José Vales Desde el Cono Sur
Argentina se parece mucho a una montaña rusa o bien a una de esas "remake" hollywoodense que se saca a relucir cada vez que la industria necesita asegurarse el público, como ocurrió, entre otras tantas historias, con "Cabo de Miedo", la historia original de John D. Mac Donnald, que en 1962 dirigió J. Lee Thompson y tuvo como protagonistas a Gregory Peck y robert Mitchum y que 30 anos después reedito Martin Scorsese con robert De Niro y Nick Nolte.
Nuevamente el país está a las puertas del "default", otra vez un funcionario de alto rango, esta vez el vicepresidente, procesado por corrupción y el gobierno buscando la tabla salvadora en Rusia, como alguna vez lo hizo con la Unión Soviética, en plena guerra de Malvinas. Lo que habla, no sólo de los problemas estructurales que padece el país desde hace décadas sino también de la carencia de buenos guionistas.
La negociación con los fondos buitres que le obliga a cancelar una deuda de más de 10 mil millones de dólares, tiene nuevamente al país a las puertas del cadalso. Mañana, el ministro de Economía, se reunirá por primera vez con los representantes de esos fondos en Nueva York, para intentar una negociación que evite el peor escenario. Algo que si el gobierno hubiese hecho hace cinco anos, la sangre no hubiese llegado al río. Todo con la presidenta, Cristina Kirchner, atravesando dizque un faringolaringitis, que la tiene fuera del gobierno y al acusado vicepresidente, Amado Boudou, ocupando la presidencia.
Durante todos estos anos el kirchnerismo mantuvo un cálculo errado. Pensó que la administración de Barack Obama, lo respaldaría ante la posición de la Justicia estadounidense. Creyó, claro, que la Justicia en Estados Unidos opera de la misma forma que en Argentina, siempre permeable a la presión del poder Ejecutivo. Nada más lejos de la realidad, y más cuando se trata de deudas lejanas de un país periférico como este.
Por eso, la industria política argentina, que poco y nada tiene que ver con la de Holywood, vuelve sobre historias remanidas. Hace 42 anos, la dictadura militar se había metido en la aventura de Malvinas, creyendo ser el principal aliado regional de Washington. El dictador Leopoldo Galtieri, llevado por los efectos etílicos como era su hábito, aseguraba en privado que Ronald Reegan lo respaldaría en una hipotética guerra contra Gran Bretaña. Antes de que comiencen los combates ya se había convencido de que no es bueno tomar decisiones
bajos los efectos del alcohol o de pastilla alguna. Buscó apoyó en la entonces Unión Soviética. Incluso la selección de fútbol de ese país, disputó un amistoso con la argentina aquí en Buenos Aires, en vísperas del Mundial de España. Salvo en Cuba, nunca una delegación soviética había recibido una ovación semejante como la que recibieron esa noche sus jugadores.
El sábado llega al país Vladimir Putin, el hombre fuerte de Rusia, y allí la presidenta, si es que se reestablece, se inspirará en la dictadura de Galtieri para buscar los favores de Rusia, ante una coyuntura más que difícil. Espera que los anuncios de inversiones y de ayuda económica o de inversiones, salgan de boca de Putin o de sus dirigidos. O bien de Xi Jingping, el presidente chino que llegará a Buenos Aires el 19. Conmueve tamaña ingenuidad en hombres y mujeres que tienen en sus manos los destinos de un país y de decenas de millones de personas. Pero no hay tela, ni argumento para una nueva historia. Para un nuevo guión un poco menos terrorífico y calamitoso que el que la Argentina supo escribir en los últimos 40 anos. Por eso apela a la "remake". En un país acostumbrado a repetir su historia, sólo resta esperar que esta nueva versión, en poder de Cristina Kirchner, no sea como la de Scorsese comparada con la Thompson. Mucho más dramática y violenta.