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La marca de los nietos de Allende y Pinochet

Claudio Gaete y Paula Coddou El Mercurio / Chile / GDA /| El Universal
Jueves 12 de septiembre de 2013
La marca de los nietos de Allende y Pinochet

PERSONAJES. Maya Fernández Allende (derecha) y Augusto Pinochet Molina (izquierda). (Foto: ESPECIAL )

Parte de una misma generación, Maya Fernández Allende y Augusto Pinochet Molina vivieron bajo el peso del apellido y de las figuras de Salvador Allende y Augusto Pinochet, sus abuelos. Aquí ambos reconstruyen sus propios 40 años

MAYA FERNÁNDEZ

Los recuerdos de su madre, Beatriz Allende, la "Taty", son difusos, como fotografías desenfocadas. "Un día ella llegó con su pelo muy corto y crespo. No me gustó, pero desgraciadamente son como imágenes, no puedo hacer un relato, es una pena. Me habría gustado haber tenido más recuerdos de la Taty".

Maya Fernández (41) vivía junto a sus padres en Playa, un municipio de La Habana, cerca de un lugar que se llama La Copa, hasta donde habían llegado exiliados tras el golpe.

Cuatro años después, el 11 de octubre de 1977, su madre se suicidó. Maya tenía seis años.

-¿Quién le comunicó la noticia?

-Estaba con la Mitzi y ella me dice que mi madre había fallecido. Ahora, no sé si fue la única persona que me habló de esto, pero sí tengo ese recuerdo cuando me dicen "la Taty murió". Agradezco que me lo hayan contado así y no que me hubieran dicho una historia como se suele hacer con los niños. Yo hubiera querido que la mamá no se muriera, era una gran mujer. Me habría encantado conocerla, después que todo el mundo me habla tanto de ella, de lo maravillosa que era, una mujer luchadora, muy integrada, con muchos ideales.

Me dije, pucha, que lata no haber podido conocer a esta mujer. Pero tuve la suerte de tener una gran, gran madre, que fue la Mitzi. Ella se entregó en cuerpo y alma a nosotros.

Tras el suicidio de la Taty, el cuidado de Maya y sus hermanos lo asumió Mitzi Contreras, hermana de Miria, más conocida como "la Payita", la secretaria personal del Presidente Salvador Allende. Mitzi era una mujer separada, con un hijo en Cuba y otros dos en Chile.

-Después de la muerte de mi madre, nos mudamos a otra casa, en el mismo municipio Playa, con la Mitzi y su hijo. Mi papá siempre estuvo cercano, pero no estaba en condiciones de criarnos. Mi madre y la Mitzi tenían buena relación y tuvimos en la Mitzi a la mejor de todas las madres. Ella fue muy presente, siempre estaba cercana a nosotros.

-Su madre dejó una carta que usted nunca quise leer.

-Yo no sé si nunca quise leerla, nunca la he leído. Y después nunca supe quien tenía la carta. La verdad es que la carta no era mía, ella la deja y no la he visto.

-Pero llama la atención que no tenga curiosidad por querer leerla.

-Tal vez porque yo estoy en paz con las decisiones de mi madre. Es raro. Yo entiendo muy bien lo que sufrió mi madre, la muerte de su padre, la forma en que murió fue un gran dolor para ella. Ella era muy cercana, además después estuvo muy metida en el tema solidaridad con Chile, todo el tiempo se enteraba de amigos que estaban desaparecidos, o eran torturados, eso era muy difícil. Imagínate cuando ella se entera de todas las penas que están sufriendo. Yo creo que ella tenía una pena en el alma de saber todo lo que estaba pasando en Chile. Yo estoy en paz con esa historia.

Maya Fernández, hija de Luis Fernández Oña y Taty Allende, nieta de Salvador Allende, recuerda sus años en La Habana:

-Soy habanera de residencia.

Allá estuvo en varios colegios. A los 10 años Mitzi decidió ponerla en el Solidaridad con Chile, un internado, donde iban principalmente los hijos de los exiliados chilenos, donde estuvo hasta los 12.

