J. Jaime Hernández Agenda Washington
La capital del país vive una suerte de prórroga estival con la celebración este lunes del Labor Day o día del trabajo que en la mayoría de los países se celebra el 1 de mayo. Por las calles, avenidas, parques y monumentos de Washington hormiguean miles de turistas disfrutando de los últimos días de sol y calor, antes de la entronización del otoño en la tercera semana de este mes.
Un extraño ambiente de lasitud se ha apoderado del Capitolio, donde los ecos de los policías que resguardan los vacíos pasillos y salones del vetusto edificio cupular, es el único sonido que se escucha.
A partir de la próxima semana, dominados por un ambiente de nerviosismo y frenesí electoral, retornaran aquellos congresistas y senadores que han disfrutado de un largo receso vacacional y que deberán retornar para una nueva batalla a favor y en contra de Barack Obama.
En la Casa Blanca, el presidente Barack Obama vive la quizá sea la época más intensa pero, al mismo tiempo, la más desinteresada frente a la reacción de los medios de comunicación por su empecinado hábito de salir a salir a jugar al golf mientras el mundo parece caerse en pedazos.
La única explicación plausible para este comportamiento tan desdeñoso es que Obama ha dejado de estar a merced de la locura de los ciclos electorales. El fin de su segundo mandato que se atisba en el horizonte le da esa libertad para desechar por salud mental lo que digan los críticos en los medios o desde la oposición republicana en el Congreso.
Lo único que tienen ante sí, es el legado que dejará una vez que abandone la oficina oval en 2016.
En cualquier caso, el presidente no podrá evitar esta semana las presiones de quienes le acusan de haber dejado hecha una piltrafa la política exterior de Estados Unidos. Como el presidente del comité de inteligencia en la Cámara de Representantes, Mike Rogers, quien le ha vuelto a reclamar por no tener una política exterior hacia Irak o Siria, donde la amenaza que representan las fuerzas del Estado Islámico han colocado al Pentagono contra la pared.
Mientras el Departamento de Defensa prepara la estrategia que pondrá sobre la mesa de trabajo del presidente, el presidente Obama ha insistido en la necesidad de esperar para conocer el mapa que sacará a Estados Unidos de ese caos que creó su antecesor en el cargo, George W. Bush, cuando decidió invadir unilateralmente Irak con el pretexto de unas armas de destrucción masiva que nunca existieron.
Un problema añadido al teatro de operaciones en Irak, es el infierno de la guerra civil en Siria que ha sumido a ese país en el caos con millones de desplazados desbordando las fronteras de Jordania o Turquía. Y con campos de entrenamiento para los combatientes reciclados de Al Qaeda que hoy conforman las filas del Estado Islámico, un movimiento empeñado en resucitar el pasado glorioso del general Saladino, el hombre que conquistó a sangre y fuego Oriente Medio en el siglo XII para crear la gran Siria y extender sus dominios hasta Yemen o Palestina.
En cualquier caso, el presidente Obama ya ha advertido que la estrategia de Estados Unidos en Irak y Siria no puede contemplar el retorno de tropas. La opinión pública esta harta de las aventuras militares que le han costado demasiado en vidas y recursos que se necesitan más en casa que en guerras sin fecha de caducidad en Oriente Medio.
Otro tema que mantendrá la atención puesta de los medios y del Capitolio, será el esperado anuncio de las órdenes ejecutivas que el presidente podría dar a conocer en la primera o segunda septiembre para aliviar la situación de millones de indocumentados.
En el curso de los últimos días, trascendió que los temores de varios senadores demócratas que temen la derrota en las elecciones legislativas de noviembre próximo y que pastorean con dificultad sobre los ánimos de un electorado conservador en distintos puntos del país, le han pedido retrasar el anuncio de estas medidas ejecutivas que se traducirían en una segura derrota y posiblemente en la pérdida de la mayoría demócrata en el Senado.
En los próximos días confirmaremos si, acaso, el presidente Obama les hace caso y retrasa unas ordenes que le exigen esa miríada de organizaciones defensoras de la causa migrante hartas de promesas vacías o si, por el contrario, Obama cede a las presiones de su propio partido con la esperanza de mantener el control del Senado, una posibilidad ésta última que cada vez se ve más lejana.