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Dilma Rousseff está contra las cuerdas

José Vales / Corresponsal| El Universal
00:20Martes 24 de marzo de 2015
La presidenta brasilea, Dilma Rousseff, durante una ceremonia para presentar un paquete anticorrupc

PERSONAJE. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, durante una ceremonia para presentar un paquete anticorrupción ante el Congreso, el miércoles de la semana pasada. (Foto: ARCHIVO. AP )

La presidenta brasileña enfrenta una crisis política y económica. El escándalo de corrupción en Petrobras y el ajuste fiscal desgastan su popularidad en el país

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), está contra las cuerdas y vapuleada políticamente. La crisis económica, el ajuste fiscal demorado por culpa de la reelección y la investigación por la corrupción en Petrobras, la debilitaron al extremo a tan sólo poco más de dos meses de asumir su segundo mandato. 

La caída de su popularidad, hasta 13%, según las últimas encuestas, parece justificar los reclamos, mientras ella intenta, con el anuncio de diversas medidas, revertir la situación.

La cuestión política de la presidenta es tan delicada, que políticos y analistas comienzan a hacer revisionismo histórico y a trazar paralelos con la suerte del ex presidente Fernando Collor de Mello (1990-1992), destituido por un juicio político al ser encontrado culpable de corrupción.

En aquel momento, como ahora, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) era un aliado del gobierno. El actual vicepresidente es Michel Temer, miembro y líder de ese partido, mientras que durante la era de Collor de Mello el vicepresidente también era de la misma agrupación política y se llamaba Itamar Franco, quien terminó ocupando el despacho principal del Palacio Planalto (la sede del gobierno) unos meses más tarde, ejecutando el Plan Real.

Si bien con matices y diferencias, las similitudes con aquel momento de crisis se asemejan a éste. Hoy Brasil no padece una hiperinflación como entonces, sino un incremento del coste de vida de 8% anual. En el presente hay una crisis económica: sin crecimiento del PIB a la vista y un desempleo que llega a 12% y en medio de la mayor devaluación de la moneda en 12 años, que llevó al dólar a 3.39 reales por unidad. Esa situación forzó un ajuste fiscal, con una sociedad fácilmente irritable ante los casos de corrupción y promesas incumplidas que provocaron un vertiginoso desgaste en la imagen presidencial.

“La presidenta padece de fatiga de imagen. Primero fue una mandataria que heredó el poder y ahora que en las últimas elecciones lograba consolidar su liderazgo, las deudas que fue acumulando el PT, en sus 12 años en el poder, le cayeron todas juntas”, explica el sociólogo Antunes Lisboa de la Universidad de Brasilia.

Los problemas

Una conjunción de datos negativos y problemas, una caída económica que se fue arrastrando durante los últimos tres años. Todo confluyó para dejar a Rousseff como blanco de una discusión de si debería ser sometida a un proceso de destitución, como a Collor de Mello en su momento. Todo eso bastó, pero nada desgastó tanto al gobierno y a la presidenta como el “Lava Jato”, como se conoce al escándalo de corrupción en Petrobras, en el que aparecen tres ex directivos de la empresa y 46 políticos, investigados por la justicia acusados de desviar más de 4 mil millones de reales en una década.

Si a esto se le suma la distancia que el PT viene tomando de la presidenta y la relación cada vez más tensa que la mandataria tiene con su antecesor y ex jefe Político, Luiz Inácio Lula Da Silva, la sensación de soledad de Dilma es notoria.

“La crisis concluirá más rápido si el ajuste lo pasamos rápido”, dijo en una visita a Porto Alegre, en virtud del proyecto de ajuste que viene de enviar al Congreso para ser aprobado.

Su segunda gestión no tiene todavía tres meses y su figura es cuestionada. Tanto en las calles como en los pasillos del poder. La mandataria, quien teme quién pueda ser su sucesor si la idea de la revocación prospera, pide “calma” a todos los sectores, pero no deja de tejer redes.

El ex presidente Fernando Henrique Cardoso ya advirtió que “la situación de crisis total que vive el país desgastó a la presidenta” y tal vez la política que más odia a Dilma, desde que compartían el gabinete de Lula y que fue la gran derrotada en las últimas elecciones de octubre, Marina Silva, fue la única que le tendió un puente a la mandataria en estas horas difíciles. “El caos es tan grande que la posible salida de Dilma no solucionará nada”, dijo la ex candidata.

Ni el paquete anticorrupción, ni la salida rápida del ajuste, como lo pretende el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, parecen ayudar a superar el descontento con la presidenta y con el PT. “Cayó a un 13% de su imagen positiva. Algo inédito para cualquier gobierno en democracia, salvo Collor en sus últimos días”, afirma Lisboa.

Y si bien las comparaciones son odiosas, la situación de la presidenta entre su base de partidos aliados en el Congreso se parece bastante a la de Collor de Mello en sus últimos días en el poder. Así al menos quedó de manifiesto, cuando en días pasados su ministro de Educación, Cid Gomes, debió renunciar a su cargo tras una áspera discusión con la bancada oficialista de diputados, a la que acusó de votar con la oposición algunas reformas.

Desde el PT, le piden a la presidenta que profundice cambios en el gabinete. Que se saque de encima al ministro jefe de la Casa Civil, Aloisio Mercadante y a otros ministros que llegaron a sus cargos, como el caso de Gómes, “fruto de acuerdos electorales y no por su capacidad en esas áreas”, para retomar las riendas de una gestión que parece habérsele ido de las manos.

Pero la presidenta ya avisó que “no habrá más cambios”, que saldrá de esta situación, más que comprometida, con las soluciones que viene intentando y aferrándose a que el ajuste, con devaluación de la moneda mediante, pase rápido, y a que la calle y la clase política cambien su afán por revisar la historia y, principalmente, el capítulo que cuenta de cómo fue el final, en el 92, de la presidencia de Collor de Mello.

jram



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