-Eso marca mucho en la vida. Como experiencia no puedo decir que fue traumática, la verdad es que nos trataban muy bien. Ahora, uno se da cuenta de que es chico, y yo no sé si pondría a mis hijos de internos a los 10 años, creo que no. Pero allí se generaron amistades y lazos para toda la vida. Chilenos y cubanos. Estudiamos con las hijas de Pablo Milanes, la hija de Silvio Rodríguez, Violeta, y niños de otras nacionalidades.

-¿Era feliz?

-Sí, muy feliz. Pero con mi hermano nos dábamos cuenta de que igual éramos niños con una fuerte carga emocional. Nuestros padres sufrieron mucho el exilio y por lo que estaba pasando en Chile, las noticias de las violaciones a los Derechos Humanos, pero así y todo, el colegio era un espacio alegre del que tengo buenos recuerdos.

-¿En qué momento toma conciencia de quién es usted: la nieta del Presidente de Chile que se suicidó en La Moneda?

-No sé si hay un momento exacto, para ser justa. No creo que exista un momento especifico que uno diga a partir de esto me sucedió. Siempre nos hablaron de Chile, de mi abuelo, de mi madre, lo tenía muy presente. No era algo ajeno a mi vida. Ahora, creo que sin dejar de ser Chile mi patria, lo bueno es que también Cuba pasó a ser mi patria y eso fue muy bonito. Siempre lo sentí como estar en casa. Yo no tuve una vida distinta a la vida de los niños del barrio, éramos amigos, mi mundo era los amigos del colegio y del barrio.

Después de salir del internado ingresó a una escuela de Deportes. Le encantaba jugar tenis de mesa y el hecho de ser zurda le otorgaba un gran talento, al punto que un profesor le propuso que ingresara a una escuela especial. Lo hizo.

-En mi escuela partíamos muy temprano y practicábamos hasta el mediodía, después almorzábamos y en la tarde teníamos clases regulares, de matemáticas, lenguaje, historia.

Salíamos del colegio como a las siete de la noche. Era una jornada bien intensa, muy larga.

Después de un año se dio cuenta de que su vocación no era el tenis de mesa. Volvió al colegio del barrio -Angola-, que quedaba en la esquina de la calle donde estaba su casa.

-Eso fue muy bueno porque como era el colegio del barrio, todos mis amigos del sector iban ahí también. Allí forjamos una amistad de toda la vida que se mantiene hasta hoy, aunque muchos de ellos están en distintos países, nos escribimos por Facebook. En Cuba hay mucha vida en la calle, salíamos a jugar, nos juntábamos a conversar, a tomar helado, íbamos a la playa, a andar en bicicleta. Se incentivaba mucho el que nos encontráramos después del colegio.

Después, a los 16 años, entró a un colegio preuniversitario. Y después estudió un año de Biología en la Universidad de La Habana, antes de regresar a Chile.

**********

El No había ganado el plebiscito de 1988 y se preparaban las elecciones presidenciales de 1989. Muchos exiliados comenzaron a regresar al país. Mitzi también pensó que era tiempo de volver. En 1989, ella viajó a Santiago para buscar una casa y preparar el regreso de Maya y su hermano Alejandro. En Santiago se sintió enferma, fue al médico y le diagnosticaron un cáncer al pulmón. Fulminante. Maya no alcanzó a despedirse de ella.

-Uno dice que de repente los dolores los olvida y creo que yo los guardé. Todavía recuerdo cuando Max Ropert, hijo de la Payita, me cuenta que mi madre está enferma. Yo me quedé con la sensación de que la cosa no iba bien. No nos quiso decir nada más, solo que era algo grave. Y después la Mitzi muere rápidamente. Creo que una de las cosas que más me han dolido es no haber estado con ella. Yo vine a Chile recién en el 90, de vacaciones... La historia de mi madre me da pena -dice entre sollozos.

Volvió a Chile en septiembre de 1990. Tenía 19 años y lo hizo por curiosidad. También porque ese mes se realizó el funeral oficial de su abuelo en el Cementerio General, con Hortensia Bussi -la "Tencha", su abuela- y el Presidente Patricio Aylwin.

