Loma Blanca está de luto. Sus casi 500 habitantes lloran a sus muertos y claman por justicia. Ayer, después del mediodía, la humilde y precaria capilla de la comunidad se fue llenando con la decena de féretros de las víctimas de la masacre registrada la noche del domingo.

Al paso de los ataudes, camino al panteón, los llantos y gritos de cuestionamientos y justicia aturdían. La población entera se unió al duelo, en especial, los estudiantes del CecyTech que despidieron a su compañero y amigo Alonso, de 15 años.

Bates, uniformes del equipo de beisbol y pelotas con la firma de todos sus compañeros se colocaron sobre el féretro del adolescente, a quien calificaron como un amigo y deportista excelente. Las amigas de Alonso dejaron cartas con mensajes que salían de lo más profundo del corazón.

Un pequeño ataúd blanco con bordes dorados llamaba la atención. Ahí yacía Perla Michel, que el próximo mes cumpliría siete años, a un lado, su padre Martín Mancha y con vendajes en el brazo y dolida por los impactos de bala, su esposa quien milagrosamente sobrevivó.

En el atentado, la familia Mancha Armendáriz perdió al padre de familia y a la menor de ellos. La madre de la niña, en medio de la refriega, alcanzó a ver cómo Martín la cubrió con su cuerpo; sin embargo, las balas de los “cuernos de chivo” lo hicieron pedazos junto con la menor.

“Estábamos festejando cuando nos gritaron tírense al piso porque los vamos a matar a todos, lo gritaron dos veces. Yo estaba a unos metros de ellos y me tiré, alcancé a levantar la cabeza y vi cómo mi esposo intentó tapar a la niña, pero los mataron a los dos. Cuando me levanté ya no se pudo hacer nada, los dos estaban destrozados”, relata la afectada mujer, quien asegura que buscará justicia para su familia.

En Loma Blanca ya nada es igual. Ahora es un búnker. Tanquetas militares y policías lo resguardan. Los vecinos califican esta medida como inútil, “el daño ya está hecho. Ahora nos ponen vigilancia, ya para qué, ya cuando mataron a todos, mujeres, niños, gente inocente. Decían que las cosas ya se habían calmado y aquí vemos que no es cierto”, afirma Doña Ofelia.