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Historias. Centenarios se imponen al tiempo

Silvia Hernández, Raúl Torres y Luis Fierro / Corresponsales| El Universal
Jueves 28 de agosto de 2014
<b>Historias.</b> Centenarios se imponen al tiempo

COMBATIENTE. Don Chuy, que cumplirá 118 años el próximo 24 de octubre, afirma que toda su vida ha sido agitada, porque desde muy joven se enlistó en las filas de la Revolución. (Foto: SILVIA HERNÁNDEZ / EL UNIVERSAL )

Jesús y Leandra, de 117 y 126 años, respectivamente, han respirado el aire de varias épocas, durante su juventud vivieron la Revolución, han sido testigos de los cambios en México. Aseguran que hoy sólo les queda su buena salud

"Soy más viejo que ‘La Cucaracha'"

NICOLÁS BRAVO

Don Chuy no tiene pertenencias, ni familia. Su posesión más valiosa es su salud; son sus recuerdos y su lucidez para evocarlos. Jesús Castillo Rangel tiene 117 años y es el hombre más longevo en todo el país.

Ataviado con un pantalón de mezclilla, camisa a cuadros, zapatos cafés y su inseparable sombrero, platica que cuando estalló la Revolución tenía 14 años y, un año después, se hizo militar "carrancista". Abandonó a su familia para unirse al lado del general Pimentel, con quien recorrió el territorio nacional para sumarse, posteriormente, a las fuerzas del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata.

Presume haber gozado de buena puntería, con armas como una carabina 30-30 y una pistola .48 especial.

En su humilde vivienda asegura que toda su juventud la vivió en medio de la crisis y el riesgo de morir; ahora de viejo está igual: "solo y sufriendo", porque la edad le impide pararse con normalidad y en ocasiones hasta se ha caído de la hamaca donde duerme.

"Estoy completamente solo. Mi esposa, Fidencia Morales, con la que viví más de 91 años, falleció hace dos años y medio; tuvimos dos hijos, pero por haber participado en la Revolución nos persiguieron para matarnos y decidimos dejar a Rodolfo y Alfredo Castillo Morales con mi suegra. Nunca más volvimos a saber de ellos", rememora.

Agradece haber llegado a Nicolás Bravo hace 26 años, por la generosidad que ha encontrado. "Muchos están pendientes de mí y me llevan comida. De manera especial, la señora Dolores Cruz"; ella le prestó un pedazo de solar para edificar un cuarto de madera, que es su vivienda.

Don Chuy, que cumplirá 118 años el 24 de octubre, afirma que toda su vida ha sido agitada, porque desde muy joven se enlistó en las filas de la Revolución.

Con toda lucidez, recuerda que se ganó el apodo de 'La Víbora', porque era un hombre fuerte y cumplía a cabalidad las órdenes que se le daban sus superiores.

"Fui carrancista, sin saber que estaba peleando por los derechos de los mexicanos, gracias a Dios se unió a Emiliano Zapata y la Revolución se ganó, para que al terminar se pudiera gozar de la tierra y el trabajo libremente, aunque muchos fuimos perseguidos", menciona.

Recuerda que en 1929 empezó la distribución de la tierra, pero no logró gozar de ese beneficio, porque tuvo que huir de Concepción de Oro, Zacatecas, donde dejó a sus dos hijos.

"Los mataban si pertenecían al movimiento revolucionario, por eso en 1960 nos fuimos a vivir a Acayucán, Veracruz, y de ahí, hace 26 años, llegué a Nicolás Bravo para tener un pedazo de tierra para sembrar, pero no lo logré; me prestaban una parcela para cultivar, pero hace dos años dejé de hacerlo", agrega.

Salvo el cansancio por la vejez, goza de salud; lo que sí le preocupa es su situación económica, porque no tiene ingresos y únicamente recibe el apoyo del gobierno federal de 65 y Más, que son mil pesos cada dos meses.

Nació en la región de Soconusco, Chiapas, en el año de 1896; el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), lo reconoce como el adulto mayor más longevo del país.

"Soy más viejo que la canción de La Cucaracha de 1917, la cual no se refería propiamente al animal, sino a un ferrocarril que seguramente debe de estar exhibido en alguna parte de México", menciona.

El próximo 24 de octubre, las autoridades planean festejar los 118 años de don Chuy, noticia que lo puso feliz y pidió que no sea sólo para él, sino que inviten a los demás adultos mayores.

 

Evoca un país que ya no está

GUADALAJARA

La persona más longeva del país, y quizá del continente, es una mujer del siglo XIX que se enamoró de tres hombres casados con los que engendró cinco hijos (cuatro mujeres y un hombre); confrontó y venció el machismo de los agraristas para obtener un pedazo de tierra y, ahora en su memoria se recrea a cada instante la microhistoria de un periplo desde Tamaulipas hasta Jalisco.

