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La obra Historia de amor no es, pese a su título, en lo absoluto convencional, es, por el contrario, un montaje vanguardista, literalmente cinematográfico y vertiginoso, con una estética que cautiva de principio a fin, y es, además, una historia trágica, violenta y desgarradora.

La compañía chilena Teatro Cinema no usa a la tecnología como bastón, se sirve de ella para danzar, para hacer un recorrido por distintos departamentos, un automóvil, tiendas, calles, cantinas, estaciones de metro, un vagón, todo esto en un aparente simple, pero sobre todo preciso movimiento.

Teatro Cinema debutó ayer en el Festival Internacional Cervantino en el Teatro Cervantes con este montaje que ha sido llamado en Chile como "teatro cómic", y es que no hay otro modo de definirlo porque coloca, literalmente, a los dos actores Bernardita Montero y Julián Marrás, dentro de una historieta en movimiento.

La prensa chilena lo ha definido bien: "Se utilizan fondos y composiciones digitales, filmaciones y animaciones 2D y 3D, que se mezclan con los elementos tradicionales de la puesta en escena: escenografía, utilerías, iluminación, sonido y música. Toda esta amalgama de elementos fusionados permitirá conectar al espectador con la poesía de la imagen, donde el alto contraste y vertiginoso ritmo harán de la última parte de la trilogía una experiencia sin igual".

Y si visualmente no fuera poco, Historia de amor retrata la violencia de género. Un hombre, profesor de inglés, se encuentra con Sofía en la estación del metro, su belleza lo cautiva y decide seguirla porque está convencido de que es el amor de su vida.

Sofía llega a la puerta de su casa cuando es asaltada por él, el drama no cesa durante los siguientes 100 minutos. Él la viola en su departamento, es aprehendido y después liberado porque en Chile, las penas a los agresores sexuales son menores y la mayoría de ellos son puestos en libertad en tiempos breves, por lo que las víctimas suelen desistir de su denuncia.

A partir de su liberación, él la perseguirá el resto de su vida, las violaciones serán constantes y aunque ella logre escapar una y otra vez, él la encontrará para aterrorizarla con su sola presencia.

La estructura narrativa y la escenografía en movimiento con tomas con las que se puede ver, por ejemplo, el exterior e interior de una habitación, provocando que el espectador funja como una suerte de voyeur, permiten meterse en la cabeza del agresor, se sabe en todo momento lo que está pensando, por qué hace lo que hace, cuáles son las motivaciones de cada paso que da o retrocede.

Marrás habla durante todo la obra para contarle al espectador lo que está viendo desde diversos planos, mientras que Montero presenta una teatralidad física, sus parlamentos se reducen en su mayoría a monosílabos, pero su cuerpo expresa todas las emociones de quien ha sido ultrajada.

La obra transcurre sin parar en ningún momento, las transiciones son en tiempo real, inmediatas, un segundo se está en la habitación, al siguiente se está al pie del edificio, al siguiente dentro del automóvil.

El espectador sigue la acción en una constante carga de emociones, desde la risa que provoca un inquieto y cínico violador, hasta el asco, ira y desasosiego de su víctima. Una violencia hacia la mujer que tiene testigos pero que es capaz de inmovilizar a una sociedad entera.

Historia de amor, basada en la novela homónima de Régis Jauffret, se presenta nuevamente hoy a las 18:00 horas en el Teatro Cervantes.

jlc