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"Nos trataron de matar a todos... a unos los vimos caer"

Cristina Pérez-Stadelmann| El Universal
Miércoles 03 de diciembre de 2014

Video. Valentín acompaña su relato con los trazos que va haciendo en la hoja de un cuaderno. Dibuja los camiones y señala en cual iba, las balas las pinta como rayas pequeñas

Valentín dice que las heridas en su cuerpo ya sanaron, pero las marcas que lleva por dentro no lo dejan dormir. (Foto: JORGE RÍOS. EL UNIVERSAL )


 

“¡Nosotros somos Ayotzinapa y queremos justicia para nuestros compañeros caídos!”, dice Valentín. Su nombre está ligado al de una comunidad, porque este joven de 20 años no se describe como un individuo sino como parte de una gran familia de estudiantes de la normal. Y es desde ahí, desde la solidaridad y el terror de lo vivido, que decide hablar por primera vez con un medio de comunicación.

A ratos tiembla al recordar y pide que su identidad sea protegida, por lo que su nombre y el de sus compañeros se modificaron, pues tiene miedo de lo que pudiera ocurrirle a su familia y a los otros normalistas. Valentín asegura que las heridas, los moretones y raspones en su cuerpo están curados (han pasado 63 días), no así las marcas que no son visibles pero que lleva por dentro, esas que no lo dejan dormir aún, porque en el silencio de la noche invariablemente regresa aquella “noche terrible”, según describe.

“Nos trataron de matar a todos. Algunos tuvimos suerte y no nos mataron, pero vimos a nuestros compañeros caer. Estoy esperando a que lleguen nuestros compañeros desaparecidos; mientras ellos no lleguen yo voy a seguir apoyando y luchando en la normal”.

Valentín espera por cada uno de los 43 normalistas y en especial a Jonathan, el amigo al que conoció desde que entró a la preparatoria y con el que más convivía en la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, en Ayotzinapa. Le ha hablado a su celular, le ha enviado mensajes de texto, “pero Jonathan no responde”, dice sentado en una colchoneta en su cuarto.

En la normal los cuartos son austeros, apenas una colchoneta en el suelo para que descansen.

Valentín narra lo ocurrido: “Éramos todos de primer año, íbamos como 70 alumnos juntos, la mayoría se subió al último autobús, eran cinco unidades. Yo iba corriendo por la calle, abriéndole paso a los autobuses, cuando vi que en la calle Juan N. Álvarez se atravesaba una patrulla. Nos bajamos, tratamos de moverla, empezaron a disparar y ahí le dieron al primer compañero que ahora está en el hospital en estado vegetativo. Nos alejamos un poco porque si nos acercábamos al compañero caído nos seguían disparando más. No dejaban que lo levantáramos ni nada”.

Valentín decidió esconderse adentro de uno de los autobuses; de pronto se levantaba un poco y se asomaba por la ventana sólo para ver cómo su compañero caído se movía y levantaba su mano pidiendo ayuda. “No nos dejaban acercarnos a él, los policías seguían disparando. Yo vi cómo mi compañero agonizaba sin ayuda. Me traté de bajar varias veces del autobús, pero las balas no me dejaban, y yo tenía miedo de que me balearan. Varias balas pegaron cerca de mí, en los sillones del autobús. Me escondí debajo de los asientos con otros compañeros”.

Acompaña su relato con los trazos que va haciendo en la hoja de un cuaderno. Dibuja cinco camiones, señala en cuál iba él. Las balas las traza como rayas pequeñas e inclinadas. No las dibuja. Las traza en el aire.

Ya escondido, Valentín comenzó a enviar mensajes a otros compañeros de la normal para decirles que los estaban atacando. Éstos le indicaban que aguantara, que ya iban en camino para ayudarlos. Envió mensajes de texto también a su hermana, “le dije que nos estaban baleando, ella me pedía que corriera para que no me pasara nada. Luego se me comenzó a apagar la pila del celular. Pensé mucho en mis padres, pero no les quise marcar para que no se preocuparan. Fue una noche terrible, una noche de muerte, y la mañana fue peor, porque supimos de todos los compañeros muertos y desaparecidos”.



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