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J. Jaime Hernández Agenda Washington

J. Jaime Hernández/Corresponsal| El Universal
09:11Washington, Estados Unidos | Lunes 21 de octubre de 2013
La derrota de los cruzados del Tea Party, que se embarcaron en una desastrosa estrategia para tratar de descarrilar la ley de salud, no le ha dejado más remedio que actuar como se esperaría de un político oportunista...

Enrabietados por la derrota sufrida a manos del presidente Barack Obama, algunos republicanos que militan en las filas del Tea Party andan en plan de pataleo revanchista. Entre ellos, el senador por Florida, Marco Rubio, quien ya ha advertido que su disposición a favor de una reforma migratoria para este mismo año ha menguado:

"Creo que hacer realidad una reforma migratoria es mucho más difícil de conseguir que hace tres semanas", aseguró ayer Rubio durante el carrusel de los programas de opinión en la cadena Fox.

Para cualquier estudioso de los cambiantes ánimos en el Capitolio, no se necesitan más de dos dedos de frente para entender la corajina del senador Rubio. Es evidente que a partir de ahora, se hará del rogar. Venderá más caro su amor al presidente Obama y a los demócratas para sacar de las sombras a ese ejército de indocumentados que, desde siempre, han sido moneda de cambio.

Tanto de demócratas como de republicanos.

La derrota de los cruzados del Tea Party, que se embarcaron en una desastrosa estrategia para tratar de descarrilar la ley de salud, no le ha dejado más remedio que actuar como se esperaría de un político oportunista:

El presidente --dijo--, ha socavado la oportunidad de la reforma migratoria.

Pero, en honor a la verdad, habría que decir que desde mucho antes, el propio Rubio ya se había desmarcado del impulso que se le dió a la iniciativa de reforma aprobada en junio pasado por el Senado. De ser uno de los rostros que anunciaron en mayo pasado el proyecto bipartidista que apadrinaron un grupo de 8 senadores demócratas y republicanos, Marco Rubio se convirtió en uno de sus desertores de facto.

Poco a poco, el entusiasmo de Rubio se convirtió en silencio sepulcral. Su evidente repliegue de la defensa de la reforma no pasó desapercibido para nadie. Su necesidad de quedar bien con las bases conservadoras, le obligaron a dar un golpe de timón para defender la misma causa que su colega por Texas,Ted Cruz: el rechazo contra la ley de salud que impulsó Barack Obama en su primer mandato.

¿A cuento de qué viene entonces ahora el reclamo de que el presidente es el culpable de hundir las posibilidades de una reforma migratoria?. Pues a colación de la derrota de su tribu en el Tea Party, tras un pulso de 16 días que los retrató de cuerpo entero ante la opinión pública y un electorado que difícilmente recuperarán en el 2016.

En este contexto, el presidente Obama ha lanzado una nueva ofensiva para aprobar una reforma migratoria que fue promesa de su campaña en el 2008.

Por activa y pasiva, el presidente ya ha advertido que presionará a los republicanos para que la reforma sea una realidad antes de que concluya 2013. A su favor, tiene el apoyo de la comunidad latina, que le sigue considerando como la mejor apuesta para que más de 11 millones de indocumentados adquieran una vía a la ciudadanía.

En las últimas semanas, una coalición de líderes comunitarios, sindicales y religiosos han decidido subirse al coche que tripula Obama. Al parecer, ha llegado el momento de recrear de nueva cuenta el legendario juego de la gallina en el Capitolio, ese reto en el que dos competidores hacen las veces de halcón y paloma mientras apuestan en una carrera de autos.

Mientras Obama conduce sin que nadie ponga en duda su liderazgo, el vehículo de los republicanos parece una pecera infestada de pirañas. John Boehner, el líder de la mayoría republicana, tiene serios problemas no sólo para mantener a raya a quienes quieren hacerse con el volante, sino que tampoco sabe muy bien cual es el rumbo a seguir.

Además, un problema adicional para Boehner es que, al parecer, algunos miembros del Tea Party han decidido sabotear la carrera por adelantado, particularmente en el espinoso asunto de la reforma migratoria.

Sabedores de sus divisiones internas pero, sobre todo, de las resistencias de muchos de sus electores en sus distritos electorales, los insurgentes del Tea Party (entre ellos Marco Rubio) no quieren regalarle una fácil victoria a Obama.

Sobre todo, después de la humillación sufrida en la negociación por el techo de la deuda y tras un cierre de gobierno en el que se han dejado muchos pelos en la gatera.

A pesar de estas resistencias, el presidente Obama ya dijo que no piensa desacelerar. Todo lo contrario, sabe muy bien que es el momento de mantenerse firme al frente de una carrera que, de seguro, ganará, aunque al final, el resultado no sea la promulgación de una reforma migratoria, sino una humillación más para un partido republicano devorado por sus divisions internas que es incapaz de decidir a quien pone tras el volante de conductor mientras --si nada lo impide--, podría seguir avanzando hacia su propia autodestrucción.



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