Irak: la pesadilla persigue a Obama
RECHAZO. Combatientes leales al clerigo Muqtada al-Sader queman una bandera de EU durante un desfile en Bagdad. Los milicianos luchan contra los sunitas del ISIS (WISSIM AL-OKILI/REUTERS)
HARTAZGO. Manifestantes protestan frente a la Casa Blanca contra la eventual participación de EU en el conflicto iraquí. (Foto: SUSAN WALSH / AP )
WASHINGTON.— El encuentro se produjo el miércoles por la noche. Con el gesto circunspecto, el presidente estadounidense Barack Obama recibió a los líderes demócratas y republicanos en el Congreso para exponerles unos planes de intervención en Irak lo más parecidos a: “No nos van a volver a arrastrar a esa guerra de nuevo”.
“Estados Unidos no va a enviar más tropas a Irak. Si hemos decidido actuar con el envío de este contingente de fuerzas especiales, es por razones humanitarias y también en función de nuestra seguridad nacional”, dijo el presidente al descartar el envío de un contingente similar a los más de 180 mil efectivos que Estados Unidos llegó a tener durante los 8 años que duró su guerra de ocupación.
El plan, según confirmó el mandatario, pasa por el envío de más de 300 militares de élite que se encargarán de asesorar al ejército iraquí en la difícil labor de contener el avance de las fuerzas del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) que, por cierto, han seguido los mismos pasos que hace 11 años dio EU, cuando se hizo con el control de la parte norte de Irak, donde se concentran los ricos yacimientos de petróleo.
La información de inteligencia que recaben estas fuerzas especiales tendrá como objetivo ubicar a las fuerzas del ISIS para orquestar una serie de bombardeos selectivos que se realizarán con aviones no tripulados o drones y, de forma muy excepcional, con aviones de combate que permanecen estacionados en las bases militares de Turquía o en el portaaviones George H. Bush estacionado en aguas del Mediterráneo.
Un elemento adicional: en caso de que Estados Unidos decida bombardear a las fuerzas del ISIS, el presidentes sólo informará al gobierno iraquí y al Congreso. Sin embargo, no demandará de un voto de respaldo dado el alcance limitado de esta campaña selectiva de bombardeos quirúrgicos.
Como era de esperarse, el anuncio del presidente Obama desató las airadas críticas de quienes hace 11 años fueron los arquitectos de la intervención militar en Irak.
Un error “garrafal”
Entre ellos, el ex vicepresidente Dick Cheney, quien ha acusado al presidente de cometer un error garrafal “que pondrá a millones en peligro” y “comprometerá a futuro la seguridad nacional de Estados Unidos”.
A su vez, el senador republicano por Arizona, John McCain, ha exigido la renuncia del Consejo Nacional de Seguridad de Barack Obama por considerar que lo integran un atajo de ineptos que, en diciembre de 2011, consideraron que la paz y la estabilidad en Irak aconsejaba el repliegue de las tropas de Estados Unidos y el fin de una guerra iniciada en marzo de 2003 bajo el pretexto de las armas de destrucción masiva que nunca existieron.
Así, el pasado de Bush persigue a Barack Obama y, en el proceso, todos aquellos que participaron de forma activa en una guerra de ocupación que ha derivado en una guerra sectaria en el país, acusan al sucesor de George W. Bush de haber echado a perder el proyecto de reconstrucción y reconciliación nacional en Irak que, hoy se sabe, sólo fue producto de la propaganda y la avaricia de las grandes compañías petroleras.
“Lo que no dicen todos quienes hoy atacan a Obama, es que los errores estratégicos no han sido de él. Sino de quienes hace 11 años iniciaron una guerra que tuvo en su origen los errores estratégicos que hoy pasan factura a la administración Obama”, consideró James Mann, de la Universidad John Hopkins.
El anuncio de un plan de intervención muy limitado, sí es compartido en cambio por la mayoría de los ciudadanos que, según los últimos sondeos, se oponen en 74% al envío de un nuevo contingente militar en Irak.
Tras una guerra que costó más de 800 mil millones de dólares y provocó la muerte de más de 4 mil 500 militares y decenas de miles entre la población civil, el apetito del pueblo estadounidense por las intervenciones se ha esfumado.
Según la más reciente encuesta, la mayoría de los ciudadanos consideran hoy que Estados Unidos no debería seguir jugando el papel de súper policía en el mundo. Más de un 50% considera, además, que Estados Unidos ha dejado de ser la potencia que era hace 10 años atrás y que debería concentrarse en la solución de sus problemas internos.
Un aliado inesperado
En medio de un intenso debate a favor y en contra de regresar a las fuerzas de intervención en Irak, un elemento adicional ha tomado a muchos por sorpresa. Según ha confirmado el propio presidente Obama, la amenaza de una guerra sectaria que amenaza hoy al gobierno y a la población civil de Bagdad y a la minoría chiíta que se reparte en la parte sur del país, ha obligado a Estados Unidos a voltear la mirada hacia Irán, un enemigo inveterado que hoy se convierte en aliado potencial para tratar de contener a las fuerzas del ISIS.
“Si observamos una actitud constructiva de Irán, exploraremos esa posibilidad”, reconoció Obama en un pronunciamiento que ha sido aprovechado por el liderazgo republicano para presentarlo como un blandengue y un inepto que, además, es capaz de pactar con uno de los peores enemigos de EU.
En medio de este forcejeo, el único republicano que se ha mostrado a favor de estos contactos ha sido el senador por Carolina del Sur, Lindsay Graham, una de las voces más influyentes al interior del partido republicano y el Congreso.
“Los iraníes pueden proporcionar algunas fuerzas para asegurarse de que Bagdad no caiga. Tenemos que coordinarnos con los iraníes y los turcos y, además, lograr que los árabes sunitas vuelvan a la mesa de negociaciones para formar un nuevo gobierno, pero sin el primer ministro, Nuri al-Maliki”, aseguró Graham en alusión a la necesidad estratégica que representan dos vecinos como Irán y Turquía y al convencimiento de que Al-Maliki se ha convertido en un obstáculo para la paz.
Para la mayoría de los analistas, el hecho de que el presidente Obama valore hoy la posibilidad de entablar una alianza hasta hace poco imposible con Irán, para evitar la caída de Irak en manos de los extremistas del ISIS, pone en evidencia dos hechos incontrovertibles: que Estados Unidos no volverá a mandar a sus tropas para sofocar una guerra sectaria en Irak y que la guerra que inició George W. Bush hace 11 años, se encuentra hoy muy lejos de escribir su último capítulo.