “Es muy dramática la cuestión. No sé si podré seguir escribiendo, pero tengo muchas ideas de cosas, muchos libros que quisiera escribir; es muy desesperante veo tantas cosas que quisiera leer, pero ya no voy a alcanzar a hacerlo. Mis proyectos son infinitos, pero no los cuento”, dijo en noviembre de 2009.

Fue miembro de El Colegio Nacional desde 1986 y miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua desde 2006. Una de sus últimas apariciones fue en la celebración de los 70 años de El Colegio Nacional; pero una de las más entrañables fue su presencia en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca de 2011, allí departió con jóvenes y bebió mezcal para celebrar la vida.

La fortaleza y la vitalidad siempre acompañaron a Pacheco. La literatura como motor y puerto de arribo, era su oasis y su isla, su vida casi entera y su pasión por la libertad. Anhelaba escribir y descubrirse a sí mismo igual que anhelaba encontrarse en los otros, sus pares.

“Yo no me asumo como nada, yo escribo nada más; no puedo tener un propósito delineado. Lo que sale es realmente lo que pienso, pero que no sabía que pensaba”, señaló el autor de Tarde o temprano, la antología publicada por el FCE, que contiene todos sus poemas escritos hasta 2009.



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