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Reportan al Vaticano violencia michoacana

Laura Castellanos Enviada | El Universal
Martes 05 de noviembre de 2013
Reportan al Vaticano violencia michoacana

DUELO. El domingo 3 de noviembre, el obispo Patiño instó a sus feligreses —durante el sermón— a que perdieran el miedo de escribir el nombre de sus familiares asesinados en un papel y que lo prendieran en la cruz de madera colocada en el altar para tal fin. Así recordaron a las víctimas de la violencia de grupos criminales . (Foto: FOTOS LUIS CORTÉS )

En lo que va del año, llevan registro de al menos 920 asesinatos en la Tierra Caliente

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APATZINGÁN

El domingo 3 de noviembre, en la misa dominical de las 11:00 horas en la catedral de Apatzingán, Michoacán, el obispo Miguel Patiño Velázquez dedicó la homilía a las víctimas muertas por la violencia criminal.

Desde las primeras bancas de la feligresía el ministro se veía más pequeño de lo que en realidad es. Durante su sermón instó a perder el miedo de escribir el nombre de sus familiares ejecutados en un papel y que lo prendieran del celofán blanco de la cruz de madera colocada en el altar para tal fin.

“Esos no son los muertitos que ha habido a causa de la violencia, son muy poquitos”. Los reprendió con dulzura: “No se atreven siquiera a poner su dolor ahí en el papel. Atrévanse a poner a su muertito allí, para manifestar al Señor que los recuerdan este 2 de noviembre”.

El obispo ganó visibilidad nacional con su carta pastoral del 15 de octubre en la que hizo la radiografía del crimen organizado en la región y por reunir a cinco mil almas en una procesión por la paz celebrada el 31 de octubre.

Sin embargo, con la difusión de la carta, llegaron las intimidaciones.

El párroco de la catedral, Salvador M. González, dice: “La carta no le gustó al crimen organizado. A mí me mandaron cinco amenazas y una de ellas era para el obispo”.

Desde hace un año, la diócesis, que integra 27 parroquias y 70 sacerdotes de la Sierra Madre del Sur y de Tierra Caliente, lleva un registro privado que semanalmente envía a uno de los dicastarios de derechos humanos de El Vaticano, el cardenal Karl Josef Becker.

Los casos que le han reportado sus creyentes a través de la línea telefónica, el mail o información verbal durante 2013 son: 920 personas asesinadas, 280 levantadas, 42 secuestradas, 238 desaparecidas, 3 mil familias desplazadas y mil 200 despojadas de sus tierras.

El padre Salvador M. González amplía sobre las intimidaciones contra el obispo Patiño.

“Aquí había un hombre que directamente lo esperó y gracias a Dios ya se había ido el señor obispo.

“Nos mandaron gente del pueblo, muy atemorizada. Hubo gente que los llevó hasta allá, adonde (los criminales) estaban para mandar decir que si seguía el obispo hablando, que se atuvieran a las consecuencias”, señala.

En uno de los casos “era una gente buena con la que mandaron el mensaje, se aprovecharon de ella, porque estaba llorando”, narra el sacerdote en medio de lágrimas. Se justifica: “Nos toca llorar con el pueblo, porque no tenemos nada más que llorar con ellos”.

El padre Gregorio López por su cuenta dice sin detallar: “La semana pasada un comando armado amenazó al padre”.

Sin embargo, el ministro niega por su lado haber recibido esas advertencias: “Por lo que va a mí, yo no he recibido ninguna amenaza. Como se está diciendo lo que la gente vive, no me da temor. Yo pienso que si no habláramos, no estaríamos con nuestro pueblo”.

El obispo no sólo ha negado dichas amenazas.

López, a su vez, dijo a EL UNIVERSAL que la noche del domingo 3 de noviembre “una caravana de 40 unidades federales” sacó al religioso de la casa episcopal y lo trasladó a un lugar seguro al cual no se ubicó ante un posible atentado del cártel de Los Templarios.

Javier Cortés, vicario general, desdeñó la alerta: “No deja de ser un rumor. El señor obispo ya tenía una salida a un encuentro de sacerdotes al sur de Michoacán”.

Las armas diocesanas

El sacerdote López explica que el registro de los casos se ha elaborado gracias a los tres programas radiales, con duración de media hora, que se transmiten diariamente en tres emisoras distintas.

