José Vales Desde el Cono Sur
Mientras Europa se debate ante la ola terrorista que se fue cocinando a fuego lento en Francia, durante las últimas décadas, Algunos países sudamericanos se debaten en otro tipo de "guerritas", de muy baja intensidad pero de las que suelen definir el futuro de millones de personas. Conflagraciones políticas que, en muchos de los casos, tienen a la prensa también como blanco principal, aunque sin las consecuencias terribles por la que atravesó la redacción del Charlie Hebdo.
Si bien, en el mundo de hoy, nadie está exento de sufrir la ira de los grupos terroristas -y Argentina lo sabe bien tras los atentados a la embajada de Israel en 1992 y a la AMIA en 1994-, Sudamérica se mostró dolida pero equidistante a lo ocurrido en esos tres días fatídicos que encendieron la ira en París. Cada uno resuelve los males terroristas como puede. la administración Hollande lo hizo a balazo limpio, los atentados argentinos (los más graves de los últimos 40 años en la región), todavía están por resolverse. Fue Néstor y Cristina Kirchner, quienes le habían prometido a la comunidad judía una solución. Primero movieron los hilos de la Justicia contra funcionarios del gobierno iraní y luego dieron una vuelta en el aire y dejaron esa acusación sin efecto, por meras cuestiones geopolíticas. La misma voltereta que hicieron, en su momento con el grupo Clarín, al que tuvieron como aliado para luego convertirlo en enemigo y con él a toda la prensa independiente. Ni que hablar con el Poder Judicial, al que manejaron a su antojo hasta que, ahora, en las postrimerías del ciclo kirchnerista, abrieron una guerra contra jueces y fiscales que nadie sabe cómo acabará y qué consecuencias tendrá para el país.
El gobierno de los Kirchner, vivió siempre enfrascado en un episodio beligerante. Casi como el chavismo aunque con matices propios. Cuando no con la Iglesia, en tiempos del Papa Francisco jefe de la Iglesia argentina, con el campo y en los ratos libres con los medios o las corporaciones. Ahora es el turno de la Justicia, justo cuando las investigaciones sobre la familia presidencial y una veintena de funcionarios arrecian.
El kirchnerismo que se va, busca hacerlo con todo el poder posible. Para ello estudia una alquimia electoral que terminará, como ya se alertó en estas páginas a Mauricio Macri, el derechista jefe de gobierno porteño, que buscará retener el distrito con uno de los suyos y llegar a la presidencia para cumplir el sueño berlusconiano de su "famiglia", encabezada por su padre, el magnate Franco Macri.
El kirchnerismo que se va, lo hace en una alianza con lo peor de las Fuerzas Armadas. Con el sector de inteligencia que lídera el comandante en jefe del Ejército, general César Milani, acusado de desapariciones y violación a los derechos humanos. Justo el ítem en el que el gobierno hizo mejor las cosas para captar a un sector del electorado que se encontraba a la deriva allá por el 2003, la centroizquierda.
El kirchnerismo que se va, lo hace con múltiples denuncias de corrupción en su haber. Tanto o más que las acumuló su antecesor, Carlos Menem, al que comenzaron combatiendo y luego lo convirtieron en aliado a cambio de una mejora en la suerte judicial del ex presidente. Otra voltereta más y van...
Así se está yendo el kirchnerismo, con una nueva "guerrita" en ciernes, sin haber resuelto los problemas estructurales del país a pesar de haber contado con la mejor coyuntura internacional, casi como el menemismo y como lo que nunca fue a pesar de lo que pregonó: un gobierno progresista.