Don Antonio y doña Esther Rojo tienen 56 años de casados, y son abuelos desde hace 34. A la fecha, sus once hijos les han dado 25 nietos y cinco bisnietos, que para ellos son una "Bendición que Dios mandó a sus vidas".

"Es muy hermoso tener nietos. Los ves crecer desde que nacen y aprendes a conocerlos, a saber que cada uno es diferente, les gustan cosas distintas, y nunca reaccionan igual unos de otros", dice la señora Esther.

A pesar de que sus hijos y nietos viven en varias ciudades de los Estados Unidos y México, los señores Rojo procuran mantener comunicación permanente con todos, incluso han usado las redes sociales para platicar por videoconferencias, y cuando es posible acuden a visitarlos o los reciben en su casa.

Los Rojo sostienen que los abuelos antes que nada deben respetar las reglas que sus hijos tengan para los nietos, "Ellos son los que educan", dice don Antonio, sin embargo reconoce que a veces hay que contradecirlos un poco y regalar un dulce, un pan o un chocolate a los nietos, aunque no les hayan dado permiso.

Ambos consideran que el papel de los abuelos en la familia es el de fomentar la unidad, los valores, el respeto, ayudarse entre todos y apoyar a quien atraviese por algún problema.

A lo largo de los años varios de sus nietos por diversos motivos han vivido por temporadas con ellos, al grado que algunos llaman a don Antonio "papá" de forma cariñosa. Con miles de anécdotas alegres, tristes, chuscas, la familia es para los Rojo el centro de sus vidas.

Doña Esther recuerda que cuando se convirtió en abuela lloró muchas noches por no haber podido estar al lado de su hija, quien vivía en Estados Unidos en ese momento, "Me sentía impotente", se lamenta todavía décadas después.

Para ella cada nuevo nieto es un espacio que se abre en el corazón, cada hijo, cada nieto, cada bisnieto tienen el suyo, todos del mismo tamaño, y con el mismo amor.