En ellos se convoca: “Si usted tiene un desaparecido o un secuestrado, repórtelo por teléfono, mande un fax o un mail”.

“El Vaticano —detalla— nos exige nombres de las personas, muy fidedignas, que guardamos como secreto de Estado”.

Como parte de la información recabada, se reportó, por ejemplo, que el número promedio de jóvenes recibidos en el seminario San José, en San Juan de los Plátanos, se redujo drásticamente.

Cada año llegaban 105 alumnos, pero este año sólo llegaron 25, de los cuales se quedaron 11.

“El seminario está cerrado” relata el entrevistado, “se metieron ahí a disparar”.

La mirada clara del obispo Miguel Patiño reposa sobre unas ojeras crudamente violáceas. Sin embargo, las suaviza el asomo permanente de su sonrisa.

El hombre de 75 años se dice asombrado por la difusión nacional otorgada a su carta titulada “Hagamos de Michoacán un Estado de Derecho”, pues ha debido dar diversas entrevistas.

“Nunca pensamos que la carta fuera a salir de la diócesis porque está dedicada a las personas de la diócesis, de buena voluntad”.

En el documento denuncia la violencia en la región, el aumento de casos de levantones, secuestros, asesinatos, extorsiones y de familias desplazadas.

Escribió: “El estado de Michoacán tiene todas las características de un Estado fallido, los grupos criminales: Familia Michoacana, Zetas, Nueva Generación, Caballeros Templarios, principalmente, se lo disputan como si fuera un botín”.

“La Costa: para la entrada de la droga y los insumos de las drogas sintéticas; la Sierra Madre del Sur y la zona aguacatera: para el cultivo de mariguana y amapola, el establecimiento de laboratorios para la producción de drogas sintéticas y refugio de los grupos criminales”.

Cuando se le pregunta sobre el vacío de poder en Michoacán, el obispo responde con sencillez sobre el acoso cotidiano que sufre la población regional a manos del crimen organizado.

“Cuando hay problemas, no hay autobuses y eso es bien serio, ¿Quién es el que ordena que haya apagones? ¿Quién es el que ordena que no haya tortillas? ¿Que no haya gasolina? ¿En manos de quién estamos? Y las autoridades, muy a gusto”, dicen el ministro.

Diócesis golpeada

El padre González dice que esa carta no es la primera contra el crimen organizado que ha publicado el obispo. Que de los años 1985 a 2012 las ha escrito como respuesta a los cinco casos de asesinato de sacerdotes de la diócesis.

El último fue el del padre Víctor Manuel Diosdado, de la parroquia de San José de Chila, cuya labor pastoral provocó enconos del narcotráfico que le costaron la vida.

“Se enojaron y quisieron darle una calentada y se les pasó la mano y lo mataron”, dice.

La diócesis de Apatzingán comprende el territorio donde se encuentran policías comunitarias y autodefensas que actúan en cuatro municipios (Tepalcatepec, Coalcomán, Buenavista y Aguililla), y una reciente surgida el 26 de octubre en en este municipio.

El ministro Patiño es reservado al hablar del tema. Se explica el surgimiento de las autodefensas por “las cuotas elevadas” que el crimen exigía a la población. Y se pregunta: “¿Quién defiende del crimen organizado a la población?”.

Opina sobre las autodefensas: “Lo que sí hay que reconocer, es que se atrevieron a enfrentarse a estas personas que estaban haciendo todo lo contrario del bien común”. Para el obispo, las víctimas son todos seres humanos: “Mueren personas de la delincuencia, de la policía comunitaria y civiles”.

Por tal razón, dice que su principal arma es promover lo que llama la “Pastoral del consuelo”.

Esta consiste en “hacer oración por las personas que murieron y sus familias, y una de las cosas importantes es escuchar su historia, y eso de escuchar la historia es muy triste, porque han tenido tanto temor que no quieren contársela a nadie”.

Si bien responsabiliza a los tres niveles del vacío de autoridad, piensa que lograr la paz debe ser un logro compartido: “La paz no esta en las armas, no está en que esta región sea un búnker, la paz esta en la propia conciencia de cada persona, y como no tenemos paz dentro, buscamos guerra afuera”.

Finaliza: “La paz tan anhelada va a costar mucho trabajo”.



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