Tras un breve retorno a La Habana, decidió venirse definitivamente en 1992 para terminar su carrera de Biología en la U. de Chile.

-Mi familia ya toda estaba acá. Habían vuelto del exilio y eso era importante para mí, porque era el reencuentro con todos. La Mitzi no solo pasó a ser mi madre, sus hijos pasaron a ser mis hermanos. Yo tuve una familia muy ampliada. Por eso, a pesar de haber sufrido muchos dolores, tuve gente que nos quiso y me di cuenta de que la familia no sólo tiene que ver con los nexos de sangre, tiene que ver con el cariño. Yo tuve esa experiencia, nosotros fuimos muy queridos y con muchas penas. Te diría que después de las muertes de mis madres, las penas más grandes fue la muerte de tres primos muy jóvenes: Esteban, quien murió en Cuba, luego José Miguel, nieto de la Paya, que también fue un golpe duro y después Gonzalo, el hijo de Isabel.

-¿Cómo era la "Tencha" como abuela?

-Creo que cuando vivíamos en Cuba era más distante. Ella vivía en México y nos visitaba unas dos veces al año, pero en esa época se dedicó mucho a denunciar al mundo lo que ocurría en Chile, y yo ahora la entiendo. En ese momento, como niña, no entendía mucho esta abuela distante y ahora me doy cuenta de que era una mujer luchadora. Recién cuando volvimos a Chile creo que se permitió ser abuela y eso fue maravilloso. Todos los sábados nos juntábamos a almorzar con ella en su casa. Es una de las cosas que más extraño. Era una mesa redonda donde nos juntábamos a almorzar y siempre había debate en la mesa.

Invitaba a muchos amigos y creo que mi abuela nos dio una especie de educación cívica. Discutíamos temas de contingencia, de política. Recuerdo que uno era adolescente y salía de carrete los viernes, pero el sábado nos levantábamos temprano y hojeábamos el diario, porque si no sabíamos lo que ocurría nos quedábamos abajo en los almuerzos. Eso lo agradezco, porque ella nos fomentó siempre leer, estar en la actualidad. Si no nos leíamos el diario, nos llegaba un reto. Era muy apoyadora, una mujer muy visionaria, moderna. Al final fue esa abuela cálida, y más aún cuando nacieron los bisnietos. Ella siempre pedía que la hicieran bisabuela y yo le di el primer bisnieto, mi hijo Fernando, de 12 años. Eso fue una alegría enorme para ella.

-¿Cómo fue el momento en que fue a La Moneda en 1990?

-No sabía qué iba a sentir cuando fuera, qué me iba a pasar. Pero, lejos de salir huyendo, sentí como una paz. Fue bonito darme cuenta de que había tantas historias y tantas cosas que necesitaba saber.

-¿Cuál es su visión de Salvador Allende hoy?

-Yo admiro muchas cosas de Allende, pero la lealtad para mí siempre ha sido muy importante. Él fue un hombre de palabra. Un gran político, siempre vinculado a los temas sociales. Admiro su entrega. De Allende se podrán decir muchas cosas, pero nadie va a decir que faltó a su palabra, fue un hombre leal a su gente. Y eso nos deja una enseñanza.

-¿Le significa también un peso?

-En mi familia nunca nos obligaron o nos dijeron "tienen que ser como tu abuelo". Siempre nos dijeron "ustedes tienen que ser ustedes". Y en ese sentido el peso es positivo, es un ejemplo positivo. Mi abuelo, por lo que me dicen todos en mi familia, lo que más le habría gustado es que cada uno eligiera su propio camino. Más que tratar de ser como él, que cada uno construyera su propia historia.

Su inserción en Chile no le fue difícil, asegura. Muchos de sus compañeros en la universidad eran hijos de exiliados y la ubicaban. Pero se encontró con su prima, Marcia Tambutti, la segunda hija de la senadora Isabel Allende, quien vivía en México y a quien considera como su hermana.

