Caso Colosio. Una cicatriz en la historia
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CASO COLOSIO
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El México de 1994, en el que Luis Donaldo Colosio es asesinado, y el de 2014, en el que el PRI se reinstala en el poder presidencial, tiene como diferencias fundamentales, el pluralismo político, la apertura económica con 45 países, y la actividad en aumento de una sociedad civil que se organiza.
Sin embargo, la carga de la desigualdad ancestral persiste, además de que la inseguridad alimentada por el crimen organizado genera escenarios desconocidos entonces, señalan politólogos en una visión retrospectiva de las dos últimas décadas.
José Fernández Santillán, autor de La filosofía de la Democracia, académico del Tecnológico de Monterrey y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, dice que el asesinato de Luis Donaldo Colosio “marcó con una cicatriz terrible a México”.
Manuel Villa, autor de Los años furiosos, en referencia al tiempo que siguió al homicidio del sonorense y catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, señala que el homicidio del candidato presidencial del partido en el poder autoritario, “deja una lección de que a la adversidad la tomamos con bastante tranquilidad: se nos va pronto”.
El 23 de marzo de 1994 marcó la historia. El PRI, por primera vez, tuvo que designar un segundo candidato presidencial; el homicidio de quien hubiera sido Presidente de la República, como se consideraba en la época, alimentó la incertidumbre por el alzamiento zapatista en Chiapas, y ello originó una fuga de capitales. Al año siguiente, el país entró en crisis económica, con ajustes, como el aumento del IVA y, en medio del descontento social, crecieron las fuerzas de la oposición.
“Luis Donaldo Colosio hubiera encontrado una economía tan endeble, como la que recibió Ernesto Zedillo, pues como lo reconoce Pedro Aspe (secretario de Hacienda salinista), la economía estaba prendida con alfileres”, dice Manuel Villa.
La respuesta de Zedillo a la crisis económica, carece de recursos políticos para esa emergencia y, desde luego, dice el politólogo de la UNAM, “Colosio hubiera hecho una mejor presentación de fuerzas y un mejor conjunto de alianzas nacionales y con capacidad de negociación con la oposición”.
Villa, quien fue colaborador externo de Colosio cuando éste fue presidente nacional del PRI, subraya: las debilidades de la economía al final del sexenio de Salinas son indudables, y frente a la adversidad en ese plano “Colosio hubiera tenido más recursos políticos personales e institucionales para responder”.
La política, tanto en la perspectiva de Fernández Santillán, como de Villa, presenta un escenario en el que se fortalece el pluralismo, se establece el IFE como árbitro confiable y el peso de los partidos es real.
“En 2000, el PRI es derrotado en las urnas, y al aceptar su derrota gana el derecho a regresar al poder por la vía democrática, y es el momento al que asistimos hoy: es falso que haya una restauración autoritaria, como muchos leen”, expresa Fernández Santillán.
Para Villa, por el contrario, el PRI que vio morir a Colosio sigue en pie. La estructura del partido de “destape” tradicional, del que emanó el propio sonorense, permanece. Hoy el PRI “no es más que una estructura de acompañamiento” del presidente Enrique Peña Nieto, sostiene.
José Fernández Santillán dice que “muchos siguen pensando en el PRI, como partido autoritario, que quiere regresar a las mismas prácticas”. Pero la alternancia desmoronó ese modelo.
“El PRI leyó los tiempos y el mensaje de su derrota, y se ha adaptado muy bien a las nuevas circunstancias”, agrega el politólogo e investigador.
Señala además que en su toma de posesión, Enrique Peña Nieto es muy claro, al dar a conocer su decisión de gobernar con los otros partidos, y ese es el fundamento del Pacto por México, que vuelve horizontal la práctica política.
En septiembre de 1990, en la 14 asamblea nacional, Colosio, como presidente del priísmo, llamó a “representar los intereses de la sociedad y no de las cúpulas, y a que su partido actúe con “métodos democráticos, deseche el autoritarismo y la transacción oscura”. En ese sentido, exponía que es necesario establecer reglas para la competencia interna.
El avance social está representado por la acción de la sociedad organizada. Fernández Santillán, autor de El despertar de la sociedad civil, dice que ésta es “el sujeto público que más ha madurado en estos 20 años”.
Sin duda, en 1994, señaló, “era impensable que los representantes de la sociedad civil compartieran mesa y foros con los partidos políticos, y hoy lo hacen; son invitados a la presentación de estrategias gubernamentales, y en ese sentido están presentes en programas antisecuestro”.
Subraya Fernández Santillán que “la sociedad civil es el gran actor de nuestro tiempo”, cuando al momento del asesinato de Colosio “no maduraba en los términos de hoy, y estaba fuera del radar”.