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Fueron sus palabras las que una vez convencieron a algunos nuevos vecinos de la calle de Fuego de colaborar con el pago del mantenimiento para aumentar la seguridad y hacer arreglos. "Siempre tenía una palabra para convencer por el bien de todos".

Las personas con mayor tiempo de habitar la calle de "la celebridad", del "genio", ubicada en la colonia Jardines del Pedregal, comentan que en una reunión vecinal el texto leído logró que todos estuvieran de acuerdo en que esta aportación valía la pena y que además era por el bienestar de todos.

No pueden reproducir hoy las palabras del Nobel de Literatura de 1982 de manera exacta pero además de recordarlo como un genio de la escritura lo identifican como un vecino solidario y preocupado por lo que ocurría en su colonia en la cual vivió por más de 30 años.

Nunca lo vieron caminar por la calle. Al que veían frecuentemente era a "Geno", Genovevo, el chofer considerado también amigo del escritor y con quien algunos vecinos depositaban su confianza para que Márquez autografiara sus libros que hoy conservan.

"Cien años de soledad", "Noticia de un Secuestro", "Crónica de una Muerte anunciada" son los libros que citan quienes compartieron el barrio.

Uno de ellos observa desde su azotea el enjambre que parecen las decenas de reporteros que se juntan en la puerta con el número 144, luego de que se anunció el fallecimiento de Gabriel García Márquez. Ese hombre describe al Nobel de Literatura como sensacional y lo identifica siempre relacionado con el poder.

Cada que un presidente de Colombia visitaba México había una visita obligada a la calle de Fuego, en la que, dijo una familiar, "había más policías que dolientes". También dice que Carlos Salinas de Gortari realizó visitas a esta morada donde falleció ayer a quien también llaman "Gabo".

Los de más años tienen en su mente la imagen de cuando Márquez pasaba en su automóvil y alzaba su mano para saludarlos. Pero siempre amable, siempre discreto, no muy sociable.

"La verdad lo veía más por televisión", dice una mujer que habita a unos metros de la puerta de madera en la que ayer colocaron algunas flores y una veladora.

"Nunca tuve la fortuna de verlo, mi madre creo que una vez" dice Bruno de 21 años estudiante de actuación que llevó la luz a la puerta a la que nunca se atrevió a tocar para pedir una autógrafo a pesar de decirse fanático de las palabras del escritor.

ml