Maya sacó su título en Biología y después ingresó a estudiar Medicina Veterinaria, también en la U. de Chile. Se tituló en 2002 y trabajó en el SAG. Después en la dirección de Relaciones Internacionales Económicas de la Cancillería. El año pasado estuvo a punto de ganar la alcaldía de Ñuñoa, frente a Pedro Sabat. Hoy está en plena campaña para ser diputada por Ñuñoa y Providencia.

En 2010 nació su segunda hija.

Le puso Beatriz, como su madre.

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AUGUSTO PINOCHET MOLINA

Augusto Pinochet Molina dice que hoy ve menos a sus primos Pinochet. Que no tienen ningún ritual pero que a veces se juntan donde la abuela, Lucía Hiriart, en la casa de La Dehesa . Él la ve poco, pero cuenta que ella es muy cariñosa con él. "Mi abuela tiene un mundo propio, me pide que lo vaya a ver, me reta porque no voy, pero vive muy lejos".

-¿A usted y sus primos los afectó como primos la división entre sus tíos?

-Para mí siempre fue un tema de mucha lástima, me dio mucha pena la verdad. La división entre mis tíos, con mi padre, entre ellos, fue muy triste. La división venía de hace mucho tiempo. Se murió mi abuelo, que era la poca cosa que quedaba que los unía, y desapareció.
Dice que tampoco él ve a mucho a su papá hoy.

-¿Están distanciados?

-No, nuestras rutinas no se juntan no más. Eso es todo.

-Como está la familia Pinochet a 40 años del golpe?

-Está totalmente atomizada.

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Augusto Pinochet Molina fue el número seis de los 26 nietos que tuvo Pinochet de sus hijos Lucía, Augusto, Verónica, Marco Antonio y Jacqueline. Los Pinochet Molina no eran los más cercanos al general, quien era más apegado a los hijos de sus hijas. Los problemas que tendría Augusto hijo con el general Pinochet influyeron -dice hoy Augusto Pinochet Molina- en esa distancia.

"Yo creo que el problema más grave que tuve con mi abuelo fue mi padre. Yo notaba que mi abuelo amaba a mi padre pero le era muy difícil. Yo sabía historias generales no más y no como habían sido realmente las cosas. Nunca nadie me quiso decir nada, entonces dejé ahí el tema. Pero siempre sentí que había una barrera entre mi abuelo y yo por eso".

El papá de Pinochet Molina estuvo involucrado en un episodio que se convirtió en uno de los más tensos de la transición. El llamado caso "Pinocheques" o Valmoval, donde se procesó a cinco personas por fraude al fisco, entre ellos Pinochet Molina, y se investigó el pago de un cheque de 900 millones de pesos de parte del Ejército en favor del hijo del general Pinochet en una operación por venta de armas. Tras el boinazo de 1993, el presidente Frei esgrimió "razones de Estado" para no insistir en el procesamiento.

-¿El problema principal que su abuelo tenía con su papá fue por lo que pasó antes, por los Pinocheques?

-No, si me hablas de los Pinocheques, eso fue culpa de mi abuelo. Eso fue en el Ejército, y ¿quién comandaba el Ejército? ¿O crees que mi abuelo no sabía eso? Obviamente lo sabía.

-¿Cómo vio después el tema de los dineros del general Pinochet, y de las cuentas en el Riggs?

-Eso fue un golpe bien fuerte. Porque yo vi todo lo que sufrió mi padre, y mi abuelo siempre mostrada como que lo quería ayudar pero que no podía, por un tema económico.

Era mucha plata. Y después me di cuenta que no, que sí tenía plata como para haberlo ayudado. Y fue difícil para mí asumirlo. Pero no lo juzgo.

Augusto Pinochet Molina dice que después del poder, vino el tema del dinero. Y los mayores problemas porque "empezó a ser algo importante".

-¿Por qué?

