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J. Jaime Hernández Agenda Washington

WASHINGTON| El Universal
08:00J. Jaime Hernández | Lunes 14 de julio de 2014
El verano ha traído consigo uno de los más duros momentos para la presidencia de Barack Obama

El verano ha traído consigo uno de los más duros momentos para la presidencia de Barack Obama.

Sus huestes demócratas rehuyen de él como de una peste. La mala sombra de Obama, quien se encuentra bajo mínimos en las encuestas de opinión, ha conseguido que la mayoría de los candidatos demócratas en pos de un nuevo mandato en el Congreso, le pidan que no acuda a sus actos de campaña.

Al mismo tiempo, los republicanos han decidido demandarle por la errática implementación de la ley de salud, una pieza legislativa que ha sido una pesadilla a la hora de aterrizar. Obligando al presidente a echar mano de numerosas órdenes ejecutivas para posponer varios de sus apartados hasta que la pequeña o mediana empresa se encuentren listas para adoptarla.

En medio de un ambiente de permanente boicot, la ley de salud es el buey de la barranca al que Obama ha intentado sacar a duras penas de su estado de entrampamiento, mientras los republicanos conspiran para frustrarla y le demandan para dejarle en evidencia como un incompetente.

Al mismo tiempo, la crisis humanitaria de los niños en la frontera, ha conseguido asestarle un duro revés en el frente migratorio. Por primera vez, los carteles del crimen organizado que han hecho de los menores de edad que huyen de Centroamérica su mercancía más valiosa, le han hecho un enorme favor a los republicanos.

Ambos se han convertido en compañeros de viaje a la hora de arruinar las pocas esperanzas de una reforma migratoria. La avalancha de los niños en la frontera se han convertido en la mejor coartada de los republicanos para insistir en que la franja fronteriza con México necesita del envío de la Guardia Nacional, de más vuelos para monitorear los flujos legales e ilegales y de mayores tramos de Muro.

El desastre que ha traído consigo la crisis de lis niños que huyen de la violencia en Centroamérica sólo ha conseguido amplificar la disfunción de una política migratoria, mientras deja en evidencia la pérdida de contacto de Estados Unidos con la realidad de América Latina.

De forma súbita, los congresistas de Estados Unidos descubren que la violencia y pobreza a la que su nación ha contribuido en buena medida en algunas naciones de Centroamérica, se vuelve contra sus fronteras. Los niños de hoy, regresan a cobrar una dolorosa factura por las guerras que Washington atizó en El Salvador o Guatemala en la década de los 70 y los 80.

O buscan refugio al lado de sus padres que emigraron a Estados Unidos, para huir de las pandillas que Estados Unidos contribuyó a expandir con su política de deportaciones de la década de los 90. En el año 2000, el ritmo de deportación de pandilleros de la ciudad de Los Angeles a países como Honduras o El Salvador, era de 600 por mes.

Es decir, los lodos de hoy, vienen de los polvos de ayer. Y nadie en el Congreso de Estados Unidos guarda memoria de ello. Algunos creen que la violencia y la miseria en Centroamérica es un fenómeno espontáneo, rehuyendo de la responsabilidad directa de una potencia que sigue viendo a México y Centroamérica como su patio trasero, pero sin ningún tipo de responsabilidad política o moral.

Por si no fuera poco lo que ocurre en sus propias fronteras, la administración de Barack Obama contempla impotente la espiral de violencia en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania. La campaña de bombardeos de Israel contra supuestas células de Hamas, mientras destruye propiedades y aniquila civiles.

Estados Unidos se ha quedado sin ningún tipo de autoridad o liderazgo para sofocar la amenaza de una posible intervención terrestre. La excesiva indulgencia de Washington y la insufrible incompetencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU), son hoy el trágico correlato de una historia de pesadilla en la que todos sabemos quienes serán los eternos vencedores y quienes los perdedores.

 



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