J. Jaime Hernández Agenda Washington
La crisis humanitaria de los niños que huyen de la violencia y la miseria en Centroamérica se ha convertido en un serio problema para la administración de Barack Obama.
A las implicaciones humanitarias, hay que añadir el quebradero de cabeza que han traído estos niños en materia de seguridad. Más de 52 mil niños han llegado desde octubre pasado y se teme que otros 150 mil podrían intentarlo en 2015.
Las consecuencias de esta crisis que tomó por sorpresa al gobierno de Barack Obama, están siendo explotadas por el liderazgo del partido republicano para culpar al gobierno de incapacidad a la hora de garantizar la seguridad fronteriza.
Sólo este factor, le ha permitido a los republicanos justificar su negativa a apoyar una reforma migratoria. Mientras no haya una frontera segura, no habrá reforma migratoria. Una ecuación que han mantenido desde el principio, pero que 52 mil niños urgidos de protección y cobijo les han permitido encubrir su inacción y su falta de compasión hacia una población de más de 11 millones de personas que seguirán viviendo en las sombras de la ilegalidad.
En medio de esta intensa batalla, para repartir culpas, los republicanos han contado con la inesperada ayuda del congresista demócrata por Texas, Henry Cuéllar, un hombre que conoce bien los asuntos fronterizos.
En los programas de opinión del fin de semana, Cuéllar se sumó a la petición del gobernador de Texas, Rick Perry, para pedir al presidente Obama que aproveche el próximo miércoles su viaje a la ciudad de Austin para realizar un recorrido por los refugios que ha habilitado su gobierno para ubicar a los miles de niños que han llegado desde Centroamérica.
No sólo eso. Además, Cuéllar ha acusado por primera vez a Obama de haber estado "un paso detrás de la crisis" de los niños inmigrantes desde el principio.
Apenas el mes pasado, el Secretario de Seguridad Interna, Jeh Johnson, reconoció que la crisis humanitaria de los niños era un problema que conoció desde que asumió el cargo en diciembre de 2013.
Ayer, Henry Cuéllar insistió en que, a pesar de que la administración sabía de este problema, no actuó con suficiente firmeza y resolución para contener éste éxodo.
A diferencia de los republicanos, que han acusado a Obama de esta crisis humanitaria, al adoptar órdenes ejecutivas de acción diferida que han beneficiado a los hijos de indocumentados, Cuéllar acusó a las redes del crimen organizado que han explotado la falta de una reforma migratoria y la desinformación para sacar ganancias millonarias de niños a quienes trasladan por una cuota de entre 7 mil y 8 mil dólares.
En cualquier caso, la Casa Blanca no ha cambiado sus planes del presidente que acudirá a la ciudad de Austin, Texas, el miércoles y jueves para participar en sendos actos de campaña a favor del partido demócrata.
La semana pasada, el portavoz Josh Earnest, justificó esta decisión al señalar que el presidente no se va a prestar para politizar la crisis de los niños.
Las declaraciones de Earnest fueron una alusión a la campaña que han lanzado los republicanos para exigir la militarización de la frontera y para demandar mayores recursos. La semana pasada, el presidente del comité de seguridad interna, Michael McCaul, organizó una audiencia sobre el terreno en la ciudad de McCallen, para ofrecer ese escaparate al gobernador de ese estado, Rick Perry, quien acusó de nueva cuenta al gobierno de Barack Obama por una crisis que los republicanos han decidido aprovechar para agitar a sus bases de cara a las elecciones legislativas de noviembre próximo.
Si el presidente Obama cambia a última hora sus planes en Texas, eso es algo que el propio presidente decidirá una vez que llegue a Texas. Nada, sin embargo, parece indicar que Obama modificará su agenda en Austin, a menos que sus colaboradores insistan en ello para tratar de paliar los efectos de una crisis que ha dañado mucho a los demócratas, mientras los republicanos se frotan las manos y explotan esta crisis de cara a la próxima cita electoral.