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WELLINGTON.— Apenas pasa del mediodía y la quietud que caracteriza a la calle Cuba, una de las más transitadas en la capital kiwi, es interrumpida por los sonoros acordes provenientes de ese restaurante que casi siempre está lleno.

Resulta imposible confundirlos o no escucharlos. Es música de banda, mariachi o norteña, copyright del Viva México, propiedad de un paisano que hace poco más de una década llegó de paseo a Oceanía. El viaje sería de unos cuantos días... Mutó en eterno.

Nacido en el Distrito Federal, Manuel tuvo la idea de llevar los sui géneris olores, sabores y colores de la comida mexicana al fin del mundo. Hoy, es un empresario exitoso en Nueva Zelanda.

Su brazo derecho es Antonio, quien vive en Tierra Media desde hace 11 años y en 2006 se incorporó a un proyecto que hoy es sinónimo de éxito tricolor en Oceanía.

“La idea es que la gente conozca nuestra comida y los paisanos que hay por acá, no la extrañen”, asegura Antonio, quien presume un menú con sopa de tortilla, huaraches, quesadillas, huevos al gusto, tamales, arroz y hasta Jarritos, ese refresco de sabores distintivo de México.

La música no para... Y los pedidos tampoco. El lugar abre de 12:00 a 21:00 horas. Casi siempre, lleno.

Muchos de los ingredientes con los que se preparan los platillos se adquieren en Los Ángeles, California, a través de un intermediario, incluso los Jarritos. La idea, a futuro, es adquirirlos desde México.

Casi todos los empleados son compatriotas del dueño, pero hay una mesera neozelandesa, quien se ha familiarizado con la cocina mexicana, completamente alejada de los dulces sabores que caracterizan a las kiwi y maorí.

La estrella del lugar es la salsa más picosa. “La hacemos con varios chiles. Pocos la aguantan”, comparte Antonio.

Sueño que se convirtió en moda en Wellington. Cerca del Viva México hay otros dos restaurantes con menús similares. Uno pertenece a un argentino; el otro es de un neozelandés.

“De lo que más se conoce acá es la comida mexicana. Es muy bien aceptada por el neozelandés”, revela Leonora Rueda, embajadora de México en Nueva Zelanda, en charla con EL UNIVERSAL. “Se ha puesto tan de moda, que hasta gente de otros países ya tiene restaurantes así”.

Ninguno como el de Manuel, en el que se observa un póster de los Pumas, un cuadro de Pancho Villa, el infaltable altar a la Virgen de Guadalupe y estampas de Caifanes.

Trozo de México fácilmente identificable por sus colores y sonidos. Pocos, hasta los nuevos en Wellington, preguntan por su ubicación. No hace falta. La incesante música tradicional marca el camino a seguir.

Hoy, más de 10 años después, Manuel y Antonio están convencidos de que su vida está en el fin del mundo, en un país completamente distinto al que nacieron. Para ellos, no lo es tanto, ya que todos los días, cerca de las 12, cuando la banda o el mariachi comienzan a retumbar, sus corazones regresan a México.