Historias Acapulco, entre la desesperación y el miedo a la rapiña
INCERTIDUMBRE. La gente ha comenzado a organizarse. Los niños juegan en grupo coordinados por voluntarios que les hacen más llevadera la estancia en este albergue que ha recibido a mujeres, hombres y niños desplazados por "Manuel". (Foto: Francisco Reséndiz / EL UNIVERSAL )
francisco.resendiz@eluniversal.com.mx
Raúl cuida a su perro y una jaula con un perico. Le acaricia la barriga a su compañero hasta que lo arrulla. Salió la noche del domingo de su casa en la Colonia Colosio y no sabe cuándo volverá. No sabe qué le dejó "Manuel".
La tormenta tropical lo hizo abandonar su casa, salió con toda su familia. En unos minutos el agua inundó su hogar, subió hasta llegar a media habitación; hoy teme a la rapiña, no sabe cómo recuperarán sus pertenencias... no sabe cuándo volverá.
Raúl descansa sobre una colchoneta que le dio personal del Ejército Mexicano que ha puesta en operación el Plan DN-III-E, y en la Expo Mundo Imperial el albergue más grande de Acapulco... los asilados esperan que les digan qué deben hacer.
Ante la falta de cobijas y colchonetas, los soldados han pedido a los afectados entregar una, a fin de poder duplicar la atención de la gente que, conforme pasan las horas, llegan más y más a este albergue.
Este albergue se ubica en la Zona Diamante, muy cerca del Aeropuerto Internacional de Acapulco. Para llegar aquí, desde el Puerto, se tienen que recorrer desde Puerto Marqués, unos dos kilómetros con el agua a la cintura, antes de tener tierra seca.
El Ejército y la Marina han destinado vehículos para cruzar a la gente en este tramo, pero es insuficiente, hay largas filas de personas que esperan la oportunidad. La mayoría camina entre las aguas.
Aquí la gente ha utilizado los barandales y las escaleras eléctricas como tendederos. La mayoría ha ido a sus trabajos para evitar perderlos, otros han regresado a su casa para ver las condiciones en que se encuentra.
Javier es un niño pequeño, solo trae un short, el pecho descubierto y se aferra a un bolillo remojado por la humedad del ambiente. Sonríe cuando le preguntan su nombre. Lo observa su mamá, se llama Rosa Hernández.
"El domingo por la noche el agua fue muchísima, jamás había visto tanto. En un ratito el agua estaba a la mitad, comenzó a flotar el refrigerador y la lavadora. Sólo alcance a tomar los papeles que tenía en una bolsa", dice al recordar cuando salió de la Colosio.
La gente ha comenzado a organizarse. Los niños juegan en grupo coordinados por voluntarios que les hacen más llevadera la estancia en este albergue que ha recibido a mujeres, hombres y niños desplazados por "Manuel".
spb