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Gabo, el más querido. Adiós al amo del realismo mágico

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Viernes 18 de abril de 2014
<b>Gabo, el ms querido.</b> Adis al amo del realismo mgico

BOGOTÁ, 1954. Gabriel García Márquez en la sala de redacción del diario colombiano de "El Espectador". (Foto: "GABO PERIODISTA" )

El escritor colombiano nacido en 1927 dedicó su vida entera y creativa a sus tres pasiones: la literatura, el periodismo y el cine

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

Gabriel García Márquez, el escritor que tenía el don divino del lenguaje y la imaginación; que forjó la historia de un continente entero en palabras y plasmó el sentir de los latinoamericanos en novelas, relatos cortos, reportajes, empresas periodísticas y adaptaciones y guiones para cine, murió ayer a los 87 años, en México, su otra patria.

Con su muerte agregó piezas al mito literario plagado por decenas de calificativos: “genio de las letras”, “amo del realismo mágico”, “uno de los grandes novelistas del siglo XX”, “conjurador de la magia literaria”.

El hijo del telegrafista que aprendió de su abuela materna, doña Tranquilina Iguarán, las historias más mágicas e increíbles; y de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, las escenas de batallas sangrientas que nutrieron su imaginación, ha dejado huérfano de historias al mundo de habla hispana, pero también a los miles de lectores que a lo largo de todo el mundo conocieron sus historias traducidas a más de 40 idiomas.

El novelista y periodista edificó instituciones icónicas para el periodismo, el cine y la literatura. Queda la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Cartagena; la Escuela Internacional de Cine y Televisión, en Cuba; y la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar con la Universidad de Guadalajara, que el Nobel arropó junto con Carlos Fuentes.

Hay quien dice que, con su muerte, las lágrimas por el dolor y la congoja cruzaron todo México, desde Tijuana hasta Tapachula, y llegaron hasta la Patagonia; se regaron por todo el Pedregal de San Ángel, donde el Premio Nobel de Literatura 1982 fijó su residencia mexicana en la calle de Fuego; y alcanzaron Colombia, y en Colombia, Aracataca, donde nació el 6 de marzo de 1927.

Gabito o Gabo, como lo llamaba su familia y las decenas de amigos que hizo en Colombia, su patria por nacimiento; y luego en México, su patria por convicción desde 1961 hasta su muerte, se entregó con pasión a sus tres amores de toda la vida: la literatura, el periodismo y el cine.

Uno de sus biógrafos, el estudioso inglés Gerald Martin, aseguró en el prólogo del libro Gabo Periodista, que “Gabriel García Márquez se ha dedicado a tres pasiones culturales a lo largo de una vida muy intensa y comprometida: sus obras de ficción (novelas y cuentos), que le han abierto las puertas de la posteridad; el cine (guiones, adaptaciones, producciones); y, lo que nos ocupa aquí, su periodismo (con muchos géneros y estilos diferentes, desde crónicas hasta trabajos de reportero investigativo, desde comentarios políticos hasta crítica de cine), en el cual ha trabajado desde hace más de sesenta años”.

Más allá de esas empresas creativas e intelectuales, Gabriel José García Márquez, el hijo de Luisa Santiaga Márquez y Gabriel Eligio García Martínez, fue un hombre de un gran activismo social y político. En el periodismo —que Gabo consideraba “el mejor oficio del mundo”— fundó varias revistas y algunos diarios que vivieron poquito tiempo; entre las revistas edificó Alternativa en Colombia, y luego en México Cambio. Forjó amistades con mandatarios y líderes políticos; allí están sus relaciones cercanas con Cuba y con Fidel Castro, y en años recientes con el presidente norteamericano Bill Clinton.

“Vivir para contarla”

“En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía”, señaló un Gabo vestido con su traje liqui liqui en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, el 10 de diciembre de 1982.

El extraordinario universo literario que creó y que hoy forma parte del imaginario de la humanidad entera está en su obra literaria y periodística, pero también en su vida. Atravesó Colombia durante sus primeros años, luego de Aracataca vivió en Santa Marta, de allí pasó a Barranquilla y después a Cartagena; pasó unos años en Sucre y posteriormente en Zipaquirá y Bogotá, donde se matriculó en el segundo año de Derecho y donde vivió “El Bogotazo” y la insurrección popular que siguió al asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Gabo vivía entre ciudades y su imaginación se desbordaba en múltiples historias.

Vino luego su viaje a París, tras la publicación de La hojarasca y de allí su paso por varios países: España, Cuba, México, su matrimonio con Mercedes Barcha, “La Gaba”, su amor eterno y la mujer que se volvió su fuerza, su vida, su mejor novela. Vinieron sus hijos Rodrigo y Gonzalo; y por supuesto Cien años de soledad, el más grande de sus sueños. Con esa novela publicada el 30 de mayo de 1967 por la Editorial Sudamericana con una tirada de 8 mil ejemplares, comenzó su internacionalización.

La influencia mundial de García Márquez se multiplicó de la mano de reconocimientos como la Legión de honor en el grado de comendador del Gobierno francés, que ya hacía prever la noticia que se conoció el 21 de octubre de 1982: el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura, que lo consagró como el escritor más importante de las letras colombianas y uno de los más destacados de la región y del mundo.

Gabo y Mercedes habían ido la noche anterior a comer a casa de su amigo Álvaro Mutis, para mitigar las ansias, pues un conocido de Estocolmo los había llamado a decirles que todo parecía indicar que él sería el escogido, cuenta Martin en su libro.

“A las 5:59 de la mañana siguiente, hora de Ciudad de México, Pierre Short, viceministro de Asuntos Exteriores sueco, lo llamó a casa y corroboró la noticia del premio. García Márquez colgó el teléfono, se volvió a Mercedes y dijo: ‘Estoy jodido’”.

En los años posteriores al Nobel, se multiplicaron los compromisos internacionales, pero también las historias. Apareció Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, El general en su laberinto, Doce cuentos peregrinos, Del amor y otros demonios y Noticia de un secuestro; después vendría Memorias de mis putas tristes. Gabriel García Márquez es uno de los escritores más aclamados por la crítica literaria y los lectores, sus obras han trascendido de generación en generación, y se volvió lectura obligada.

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, escribió el Premio Nobel como epígrafe de la primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, un libro que en 2002 se convirtió en la obra más esperada de la década porque desvelaba parte de los misterios de sus primeros años de su vida.

Allí están sus inicios en el periodismo, oficio al que llegó en mayo de 1948, ocho meses después de la publicación de su primer cuento, “La tercera resignación”, en septiembre de 1947, en las páginas de El Espectador. Esas son memorias inconclusas que ha sellado la muerte.

A la tumba se lleva las últimas dos partes de sus memorias, que podrían salir ahora tras su muerte; y también una mítica novela inacabada que llevaría por nombre En agosto nos vemos. La leyenda cuenta que Gabo había escrito hasta seis finales de esa novela y que, una vez terminada, la guardó en un cajón para que se publicara ya fallecido.

Adiós al padre de Florentino Ariza y Fermina Daza, de la cándida Eréndira y la abuela desalmada; adiós al padre del clan familiar de los Buendía, de Mauricio Babilonia, Úrsula, Melquiades y Aureliano; al del coronel que no tiene quien le escriba y al relator del Otoño del Patriarca. Adiós al patriarca que mandó “Una botella al mar para el Dios de las palabras” en 2007 durante el Primer Congreso Internacional de la Lengua, con el que causó revuelo; y al que describió “la soledad de América Latina” al recibir el Premio Nobel.



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