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Que 'La Bestia' no muera: migrantes

Laura Castellanos| El Universal
04:40Jueves 31 de julio de 2014

Video. Migrantes centroamericanos se inconforman por la prohibición anunciada por el gobierno mexicano para viajar en el techo de La Bestia

La presencia de 'coyotes' (izq.) en los trenes es una constante. Llegan con grupos de indocumentados

NEGOCIO. La presencia de 'coyotes' (izq.) en los trenes es una constante. Llegan con grupos de indocumentados, les dan instrucciones y los conducen en su travesía a cambio de fuertes sumas de dinero. (Foto: LUIS CORTÉS / EL UNIVERSAL )

Sin importar las inclemencias del tiempo o los riesgos que corren al subir a "La Bestia", migrantes centroamericanos se inconforman con la prohibición anunciada por el gobierno mexicano para viajar sobre los vagones del tren

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ARRIAGA, Chis.— Ese mediodía sofocante en Arriaga, Chiapas, es día de La Bestia, el ferrocarril de carga que enfilará con destino a Ixtepec, Oaxaca, a unas 12 horas de camino. Arribó con un aullido a la estación tranviaria donde lo esperaba una romería asoleada: vendedores de refresco y gorras que pululan entre decenas de viajeros tensos y reservados, jóvenes en su mayoría.

A unos 100 metros, una familia hondureña observante, callada, se ampara en la sombra de un árbol escuálido. Cecilio Elías Castro es el nombre del padre. Flaco, moreno, 46 años vividos. Su esposa, su niño de 11 y su pequeña de cinco años se pliegan recelosos en torno suyo.

Elías porta una camiseta roja que reza: “Manuel Velasco, tu gobernador”. Es una donación recibida en un albergue de Tapachula porque solicitaron asilo a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), pues a uno de sus hijos lo asesinaron pandilleros y la sobrevivencia diaria les era imposible.

Una semana antes vimos a la familia en el albergue Belén, en Tapachula, llegaba de las oficinas de la Comar. Le negaron su petición. Ahora los Castro estaban ahí, bajo ese árbol, a punto de abordar La Bestia por vez primera, sin un destino claro. Simplemente huían.

Padre y madre cargan sus bienes en mochilas y sujetan en sus brazos el único alimento que poseen para el camino: tres botellas de agua.

—¿Cómo llegaron aquí? —inquiero al padre.

—Caminamos ocho días por las vías del tren —responde.

Antes, La Bestia salía de Tapachula. Pero en 2005 el hucarán Stan dejó inoperantes los rieles y desde entonces la migración centroamericana más empobrecida recorre a pie los 384 kilómetros de vías que separan a la ciudad de la estación de Arriaga y se expone a una diversidad de atropellos.

“Gracias a Dios a nosotros no nos pasó nada”, dice el campesino.

El hondureño desconocía el anuncio del gobierno mexicano de que prohibirá viajar en La Bestia, bajo el argumento de la seguridad de los transmigrantes, pero al conocerlo se inconforma.

“No estoy de acuerdo en lo que quiere hacer el gobierno mexicano, tal vez piensa que nos hace un favor, pero nos hace un daño”, expresa. “Esta es nuestra única opción porque no tenemos dinero para viajar”.

Carlos Bartolo Solís, al frente del albergue Hogar de la Misericordia, en Arriaga, dice que de tres a cuatro trenes parten del pueblo semanalmente y trasladan a un promedio de 600 personas en cada jornada, alrededor de 90 mil al año, por lo que también rechaza dicha prohibición. “Es una tontería”, dice.

Considera que el impedimento no inhibirá el flujo migratorio y en cambio aumentará los riesgos del trayecto porque se buscarán medios más ocultos y peligrosos.

En el techo del ‘infierno’

Ese mediodía el sol no tiene miramientos. La tierra arde. El aire agobia. Y el ferrocarril es un animal de hierro como salido del infierno. Subir a su lomo es un reto de agilidad y fuerza. Ya arriba, el logro es viajar sentado sobre el techo quemante.

Decenas de migrantes comienzan la escalada a La Bestia. Vendedores les ofrecen cajas de cartón plegadas como refugio endeble contra el sol. Otros hacen negocio con lazos de plástico que algunos viajeros usan para sujetarse de algún modo al techo, para así evitar caerse si se quedan dormidos o si el convoy se descarrila.

En lo que va de 2014 ha habido ocho descarrilamientos. Si esto sucediera ahora, los pasajeros podrían caer del techo a las ruedas del tren y sufrir amputaciones o perder la vida.

Un grupo de salvadoreños, tres hombres y dos muchachas, caminan aturdidos y con el rostro asustado entre la muchedumbre. Han sufrido tres asaltos en su trayecto de El Salvador a Arriaga. Las mujeres viajan sólo con lo que visten. Ninguno trae dinero. Ninguno quiere compartir detalles.