-Mi abuelo era un soldado, nunca lo vi asustado. Incluso una vez que casi nos matamos en un avión ni siquiera pestañó. Pero ahora pensó en su familia: ‘voy a entregar la Presidencia, aquí puede pasar cualquier cosa, me pueden matar hasta a mí', pensó en tener recursos por si tenía que salir de Chile; y por otra parte tenía un séquito de personas diciéndole que tenía que hacerlo. Tenía amigos en el extranjero, asesores, que le decían que se hiciera un colchón, lo presionaron mucho con eso. Yo le echo la culpa al dinero de todo lo que pasó. Y en mi familia todos se disgregaron, todos fueron a buscar lo suyo. Y si alguien veía que su parte de veía amenazada por otro, empezaban los conflictos".

-¿Cree que su abuelo se equivocó?

-No fue culpa de mi abuelo. Pero mi abuelo tenía una debilidad: le tenía respeto al dinero.

Creo que era un hombre ambicioso, tenía ambiciones políticas y tenía ambiciones dentro del Ejército, quería llegar a comandante en jefe. Y fue un hombre de clase media, pasar normal, pero se metió con una mujer cuya familia era mucho más alta que él. Yo creo que en ese sentido lo hicieron pasar bastantes humillaciones.
-¿Le hubiera gustado que él saliera del gobierno y del poder y dijeran; el general Pinochet tenía 20 millones de pesos al morir y no 25 millones de dólares?

-Yo no voy a juzgar lo que hizo mi abuelo, no sé por qué lo hizo, había muchos factores que influyeron. Me hubiera gustado que hubiese sido más trasparente.

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El general Pinochet no esperaba que sus nietos fueran militares o que cumplieran un rol político. Augusto Pinochet Molina interrumpió en 2006 su carrera militar, el día del funeral de su abuelo, y la política le ha sido esquiva, aunque la ha buscado.

-¿Usted nunca el peso de su nombre?

-Nunca me interesó. Nunca me ha importado- dice hoy.

Augusto Pinochet Molina, rubio, bajo, macizo, debe ser el nieto más parecido a su abuelo paterno, pero hoy pasa desapercibido en el Tavelli de Manuel Montt, donde los mozos sí lo saludan como cliente habitual. Vive a pocas cuadras de ahí, en un pequeño departamento en Antonio Varas, donde tiene en el living una gran pantalla de televisión, un juego de comedor oriental que encontró en un anticuario, un libro de Kant en una mesita lateral, y en otra, una foto junto a su padre y su abuelo y otra imagen en que aparece vestido de comando, el día que terminó su curso de paracaidista.

Está cesante desde la derrota del alcalde Cristián Labbé frente a la hoy edil Josefa Errázuriz en noviembre del año pasado. Trabajó con él en el departamento de seguridad de la Municipalidad de Providencia "pero no me podía quedar ahí. Si no me echaban, me iban a hacer la vida muy difícil", dice. "Esa gente tiene mucho odio".

Hoy está pensando en emigrar a México y trabajar en turismo. Mientras, vive de las rentas que le dan la venta de unas propiedades que le dejó su madre a él y a sus hermanos al morir, dice.

-¿Se arrepiente del discurso que dio tras la muerte de su abuelo?

-No, jamás.

El 12 de diciembre de 2006, Augusto Pinochet Molina era capitán de Ejército Para el funeral de su abuelo leyó un polémico discurso donde justificaba el Golpe y criticaba a los jueces que procesaron a Pinochet. Su abuela, Lucia Hiriart, le tomó las manos y le dijo:

"Muy bien mijito!"

A Pinochet Molina le costó su carrera militar de 14 años en el Ejército.

"Fue el precio a pagar no más. Pero está bien, ya pasó. Fue una época importante que ya fue. No volvería al Ejército".
Hasta el discurso, trabajaba en el Comando de Telecomunicaciones en Peñalolén, en la unidad de informática.

Después de eso, buscó ocho meses trabajo hasta que entró a la Municipalidad de Providencia, donde estuvo a cargo de la flota de vehículos. Dice que fue muy feliz ahí.
Entre medio se casó y tras un corto período se separó. Hoy está solo.

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Los 40 años del Golpe coinciden con los 40 años de Augusto Pinochet Molina. Nació después de su hermana Verónica, en abril de 1973, en Chuquicamata. Después nacieron Cristóbal, que hoy es profesor de artes marciales y trabaja en un gimnasio, y Sebastián.

