J. Jaime Hernández Agenda Washington
Las autoridades de Estados Unidos insisten una y otra vez en que su red hospitalaria, sus expertos y sus profesionistas del sector salud impiden vislumbrar la expansión del contagio por virus de ébola que llegó a este país desde el pasado 20 de septiembre en las carnes de Thomas Duncan, un ciudadano de Liberia que llegó para visitar a unos amigos en Dallas, Texas.
Estas seguridades, en boca de los máximos responsables del Departamento de Salud y del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, no han conseguido aminorar el miedo que se les ha metido en el cuerpo a millones de ciudadanos temerosos de Dios y del virus del ébola.
El miedo a esta enfermedad que no tiene cura, ni vacuna conocida, ha multiplicado las voces de quienes han comenzado a sugerir la posibilidad de endurecer los controles aduanales y aeroportuarios para evitar nuevos casos de contagio como el de Thomas Duncan, un hombre que mintió a la hora de llenar el formulario obligatorio en el aeropuerto de Monrovia, donde faltó a la verdad al asegurar que no había tenido contacto con ningún enfermo de Ebola.
En realidad, Thomas Duncan había ayudado a trasladar a una mujer embarazada hacia un hospital de Monrovia, mientras esta colapsaba bajo los efectos el ébola. Hoy se sabe que nueve de los vecinos que ayudaron en esta tarea, en el barrio de Thomas Duncan, han muerto.
Ahora sólo falta conocer el desenlace del propio Duncan que se encuentra en una zona aislada del Hospital Presbiteriano de Dallas, Texas.
En medio de este ambiente de urgencia y preocupación, son muchas las voces que se pronuncian a favor de suministrarle a Duncan el mismo suero que permitió salvar la vida de dos médicos cooperantes que se contagiaron con el virus y que fueron trasladados a Estados Unidos para su tratamiento.
En este contexto, el quinto estadounidense afectado por el virus del ébola arrobaba a primera hora de este lunes a Estados Unidos para ser tratado por un equipo médico especializado en Omaha, Nebraska. Se trata de Ashoka Mukpo, un camarógrafo contratado por la cadena NBC , que a partir de hoy se suma a la lista de infectados por el virus del ébola en Estados Unidos.
Por el momento, en el continente africano se han producido más de 3,400 muertos a causa del ébola. El país que se lleva la peor parte es Liberia, con más de 2 mil muertos.
El miedo al virus del ébola ha cobrado un protagonismo inusitado en los medios de comunicación. Los ciudadanos devoran en cada informativo los últimos partes médicos. Las voces críticas que advierten contra el pánico y la histeria infundadas, no parecen hacer mella en quienes parecen más preocupados por sus índices de audiencia que en los efectos de una enfermedad que no ha causado ni una sola muerte en Estados Unidos.
De hecho, en Estados Unidos es hoy más probable morir durante un accidente de tráfico o durante un tiroteo. Según las estadísticas de 2010, en Estados Unidos 10 personas de cada 10 mil murieron durante un tiroteo y 12 de cada 10 mil fallecieron durante un accidente de automóvil.
A pesar de ello, las autoridades insisten en la necesidad de estrechar el cerco para evitar un accidente o una falla que permita la expansión del virus del ébola. Como, de hecho, ya ocurrió en el Hospital Presbiteriano de Dallas, Texas, donde la impericia del equipo médico de urgencias no supo detectar a tiempo la causa que aquejaba a Thomas Duncan la primera vez que acudió con síntomas de ébola.
Este error se traduce hoy en un posible contagio de hasta 100 personas que son investigadas y que han sido puestas en cuarentena.
Si acaso Estados Unidos es capaz de contener la amenaza de contagio y evitar que incluso la enfermedad cruce las fronteras a países como México, eso dependerá del éxito de las medidas que se han habilitado en toda la red hospitalaria. Mientras, no cabe duda de que los medios de comunicación seguirán atizando el miedo a una de las enfermedades que hoy muchos consideran tan temible como una peste o una maldición.