Música y fiesta en el Festival Alfonso Ortiz Tirado
RECONOCIMIENTO. El escenario ya lo había calentado minutos antes la cantante Eugenia León, uno de los platos fuertes de la 31 edición de este festival tradicionalmente dedicado a la ópera, quien empezó la fiesta con temas famosos en su voz como "La Sandunga". (Foto: Fernando Ramírez/EL UNIVERSAL )
Enrique Patrón de Rueda alzó la batuta y los músicos de la Orquesta Filarmónica de Sonora comenzaron a tocar un popurrí con los más famosos mambos. El concertador miró al público y le pidió que hicieran del Festival Alfonso Ortiz Tirado una fiesta. Y se hizo. El Callejón del Templo se convirtió en una pista de baile.
Patrón de Rueda, uno de los directores con más personalidad en la escena mexicana, movía las caderas, alentaba a los sonorenses a moverse en una noche fría, con una permanente llovizna, los atrilistas sonreían, la gente gritaba ¡uno, dos, tres!, el número 8 fue el preámbulo de un estruendoso "¡mambo!".
El escenario ya lo había calentado minutos antes la cantante Eugenia León, uno de los platos fuertes de la 31 edición de este festival tradicionalmente dedicado a la ópera, quien empezó la fiesta con temas famosos en su voz como "La Sandunga".
Eugenia recibió la Medalla Alfonso Ortiz Tirado, destacado reconocimiento a nivel nacional que se otorga a trayectoria en el canto. "Soy una cantante que nació para cantarle a México", dijo a la asistencia.
"Piensa en mí" sonó a lamento, a súplica; "Mi querido capitán", un juego de seducción, travesura; "La paloma" es un grito de guerra, una presentación de principios y anhelos, "Sonora querida" es un canto de gratitud a la tierra que la abraza con fuerza. El concierto de León es un viaje de emociones.
Bajo el escenario estaba un chico que la mira con devoción, que celebraba sus sonrisas y sus miradas seductoras, el entusiasmo que le provocó la figura de la música popular lo hizo gritar "¡Eugenia León, presidenta!".
Patrón de Rueda y Eugenia León parecían bailar al mismo ritmo, él la dirigió en todo momento, para saludar al público que está de lado, para contener la voz potente por un instante y después soltarla como una bola de fuego; ella se dejó guiar, el resultado mereció todas las ovaciones.
El ambiente festivo continuó toda la noche por los callejones del Pueblo Mágico. Botas vaqueras y hebillas, caminando a lado de tacones y chamarras; los restaurantes a tope, el munudo y los hot dogs con tocino, la cerveza de lata y el tequila en una botella de plástico estacionados en una banca de la Alameda o en desfile frente a la policía municipal; la banda y los corridos, los ecos de la ópera en una iglesia, las rolas que suenan en cualquier discoteca; la juventud que busca el desmadre, las cantinas paras las camisas a cuadros y los sombreros con los bailes eróticos con vestidas. Una estampa del norte de México.
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