El día del Golpe, Augusto tenía cinco meses. Su padre estaba destinado en una unidad en Calama. Al poco tiempo se vinieron a Santiago, y luego a Estados Unidos, en el primero de los tres períodos que vivirían en ese país.

"Cuando tenía como 5 años, vivimos con mis abuelos un buen tiempo porque nos estábamos construyendo una casa acá en Santiago, en la calle Nuestra Señora del Rosario", recuerda.

-¿Cuándo tuvo la noción de quién era su abuelo?

-En ese año y tanto que vivimos con él. Ahí empecé a notar de qué se trataba. Era una tremenda casa, antigua, y siempre estaba lleno de autos, de gente, era todo un mundo, cocineros, de todo. Ese mundo era muy entretenido para mí. Conversaba con los escoltas. Pero ahí empecé a entender también que era distinta la vida para mí.

Por ejemplo, en el trato que le daban sus compañeros de curso, en el Santiago College. "Se notaba que tenían una cosa conmigo y yo no entendía por qué".

Eran tiempos de mucho aviso de bomba en el colegio, en que todos los alumnos tenían que evacuar. En que iban siempre con el escolta y chofer al colegio. El primero ser quedaba siempre dentro del establecimiento hasta que las clases terminaban Y de ahí con él y el chofer a la casa.

Augusto dice que "cuando mi abuelo fue Presidente había mucho poder. Y el poder se sentía, hasta yo lo sentía".

-¿En qué?

-En que eras Pinochet y la gente se te tiraba al piso, se te arrodillaban, era un poder gigantesco. Mi padre fue víctima de eso. No estaba capacitado para tener eso.

Mientras vivieron con el general Pinochet, él los levantaba a las 6 de la mañana, tocando la diana. Augusto se ríe a carcajadas recordando. Fueron buenos tiempos para él. La familia estaba unida, sus padres juntos.
"Las celebraciones del 11 eran maravillosas. Siempre misa en la escuela militar y después un almuerzo en la casa. Eran bonitos".

En esos años los nietos coincidían en Bucalemu, a 140 km al suroeste de Santiago. En esos años Pinochet, eran un clásico las funciones de cine para hijos y nietos. "A mi abuelo le gustaban mucho las películas de Cantinflas, de Adriano Celentano, ¡las gozaba!". Esa tradición la traían después la seguirían en Los Boldos.

-¿Y cuando tuvo noción de lo controvertido que era su abuelo?

-Cuando vivía en Estados Unidos, ya un poco mayor. Tenía como 10 años. Siempre salía propaganda muy negativa sobre Chile. Eran los '80, las protestas. Me daba susto por mi abuelo. Pensaba que lo podían matar"

Su segundo período en Estados Unidos fue entre el 80 y el 85. De los 8 a los 13 años.

Vivían en Sacramento, California, donde Augusto Pinochet Hiriart usó en un momento la identidad de Augusto del Pino y trabajaba para el consulado de Chile en la ciudad, como asesor económico. Él también se hacía llamar Augusto Pino en el colegio particular y luego en el público donde estudiaba.

En 1986 se volvieron a Chile, al Santiago College y a su casa de Nuestra Señora del Rosario. Fue el año del atentado a Pinochet regresando del Melocotón. Augusto se enteró viendo la televisión.

En 1988 Pinochet perdió el plebiscito y el 90 Augusto Pinochet Molina se fue de nuevo a Estados Unidos con su familia. "Fue una época difícil además porque no me acostumbraba al orden que había allá, a las formalidades". Algunos profesores le decían que Chile "había sufrido mucho con mi abuelo, y para mí era difícil hablar con ellos y explicarles cómo habían sido las cosas. No estaban muy dispuestos a escucharme".

Viviendo allá, los padres de Augusto se separaron en 1991. Augusto Pinochet Hiriart se quedó con la custodia de sus hijos.

