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Entrevista. No soy héroe, sino un hombre que se descuidó

Juan Arvizu| El Universal
04:50Martes 07 de enero de 2014

Video. El 20 de noviembre se lastimó las plantas de los pies, estuvo en coma inducido y el 5 de diciembre lo despertaron; en solitario descubrió que le habían cortado su pie derecho

Miguel Barbosa, coordinador de los senadores del PRD, recibi a EL UNIVERSAL en sus oficinas del Sen

DE REGRESO. Miguel Barbosa, coordinador de los senadores del PRD, recibió a EL UNIVERSAL en sus oficinas del Senado. (Foto: RAMÓN ROMERO / EL UNIVERSAL )

El coordinador de los senadores perredistas, Miguel Barbosa, descarta ser un héroe: "Me descuidé y creí que nada me pasaría". Hace un mes le amputaron una pierna

politica@eluniversal.com.mx

“Yo soy Miguel Barbosa. Perdí una pierna, pero estoy entero, y lo que me resta de vida estaré en rehabilitación, y el futuro lo quiero hacer maravilloso, y sé que para lograrlo me falta mucho pero tengo la voluntad”.

Así se presenta el coordinador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el Senado de la República en esta nueva etapa en la que tiene la disposición de salir adelante de una enfermedad que no tomó en serio y cuyas consecuencias ya no pudo evitar.

El perredista está notablemente más delgado, lleva 12 kilos perdidos en poco más de un mes, lo que provocó estrenar talla de saco, camisa y pantalón.

Tiene una mirada nostálgica. Mira hacia arriba cada que recuerda los detalles de su enfermedad. No deja de sonreír.

“Quiero seguir siendo el coordinador de los senadores del PRD, una bancada unida, como nadie podía pensar que podía haber, y quiero seguir trabajando, y estoy listo para hablar de los temas de las reformas trascendentes, de las que me perdí, porque estaba en el hospital. ¡Qué lúcido estoy! carajo”, dice al tiempo en que festeja que los días de hospital y convalecencia estuvo estudiando las reformas, principalmente la energética, a tal punto que reta a que le pregunten sobre detalles.

En su oficina en el Senado todo está igual. Acaricia el escritorio que dice haber extrañado, a él ya le urgía regresar a trabajar.

“En una vida desordenada en donde comemos los políticos, comiendo lo que te llevan, probando de todo. Yo soy pueblerino y si me invitan un mole parece que me hacen una fiesta.

“Yo me lastimé las plantas de los pies, una cerró, pero otra no, y la infección ya se había ido arriba, había traspasado, eso fue el miércoles 20 de noviembre, era el día del Congreso Nacional del PRD; yo llegué muy tarde, apenas alcancé a sacarme la foto con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Al otro día ya no fui porque había mesas de trabajo muy tarde. Pero el sábado sí pretendía ir, pero antes pasé a ver al médico y me mandó medicina y me dijo que viéramos cómo evolucionaba.

En coma inducido

Tenía calentura en las noches, estaba muy cansado, deambulaba. El médico me dijo que estaba grave y que necesitaba atención especial. En ese momento me fui al hospital Ángeles del Pedregal, me atendieron muchos médicos. “Iba yo por un lavado quirúrgico según yo. Traía el azúcar en más de 400 y una presión en casi 300. Lo último que escuché cuando me metieron al preoperatorio fue que no me podían anestesiar porque estaban muy alterados todos mis niveles, me dijeron que iban a estabilizarme. Es lo último que yo recuerdo. Lo último.

“Desperté el 5 de diciembre. Estuve en coma inducido”.

Barbosa no hace pausas, repite —tal cual se lo narraron su esposa y sus hijos— cómo fueron los días en los que él estuvo en coma.

“El sábado me hicieron el lavado quirúrgico, ahí se vio que los tejidos blandos ya estaban mal, ya había perdido yo dos dedos y tenía una infección generalizada en el cuerpo.

“Decidieron amputarme la pierna, con la anuencia de mi esposa y mis hijos. Eso que estoy contando me lo contaron días después. A los ocho días decidieron operarme la vesícula porque había infección. “Siguieron las calenturas. Me despertaron, me hicieron hemodiálisis y lo que resistió fue mi corazón. No he sentido dolor.

Me despertó un siquiatra.

Estaban pendientes de que la infección no se alojara en el corazón porque no había manera de reparar, y si se iba al cerebro quedaría muy afetado.

El siquiatra me preguntó:

—¿Cómo te llamas?

—Miguel Barbosa.

—¿Tu esposa?

—Rosario

—¿Tus hijos?

—Miguel y Rosario.

—Cuánto es 108 menos 11.

—97

—¿Y menos 8?

—Le respondo mañana doctor.

Barbosa ríe. Incluso, actúa los gestos y hasta el ritmo de la voz con la que dialogó con el doctor.

Pero él descubrió en solitario que le cortaron su pie derecho.

“Al ratito que desperté me vi el muñón. Le pedí a mi esposa que me quitaran el vendaje porque no podía estirar mi pierna. ‘Está bien’, me dijo ella, pero no pidió nada a nadie. Después yo me di cuenta (de la amputación).