Leandra Becerra Lumbreras cumplirá 127 años el 31 de agosto. Actualmente vive en la colonia Miramar, de Zapopan, Jalisco, y pasa su tiempo viajando entre siglos: transita entre el presente y el pasado, entre las limitaciones de un cuerpo que ha respirado el aire de varias épocas y la memoria que detalla la historia de un país donde personajes como Pancho Villa o Carmen Romero Rubio -esposa de Porfirio Díaz- son elementos de la vida cotidiana.

"A veces nos cuenta cosas que yo pensaba que eran mentira, como cuando se pone a hablar de la esposa de Porfirio Díaz y de la vida que había en Tula, que fue capital de Tamaulipas", dice Miriam Alvear Hernández, una de sus bisnietas y quien, junto con varios de sus familiares, se hace cargo de cuidarla.

Leandra nació el último día de agosto de 1887, y aunque no hay un registro que acredite el hecho, el gobierno de Tamaulipas le extendió un acta de nacimiento tras realizar una investigación en la que sirvieron como prueba los documentos electorales expedidos hacia la mitad del siglo XX por la entonces Comisión Federal de Vigilancia Electoral.

-Abuelita, tienes visita -dice Miriam al oído de Leandra.

-¿Quién es? -responde ella estirando una mano para tocar el rostro.

-¡Sabe quién será! -exclama cuando sus manos no reconocen la fisonomía ajena, pero igual toma la mano del extraño.

"Mucha gente duda de su edad porque la ven bien. Está bien de salud, no tiene más que un pulmón congestionado por guisar tantos años con leña. Los médicos que la han visto no le han detectado problemas por alguna enfermedad. No oye de un lado y ve poco, pero está bien", señala Celia Hernández Vázquez, madre de Miriam.

Para quienes no viven con ella, escucharla y platicar es cosa de suerte, pues lleva su tiempo a otro ritmo: puede dormir durante tres o cuatro días y después pasarse despierta otro tanto, hablando sobre la vida en Tula, de su paso por Real de Catorce y las haciendas mineras en San Luis Potosí, o cantando, aplaudiendo y moviendo los pies desde su silla de ruedas, como si estuviera en uno de los bailes que frecuentaba.

Samuel Alvear Pérez, uno de sus nietos, y quien además es escritor, en ocasiones hace las veces de amanuense, pues Leandra sigue recitando versos para los tres hombres que amó.

"Son versos de amor y desamor, pero también tienen que ver con la época del año en que estemos, por ejemplo, en Semana Santa empieza a recitar versos sobre la Pasión de Cristo. Ella sabe en que momento del año estamos; no sabemos cómo mide el tiempo", indica Samuel.

Llegó hace 40 años a Zapopan, después de haber dejado todo en Tamaulipas, las razones sólo las conoce ella; sus cinco hijos y algunos de sus nietos han muerto. Según el conteo familiar, sus nietos fueron 20, tiene 73 bisnietos, 55 tataranietos y nadie sabe cuántos choznos.

Hoy Leandra no sale más de su casa, ya no puede tejer ni confeccionarse su ropa, como antes, pero se mantiene haciendo memoria y hablando de un México que se fue hace mucho tiempo, pero que vuelve a existir cuando ella lo nombra.

 

Una abuela que trabaja para dar educación a su hijo

CHIHUAHUA. Pensar en una abuela suele evocar a una mujer mayor, de canas, un poco encorvada y con lentes, pero Ivonne es una mujer joven, vigorosa, para quien la vida cambió radicalmente en los últimos meses. Con 34 años, pasó de ser una madre soltera a una abuela que se hace cargo de sus dos hijos, su nuera y nieta, ya que los nuevos papás todavía no acaban la secundaria y para ella es una prioridad que sigan con sus estudios a pesar de la paternidad.

"Ser abuela es muy bonito, pero es mucha responsabilidad. Yo veo a mi nuera y mi nieta como mis hijas. Procuro darles el mismo trato que a mis hijos. Para mí todo debe ir igual, únicamente con mucho más esfuerzo, pero igual".

Apenas a un mes de que naciera su nieta, Ivonne tuvo que solicitar horas extra en la maquiladora en que trabaja como operadora de producción, algo que desde hace años no hacía debido a la artritis que padece y que le impide durar mucho tiempo haciendo ensambles electrónicos.

"Siempre quiero estar ahí"

Reconoce que una mamá joven pasa por muchos problemas, pero a la vez es una experiencia muy bonita aprender a ser madre a una edad tan corta, sin embargo, quiere ayudar a que su hijo y nuera batallen lo menos posible para que puedan seguir adelanta con la escuela.

Actualmente, ella trabaja en las mañanas y cuida a su nieta Natalia por las tardes, mientras los papás van a la secundaria.

"Los abuelos son como un farolito, porque los alcanzas a ver desde lejos y siempre están ahí para cuando los hijos o nietos los necesitan, cuando les hace falta un consejo. Yo conviví poco con mis abuelos y por eso quiero siempre estar ahí para mi nieta".



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