"Cuando mi madre decidió separarse lo llamó por teléfono. Él viajó inmediatamente a Estados Unidos a buscar a mis hermanos. Yo estaba acá en Santiago pasando una temporada. Mis padres en ese momento tenían una cantidad de plata importante que estaba dividida entre él y ella. Y ella le dijo que le entregaba a sus hijos si él le entregaba toda la plata. Mi padre le transfirió todo el dinero y se los trajo inmediatamente a Chile.

-¿Sus hermanos quedaron muy resentidos con eso?

-No, no sé. Mis hermanos siempre le tuvieron gran cariño a mi madre. Pero fueron tiempos muy complicados, muy complicados. Yo estaba muy asustado, tenía mucho miedo de lo que iba a pasar conmigo.

Augusto vivía en ese momento con su padre, en la casa de su abuelo Augusto Se sentía seguro pero muy solo. No era su casa.

-¿Como fue esa vida con abuelos?

-Mis abuelos siempre fueron algo muy predominante dentro de la familia. Si vivíamos en Estados Unidos yo viajaba desde allá y me quedaba acá un mes. Mis padres volvían a Estados Unidos y yo me quedaba acá un tiempo más en la casa de mis abuelos.

Pero Augusto Pinochet Molina dice que nunca tuvo una relación tan privilegiada con su abuelo, pese a llevar su nombre. Recuerda, por ejemplo, los largos silencios del general Pinochet cuando ambos se sentaban a comer. "Yo me sentaba a comer y no se hablaba ni una sola palabra entre los dos. Yo quería saber más de él, meterme en sus secretos. Era más curioso. Pero con mi abuelo tuvimos una relación muy bonita, fuimos buenos amigos, siempre me aconsejó y me dijo cosas".

-¿Qué consejos?

-Como que no te cases (se ríe). Me lo decía en serio, estaba enojado conmigo cuando me casé. Él quería que yo me casara con una persona de alcurrnia (marca la palabra y se ríe) Él veía el matrimonio como un negocio en el fondo. Así lo miraba. Estás haciendo un pésimo negocio, me dijo. ¡Y tenía toda la razón!, qué te puedo decir.

Augusto recuerda que toda esa época "para mí fue dura, ¡fue muy dura! Ver como mi familia se desmoronaba. Yo me quede viviendo solo un año en un departamento. Solo".

Augusto Pinochet y Lucía Hiriart tenían poco tiempo para ellos: "El sostén de ellos era básicamente económico, en el sentido de tener casa, colegio, ese tipo de cosas. Más que mis abuelos, él vínculo más importante para un niño son sus padres. Y a mi padre los tuve muy poco".

Un tiempo después, Augusto volvería a vivir con su madre y sus hermanos, que regresó a Chile, en 1992. "Pero fue muy tormentoso. Lo pasé muy mal. Y mi padre desapareció, nunca supe bien lo que hizo, al parecer se fue a Argentina, después a Europa. Estuve como dos años sin saber nada de él"

El año pasado Verónica Molina se suicidó

"Fue muy triste, pero fue algo que yo en cierto sentido esperaba. No sabía si iba a suceder luego o no, pero de alguna forma lo sentía.

-¿Cree que a su mamá la afectó mucho él estar casada con su padre?

-Mi mamá tuvo una vida muy dura. Mi abuelo materno es alcohólico y era un hombre difícil. Y esa situación gatilló que mi mamá quisiera salir de su casa y se casó con mi padre.

Ella tenía 17 años y él 26. Al principio mi papá era un hombre súper esforzado, oficial de Ejército, tenía camiones, de no muchos recursos, de esfuerzo. Pero después con el tiempo las cosas empezaron a cambiar, mi padre empezó a hacer dinero y la dinámica de la llegada a la Presidencia de mi abuelo lo cambió tremendamente. Desapareció. Yo lo veía tres veces al año.

Augusto Pinochet Molina entró al Ejército en 1993, cuando su abuelo era aún el poderoso comandante en Jefe. Antes estudió dos años en la Universidad Finis Terrae ingeniería comercial, pero no le gustó. Escogió caballería blindada, a diferencia del general Pinochet, que era de Infantería.

