'Nadie te va a creer; si dices algo te voy a matar'
Eran pasadas las 7:00 de la noche del 4 de marzo de 2013. El
camión de pasajeros de la ruta 04 con número económico 344 que venía del Estado
de México a Pantitlán, circulaba sobre Churubusco y estaba semivacío: sólo un
par de pasajeros en la parte delantera y, sentada en los últimos asientos, una
mujer joven, a quien llamaremos Alejandra, vecina de Chimalhuacán, madre de
cuatro niños, cuyo esposo se encuentra en la cárcel.
A unas pocas cuadras de la estación del Metro Pantitlán, a la altura de la
calle 5, el chofer detuvo el vehículo y anunció que éste se había descompuesto,
que tomaran el que sigue. Los pasajeros al frente bajaron por la puerta
delantera. Alejandra tocó el timbre para que le abrieran la puerta trasera. No
ocurrió. El chofer entonces le dijo a su cobrador:
-Síguete, mi chavo. Y éste se fue.
El hombre se dirigió a la parte trasera, con desarmador en
mano. Fue cuando Alejandra lo reconoció: era Pedro, de unos 29 años, que había
trabajado como chofer de su suegro. Ella le advirtió que lo iba a acusar con
sus familiares.
-Nadie te va a creer, y si dices algo te voy a matar, reviró
él. Comenzó a besarla y a manosearla, y le arrebató su bolsa, una de plástico
rosa con plateado, donde llevaba cuatro mil pesos para el abogado de su marido.
Pedro la hirió -si bien, no de gravedad- en el estómago. Ella pudo zafarse y se
bajó corriendo del autobús.
Corrió hasta el paradero de Pantitlán, donde hay una pequeña
oficina del Ministerio Público y allí acudió, pero le dijeron que le
correspondía la agencia 5 de la delegación Venustiano Carranza. Alejandra se
trasladó y llegó pasadas las ocho de la noche. A la entrada la recibieron unos
policías auxiliares, quienes la canalizaron con una agente del Ministerio
Público. La agente -de quien Alejandra nunca supo el nombre- le preguntó las
calles que rodeaban Churubusco y calle 5.
-No sé, contestó Alejandra, no vivo por ahí.
-Entonces no le puedo levantar la denuncia, dijo la
servidora pública.
Los policías auxiliares se solidarizaron con la joven y la
acompañaron a buscar al agresor. Preguntaron con el checador de la ruta y éste
dijo que ya no había regresado.
Alejandra se fue a su casa y lloró durante toda la noche. Al
día siguiente ya no se presentó a denunciar. Pero el abogado de su esposo,
Martín Martínez, la convenció de no dejar el asunto impune. El 18 de marzo se
presentaron ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF),
en donde, tampoco quedó registrada la queja, si bien presionaron a la agencia 5
de Venustiano Carranza para que les dieran "la atención".
La denuncia quedó asentada ese mismo 18 de marzo, en la
averiguación previa FUC/VC-5/00214/13-03RI, por el delito de abuso sexual
agravado y robo. Una sicóloga realizó un peritaje para determinar si la
denunciante había sido víctima de abuso sexual; concluyó que sí, sostiene el
abogado de Alejandra, sin embargo, hasta ahora no se les ha permitido tener
copia de su expediente.
El 19 de marzo Pedro, de 29 años, fue detenido y encarcelado
en el Reclusorio Norte. Alejandra jamás fue llamada a declarar. Sin embargo, sí
llamaron a los testigos del detenido; entre ellos una mujer que aseguró haber
trabajado como cobradora ese día, con Pedro. Describió a Alejandra como
"gordita, chaparrita, güerita". La víctima, si bien es bajita, tiene piel
morena y cabello negro.
El acusado agregó que era una venganza por parte de ella por
haber declarado en el juicio contra su esposo. Alejandra sostiene que, si bien
él fue llamado a declarar como testigo, jamás lo hizo, y "esto está el
expediente", añade.
El 2 de junio, Alejandra se enteró que habían dejado ir a
Pedro porque se lo encontró en el paradero de Pantitlán. Éste la agarró por los
brazos y le dijo que si volvía a denunciar, él iba a decir que eran amantes y
la iba a matar. Después la siguió y le tomó fotografías.
En el Ministerio Público le decían que "terminando agosto se empezarían
a mover", a investigar el caso.