Franklin, otro muchacho salvadoreño, de ceja tupida y vestimenta formal tipo oficinista, aguarda también la salida del tren.

Ante la cámara se muestra huraño y le cuesta trabajo asumirse como usuario de La Bestia. Al opinar sobre la nueva prohibición gubernamental de abordar el ferrocarril, se expresa en tercera persona. “No pueden prohibirlo”, dice. “No son animales para que me los tiren de arriba a la fuerza, no pueden”.

Cuando la cámara se apaga narra su desventura: era botones en un hotel de San Salvador, pero la Mara Salvatrucha (MS) comenzó a extorsionarlo y lo amenazó de muerte.

Lágrimas escurren por su rostro al recordar la despedida con su madre. “Yo le dije: ‘no se apure mamá, yo no regreso, aunque sea de barrendero me quedo en México”.

La red guatemalteca

Dos horas después del arribo del tren, éste no parte. Quienes ya están en el espinazo de La Bestia intentan cubrirse del sol con un cartón, una prenda de vestir, la mano. De la docena de vagones enganchados, el techo de tres ya ha sido ocupado.

Cuatro guatemaltecos descienden sudorosos, sofocados.

De pronto, un grupo nutrido de otros guatemaltecos, la mayoría veinteañeros, la décima parte mujeres, sale de atrás de la estación y se acerca en tropel al tren. Al frente camina un hombre de rasgos indígenas con actitud altiva. Es el coyote.

El traficante de personas elige el último vagón del tren y le indica a su grupo que se suba al techo.

—¿Es usted el guía del grupo? —le cuestiono.

—No —dice cortante y en su boca un diente de oro centellea.

Ya trepada su gente en el lomo del convoy, la distribuye. Le compra cartones, botellas de agua. Todos aguardan estoicos, sin que haya mucho diálogo entre sí.

Bartolo Solís estima que 90% de los migrantes que toman la ruta de La Bestia que parte de Arriaga son de Guatemala.

Dice que esta población es transportada en autobuses en la madrugada, de Guatemala a Arriaga, a un costo de 10 mil quetzales por persona —unos 16 mil pesos mexicanos—, y se les oculta en casas de seguridad en contubernio con autoridades locales.

“Y si un ‘coyote’ trae 120 guatemaltecos a ‘La Bestia’, saca como medio millón de pesos en un ‘trenazo’, que son repartidos entre los maquinistas, los garroteros y autoridades”, señala.

Asegura que esta red también es extorsionada por la MS o el crimen vinculados con autoridades locales, pues “al parecer les están pidiendo 200 dólares por persona”.

La delincuencia organizada ataca los trenes en movimiento porque por el peso van lentos, a 30 kilómetros por hora, por lo que es común que a sus transportados “los asalten, los maten y no pasa nada”.

Los riesgos de ser atacados por la MS también los sufren en el albergue Hogar de la Misericordia, situado a 200 metros de la estación ferroviaria, advierte Bartolo Solís, pues los pandilleros han intentado infiltrarse para conocer los movimientos de quienes pernoctan ahí.

Rumbo incierto

Tres horas más tarde, la familia Castro ha conseguido colocarse en un recoveco de la parte trasera del último vagón del tren. Alguien les regaló unas manzanas que muerden con ahínco. Se les ha sumado Rodolfo, un joven hondureño que al igual que ellos huyó de la violencia.

“A mí me mandaban a cobrar impuestos de guerra y yo no quería, y nunca lo pagué, pero me amenazaron”, dice el joven. En los últimos cuatro meses, Rodolfo ha sido repatriado dos veces al treparse a La Bestia. En ese lapso pasó de los 17 a los 18 años. Este es su tercer intento.

El muchacho busca reunirse con su familia en Arizona. Y si lo deportan de nuevo, o si le impiden viajar otra vez en el tren, dice que de igual forma se las arreglará para llegar a su destino. “Estoy dispuesto a todo”, externa.

El tren está listo para partir hacia Ixtepec. Si no tiene percances, sus viajantes deberán esperar la salida de un ferrocarril más con dirección a Medias Aguas, Veracruz, lugar donde confluye otra Bestia más, venida de Tenosique, Tabasco.

En Medias Aguas el redoblado flujo migrante deberá esperar un convoy de carga más que los lleve a Lechería, en el Estado de México.

Bartolo Solís dice que esta gente deberá abordar unos nueve trenes y hará un trayecto de un mes hasta la frontera norte. Hay quienes hablan de dos meses.

Rodolfo se instala al lado de la familia Castro. Un rato después el ferrocarril bufe, arranca su marcha. Se aleja. Algunos jóvenes se despiden desde los techos con la mano. Rodolfo no. La familia Castro tampoco. La distancia va haciendo a La Bestia diminuta. Un punto apenas.



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