En la Escuela Militar, como oficial, le tocó ver el momento en que su abuelo le entregó la comandancia en jefe del Ejército a Ricardo Izurieta, en 1998.

"Yo creo que nunca lo vi triste la verdad. Nunca lo vi llorar, jamás. Jamás le vi caer una lágrima. La única vez que lo vi emocionarse al punto casi de llorar fue cuando se estaba despidiendo en el Diego portales. Era un soldado cien por ciento".

Siete años después él también se sacaría el uniforme, después que al otro día del discurso en el funeral de su abuelo, su superior le comunicara en el comando de Telecomunicaciones que lo iban a dar de baja.

Dice que guardó su uniforme un rato y que al tiempo se deshizo de él.

**********

Cuando detuvieron a Pinochet en Londres, su nieto Augusto estaba partiendo a Holanda, a un curso. Desde ahí, viajaba los fines de semana a verlo. Primero recién operado, después en Virginia Waters.

En la pieza de hospital su nieto Augusto Pinochet Molina tuvo con su abuelo el momento de mayor cercanía en la relación de ambos. Era el 25 de noviembre.

"Lo fui a ver para su cumpleaños -cumplía 83-. Yo estaba en Holanda y compartimos todo un día juntos, nunca habíamos hecho eso. Ya se estaba terminando el día, y él dijo que le encantaría comer un helado. Le dije ‘pero para qué se hace problema, yo le voy a comprar un helado'. Me quedó mirando con una cara de niño chico y me dijo: ‘¿Tenís plata?' ".

Augusto Pinochet Molina se ríe a carcajadas. "Y partí a comprarle el helado y lo gozó. Y sentí que en ese momento le pagué todo lo que él había hecho por mí con algo tan simple".

La detención de Londres cambió todo. Los Pinochet coinciden en privado que, al no estar el general Pinochet, que los aglutinaba a todos, la familia se fue distanciando.

-¿Su mirada hacia su abuelo es más crítica que del resto de la familia?
-Para mi el Riggs es una verdad a medias, más montaje que verdad. Me parece absolutamente inflado, y mal manejado por mi abuelo y la gente que lo asesoraba. Una verdad a medias y con el tiempo me he dado cuenta que no hubo ningún delito ahí.

-¿Cuál fue el mayor error del general Pinochet?

-Haber confiado en hombres por el simple hecho de la posición que tenían, o el dinero que tenían. Como Manuel Contreras, ese tipo de gente.

-Y así como usted dice que su abuelo sabía todo lo de las platas del Ejército, ¿sabía todo lo que hacía el general Contreras?

-No. Manuel Contreras era un agente de la CIA y se manejaba solo, anda tú a saber la información que le entregaba a mi abuelo y la que se guardaba él.

-¿Nunca le preguntó a su abuelo sobre derechos humanos?

-No, no. Y no me hubiese respondido.

-¿Y hoy le duele que la figura de su abuelo esté tan cuestionada, incluso por parte de la derecha?

-Es que nunca nadie lo apoyó realmente. Eso a mí me queda claro. Y a la clase política no le tengo ningún respeto. Se han aprovechado al máximo, al máximo, de lo que él dejó, le han sacado el jugo, se hayan hecho multimillonarios.

Hace un tiempo a Augusto Pinochet Molina un grupo de personas que intentaba reflotar "Avanzada Nacional" le ofreció ser candidato a diputado por Concepción.

Dice que lo vio como una "buena oportunidad para levantar mis ideas políticas" -como defender la línea económica del régimen militar, explica- , y partió a la región. Pero después hubo problemas en la inscripción de Avanzada, le sugirieron ir como independiente, y después, que tenía que negociar cupo con RN. "Así que les dije ¡hasta luego! hasta ahí no más llegó".

-¿Estaría dispuesto a una candidatura?

-No sé. En un momento me entusiasmé pero como veo las cosas ahora, tengo pocas esperanzas.

-¿Por qué se quiere ir a México?

-Me quiero desaparecer un tiempo, quizá trabajar allá en turismo en otras cosas, y cambiar un poco.

-¿Por qué a México?

-Porque tengo amigos. Eso es todo.



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