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MURRIETA, California.— Es curioso que la señora Eileen esté sentada en una silla de playa afuera de la Patrulla Fronteriza de Murrieta, en California —bajo una carpa donde rivalizan los olores a pollo frito y Doritos—, pues su tez de cobre destaca entre tantas miradas azules y cabellos rubios.

Y de vez en vez se para sólo para alentar a los transeúntes que circulan sobre la avenida Madison y exhortarlos a unirse en su lucha: la que han emprendido contra los niños migrantes que son trasladados desde Texas hasta Murrieta para desahogar los Centros de Detención de aquella frontera.

Pero resulta más extraño cuando confiesa, en voz baja, que sus padres son originarios de Costa Rica, y fueron inmigrantes que llegaron a trabajar a Estados Unidos en la década de los 50 del siglo pasado, “pero que llegaron legalmente, eh”, se justifica.

“Dicen que somos gente que no queremos a los niños, y eso no es cierto, sino que llegan en los bus 140 personas a un edificio que tiene la capacidad de mantener a 30, y si no llegan sus parientes ya se quedaron”, dice Eillen que lanza palabras en inglés y español.

Después platica que su preocupación es que los niños y jóvenes se queden en Murrieta, porque llegan en “trains” y “¡pasan fácilmente de un país a otro!, y llegan aquí y saben que les darán comida y estudio”.

Otra de las angustias de la mujer —que incluso ha cambiado la oficina de bienes raíces por su silla de playa—, son las condiciones en las que llegan: “No sabemos si están enfermos, tienen ciertas enfermedades, no sabemos si son criminales”.

“Damos el community a la gente que sí necesita. Yo por ejemplo traigo mi carro cinco bolsas para hacer un sharity”, para la gente pobre de Murrieta. “pero por favor que no lleguen sin los documentos”, advierte la costarricense.

Y a un lado de ella, otra joven de piel color chocolate porta orgullosa un sombrero de Costa Rica, a la par que sostienen pancartas que enuncian “Legal! Not illegal immigration”, y desde otro extremo se escucha la voz de quien parece ser un mexicano.

—¿De dónde vienes o qué? —pregunta en español.

—De un periódico de México —contesto.

—¡Ahhh! no, yo no voy a decir nada —dice el hombre que minutos atrás concedió una entrevista a una cadena nacional estadounidense, a un conductor de ojos verdes, bronceado.

Tajante dice que no dará la entrevista porque está amenazado por mexicanos, por “el cantante pelón ese”, Lupillo Rivera, pues se expresó mal de él y ahora la comunidad latina lo odia. Se retira rápidamente del brazo de su esposa, una mujer chaparrita, morenita de rasgos indígenas.

—Ya vámonos viejo, ya, ya—, dice la mujer en español perfecto.

La preocupación constante de los latinos que participan en el campamento antiinmigración, es que en Murrieta sólo hay tres escuelas. Por lo tanto, no hay ni habrá lugar para los menores que llegaron de Texas, en caso de ser liberados.

Todo esto resulta curioso dado que los miles de niños contra los que se oponen que se queden en Estados Unidos, son centroamericanos y mexicanos, aunque ellos no se llaman antiinmigrantes, sino “Opositores a la Migración Ilegal”.

Son un peligro

El campamento de antiinmigrantes está localizado afuera de la oficina de la Patrulla Fronteriza en Murrieta, California, en un área de plantas secas y casas rodantes. Son visibles desde lejos, pues sostienen banderas enormes de Estados Unidos.

Paran a los conductores y los invitan a unirse a la lucha. Murrieta, localizada en el condado de Riverside, ha sido cuna de movimientos como el Ku Klux Klan y neonazis.

Richard Pace ha viajado desde West Covina y está parado frente a las oficinas de la Patrulla para detener cualquier camión de niños migrantes que llegue a la zona. Explica que las razones para oponerse a la llegada de los menores a Estados Unidos son los riesgos que representan.

“Los niños pueden ser una amenaza a la salud pública, sobre todo por los centroamericanos que han sido expuestos a enfermedades en México. Si como inmigrante te detienen en México te vas directo a sus campos de esclavos, porque no hay leyes de inmigración en México, y no nos están informando sobre las condiciones de salud de los niños”.

Advierte con tono amenazador que si EU es el mejor lugar para vivir, es porque gente como él luchan contra la tiranía, “y ésta es sólo una parte de esa lucha”.

Otro antiinmigrante es Randy —que tampoco es residente de Murrieta— pero viajó desde otro lugar para apoyar. Él dice que sería riesgoso para los niños migrantes si se quedaran en Estados Unidos, porque si entran a una escuela “sería peligroso que les apliquen tantas vacunas y con dosis tan altas de medicamentos para poder nivelarse con el resto de los estudiantes” estadounidenses.

Él trabaja como contratista y considera que los trabajadores ilegales que reciben subsidios de la renta, vales de comida o algún tipo de apoyo, pueden abaratar los salarios porque ya están satisfaciendo las necesidades.

California: neonazis y Ku Klux Klan

Adriana Jasso, coordinadora del Comité de Amigos en San Diego, explica que este tipo de movimientos no sorprenden, lo novedoso es que hay latinos que se están uniendo a las manifestaciones en contra de migrantes.

Elizabeth Thornton, profesora de leyes en el Condado de los Ángeles, explica que en Riverside está la agrupación más grande del Ku Klux Klan, al oeste del río Mississippi. Además que este lugar es la cuna de movimientos neonazis.

“No podemos decir que todos los que están ahí [afuera de los centros de detención] pidiendo que regresen a los inmigrantes a su país es uno de los dos, pero es seguro que podrían existir algunos entre ellos”.