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"Me escondí durante siete horas en un terreno baldío"

Cristina Pérez- Stadelmann| El Universal
Miércoles 03 de diciembre de 2014

Antonio aún no se explica por qué la policía municipal llegó a atacarlos el 26 de septiembre. (Foto: JORGE RÍOS EL UNIVERSAL )


Antonio, de 19 años, ingresó a la Normal Rural de Ayotzinapa en agosto pasado, también cursa el primer año. Habla de los terrenos donde todos sembraban sus cultivos de ejotes, flores de cempasúchil, maíz.

“Las flores se están secando porque faltan nuestros compañeros para recoger la cosecha, y esto es también una grave situación para la sobrevivencia financiera de la escuela”, explica.

Agrega: “Entré a la normal porque mi objetivo era superarme, ser alguien en la vida. No quería quedarme sólo con mis estudios de bachillerato, y todavía no entiendo por qué nos pasó esto si somos estudiantes. No estábamos haciendo nada malo, simplemente íbamos a traer autobuses y botear, había un convenio con los choferes. No comprendo por qué los policías municipales nos atacaron de esa manera violenta y a balazos.

“Yo iba por la calle abriendo paso a los camiones, atravesaron una patrulla para que no avanzáramos, luego llegaron dos camionetas municipales y comenzaron a dispararnos a todos los que estábamos ahí. Yo me metí debajo del autobús, esperé y luego en cuanto pude me subí al autobús y estuve un rato ahí hasta que pasó todo. Éramos como 15 los que estábamos en ese autobús de Costa Line.

“No hacíamos un solo ruido porque los municipales tenían el arma apuntada. Estaba nervioso, tenso, sólo escuchaba que los compañeros estaban llorando y estaban desesperados. Pedí que todo eso sólo fuera un sueño, que todo pasara rápido, pero no sabíamos qué hacer. Yo no lloraba. Estaba nervioso, me dio mucho miedo. Los municipales corrían, se escuchaban sus botas”.

Rememora que “algunos en el camión le llamaron a otros compañeros de la normal para decirles que los municipales nos estaban atacando. Después se fueron. Nos bajamos del autobús y comenzamos a tomar fotografías para dejar evidencia de que ellos nos habían atacado; llegaron periodistas y comenzaron a entrevistar”.

Sorpresivamente otro ataque tuvo lugar esa misma noche, según cuenta: “Yo estaba de espaldas, llegó una camioneta y comenzaron a disparar y todos corrimos hacia donde pudimos. Yo corrí dos calles abajo y me escondí de 11 de la noche a las 6 de la mañana. Estuve en un terreno baldío, llovía. Después de muchas horas comenzaron a localizarnos. Fueron por mí para llevarme a la Procuraduría de Iguala”.

Fue en este sitio donde Antonio supo de la desaparición de más de 43 compañeros.

Cuando se le pregunta qué sigue para él después de esa noche del 26 de septiembre asegura: “Seguiré en la normal, seguiré aquí mientras ellos no aparezcan. Yo sigo en la lucha y tengo temor, es cierto, pero pienso que si ellos estuvieran en mi lugar también harían lo mismo por mí. Ellos estarían aquí, como estoy yo apoyando al movimiento.

“Fue una noche muy triste, nunca pensé que nos atacarían de ese modo y la mañana del 27 de septiembre fue peor, por saber de nuestros compañeros caídos, muertos y los desaparecidos. Me pregunto: ‘¿Por qué pasó todo esto. Todavía no encuentro las respuestas. ¿Por qué nos atacaron de esta manera? Lo que quiero es que aparezcan los compañeros, que se haga justicia para los compañeros caídos. Que su muerte no quede así nomás”, concluye Antonio mientras va levantando poco a poco la mirada del suelo y de la hebilla de su sandalia.



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