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Refuerzan resistencia en torno a Apatzingán

Lydiette Carrión / Enviada| El Universal
Viernes 10 de enero de 2014
Refuerzan resistencia en torno a Apatzingn

EQUIPOS. Pistolas, rifles y "cuernos de chivo" son inseparables para los integrantes de los grupos de autodefensa en sus recorridos. (Foto: JORGE SERRATOS / EL UNIVERSAL )

Fortalecen perímetro de territorios cercanos a bastión de "templarios"

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PARÁCUARO

Las seis camionetas trasladan una treintena de hombres con cuernos de chivo y rifles. Los acompaña una jovencita que ese día cumple 18 años; a ella le gusta llevar el arma de su novio, pero no la dispara. A la media hora de camino, se escucha con nitidez el silbido del aire saliendo de una llanta de la pick up negra. La caravana se detiene.

Varios se apostan como vigías, apuntan a la arboleda, al matorral. El cielo es azul espeso. El paisaje, espléndido. En el estéreo suena música rock. Pero los ojos buscan indicios de emboscada; los nervios están crispados. Los cinco o seis que viajaban en la camioneta ponchada se reacomodan en las otras cinco. Y la dejan ahí; ya cambiarán la llanta a la vuelta.

La caravana escolta a miembros de las autodefensas que se dirigen a Condembaro, municipio de Tancítaro, ya que les toca descansar unos días. Han estado en Parácuaro desde la toma del municipio, el sábado pasado. Pero la caravana también tiene otros propósitos: fortalecer el perímetro de los territorios, patrullar las veredas, trasladar a un presunto templario retenido en una de las rancherías, y, sobre todo, apuntalar los territorios cercanos a Apatzingán, municipio emblemático dominado por los templarios. Y es que, aseguran las autodefensas, arrebatar a los templarios ese municipio es inminente; es cosa de tiempo. Han ido rodeando Apatzingán por la sierra. Por eso ahora patrullan esa zona.

Una calma armada

Pasa del mediodía cuando dejan la camioneta. Ascienden entre sacudidas; a los lados van quedando sembradíos de maíz y rancherías empobrecidas, que pronto se ven sustituidas por huertas de aguacate. Cuando aparece una arboleda, las armas suben y apuntan. Es ahí, en las zonas tupidas, donde hay peligro de emboscada.

Poco antes de llegar a la ranchería El Chilar, se encuentra la primera trinchera amistosa. Un plástico amarillo amarrado anuncia su pertenencia a las autodefensas. A partir de ahí el viaje se hace más relajado. Las armas bajan; en las calles hay trincheras, hombres que cargan permanentemente pistolas, rifles y cuernos de chivos.

El estado de excepción se ha vuelto la norma, y el viaje transcurre con la calma que dan las armas hasta Condembaro, donde la Policía Federal, también armada y embozada, y las autodefensas se saludan amigablemente. Después de despedirse de los que tomarán unos días de descanso, la caravana arranca de nuevo, ahora con rumbo a Acahuato.

Se trata de una ranchería a sólo 15 o 20 minutos de Apatzingán, pero como los comunitarios no pueden pasar por ahí, deben rodear por la sierra. En esa ranchería, en la última trinchera, está retenido un muchacho de 17 años, a quien acusan de pertenecer a los templarios; fue detenido durante un enfrentamiento. Es alto y delgado, de expresión impávida y cara redonda. Dice que no lo han golpeado y lo tratan bien. El jefe de grupo lo saluda de mano. Lo interrogan, le preguntan por las armas que han dejado sus compañeros, por posibles fosas clandestinas, por los ranchos que pertenecen a los templarios. Lo trasladan a otra parte; él pide que lo acompañe su papá. Uno de los comunitarios exclama: “¡A poco lo acompañaba su papá cuando andaba haciendo maldades!”.

De regreso a Pahuatlán, otra camioneta sufre un pinchazo. Ahora no es posible acomodar a todos en las trocas restantes. Mientras esperan, parten jícamas y las comen, fuman, se ponen a tirar. Hay peligro como en la mañana, pero de alguna manera no es posible estar siempre en tensión. Sólo revisan la información por radio y los demás se relajan: “calan” las armas.

Armas cortas, armas largas, ráfagas, tiros, estallidos. Vitorean frente a los estruendos. Si una pistola se traba, el dueño recibe burlas y bromas. Todos ríen. La arboleda está ahí. El calor apenas baja. Y es que estamos, dicen, en guerra.



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