“Va a parecer acto de heroísmo, pero en verdad no hice ninguna pregunta, no hice ningún reproche, yo me asumí como el responsable de lo que me pasó, el descuido era mío. No entré en un estado de: ¿Y yo por qué Señor?, ¿Por qué a mi?, no hice ninguna pregunta.

“Era una actitud consciente frente a mis hijos. Mi esposa y mis hijos me cuidaron desde que entre al hospital hasta que salí con todo cariño”.

Barbosa ya no tiene dulces en la mesa. Ahora tiene una manzana y botellas de agua.

Él sigue su historia:

“Si de algo soy ejemplo es de lo que no se debe hacer: No soy un héroe, me descuidé, no tuve control de las comidas, de mis heridas creí que iban a pasar rápido. Creí que a mí no me pasaría nada.

Soy un hombre público y por eso hablo abiertamente de lo que me pasó. Perdí kilos, claro, y estoy estrenando un traje de corte italiano barato, por los descuentos de los últimos días de diciembre, y mi camisa es 16 y medio.

“He venido a la oficina aquí en el Senado, coordinado con mis terapias. Las terapias las voy a seguir con disciplina. Es mi mensaje a mi familia. No he llorado por la pérdida. Quiero que vean a un Miguel con fuerza.

“El llanto lo he tenido, sí, pero por otra cosa: con la gente muy cariñosa que me visitó, que me abrazaba. Eso encontré”, recuerda.

Su recuperación empezó y lo trasladaron de terapia intensiva, a media y a piso.

Él ya hablaba con senadores, ya daba instrucciones, ya intercambiaba puntos de vista y estrategias.

Con Dolores Padierna Luna, que es vicecoordinadora de la bancada, se reunió varias veces. Le pasó la estafeta. Confiaron uno en el otro.

“Al otro día que yo desperté mi cuarto (aún en el hospital) estaba lleno de senadores”, recuerda.

Fue testigo desde la cama del hospital de la negociación y votación de la reforma energética. Acepta que experimentó frustación. El senador recuerda —con algo de enojo— que lo criticaron mucho por no estar presente, e incluso cuestionaron que lo hiciera a propósito.

“Por los noticieros de televisión me enteré de la reforma energética, muy frustrado de no estar acá en el Senado, muy enojado por momentos. Vi a Dolores Padierna, que es la senadora que mejor prepara los temas, llevar a cabo la tarea de coordinación. La quiero mucho y también a René Bejarano. Voy a trabajar mucho por la unidad de la izquierda. Es una gran amiga.

“No soy otro, pero sí más reflexivo y más maduro, con visión mejorada de mi relación con la vida misma. Estoy aquí porque mi corazón aguantó. Si la septicemia, la contaminación que me atacó, hubiera tocado el corazón todo habría terminado. La vida siempre sigue. Habría llegado un nuevo coordinador o coordinadora para hacer las cosas mejor que yo o como yo. Ya no tendrían utilidad arreglos que se hicieron en casa para mis nuevas necesidades, como fue poner una silla elevador en una escalera curva, o quitar la tina en el baño. La vida sigue.

“Claro que me dolió, pero no le echo la culpa a nada ni a nadie, Todo fue por descuidos míos. La situación para mí no puede seguir igual que antes: Perdí soberbia, gané sensibilidad; perdí arrogancia, gané naturalidad.

“Gente de todos los niveles me ha ofrecido ayuda. No se trata de dinero. Mi atención médica no ha costado ni un peso a mi grupo parlamentario, ¡ni un peso! Tenemos seguros médicos.

“Cuido mi relación con la gente, y yo estoy muy atento de los demás, de los que vi llorar cuando me fueron a ver al hospital.

“A quien no quise que me viera fue a mi mamá. Tiene 80 años. Me animé a ir a verla a Tehuacán (Puebla) el 31 de diciembre. ¡Me recibió con un caldo de pollo! Ella, llena de emociones decía: “Yo lo enseñé a caminar, yo le puse sus primeros zapatos.

“Es muy duro esto. ¡Pero hasta tu madre vive! Tus hijos, tu esposa, todo sigue. Fue muy fuerte mi mamá. Allá comemos guajolote de rancho, no pavo, guajolote tradicional. Lo comimos. Todo se me antoja, y frente a eso mantengo la disciplina.

“Lo que sí es que ya estoy hasta el gorro de las claras.

“Adiós postres, harinas, puedo comer todo tipo de carne, pescado, res, puerco, pero con una recomendación: “No engordes”, que significa comer poco. Si no me hubiera pasado esto y no me hubiera metido en este régimen, tan alterado y sin atención médica, creo, me hubiera dado un infarto. Es una explicación que yo me doy.

“Tengo muchas ganas de trabajar. Intelectualmente quedé muy lúcido. Dormí lo que no tienes idea. Leo en el iPad perfectamente, no me molesta. ¡Estoy listo!

“Voy a entrar al salón de sesiones en muletas y me voy a sentar en mi escaño, no voy admitir que lo coloquen en la entrada. Para entonces (febrero próximo) habré creado un andamiaje de todo lo que está en curso. Va a ser un periodo intensísimo. 120 días: Las leyes secundarias de telecom, energéticas, y nos vamos a ir a una bola de extraordinarios. Hay que pensar qué negociamos, que cosa es posible dar, que cosa no es posible… Estoy muy agradecido”.



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