Papa pide a jóvenes ser revolucionarios
FERVOR. Tres millones de creyentes asistieron ayer a la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud, oficiada por el papa Francisco en la playa de Copacabana . (Foto: ANTONIO LACERDAEFE )
RÍO DE JANEIRO.— El Papa Francisco cerró ayer su primera visita pastoral instando a los jóvenes a que “sean revolucionarios” y a que “se rebelen contra la cultura de lo relativo y lo provisional”, mientras que a los obispos les pidió que no ostenten una “sicología de príncipes”.
En su última jornada en una ciudad que volvió a experimentar el éxtasis de millones de jóvenes, el Sumo Pontífice realizó una encendida defensa del matrimonio cuando se despidió de los trabajadores voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se reeditará en el 2016 en Cracovia, según lo anunció.
“Algunos son llamados a santificarse constituyendo una familia a través del sacramento del matrimonio. Hay quien dice que hoy el casamiento está pasado de moda. Está pasado de moda?”, preguntó el Pontífice a las decenas de miles de trabajadores voluntarios de la JMJ que concluyó ayer. La respuesta fue repetida en dos ocasiones y al unísono: por la multitud: “¡¡¡Nooo!!!”
Más de 3 millones de personas recibieron ayer por última vez al Papa y participaron de la misa que ofició en la playa de Copacabana, con la presencia de las presidentas de Brasil. Dilma Rousseff, de Argentina, Cristina Kirchner, y de Surinam, Desiré Bouterse, junto al vicepresidente de Uruguay, Danilo Astori, y el mandatario boliviano, Evo Morales.
El ya tradicional canto de “Esta es la juventud del Papa”, tronó ayer con más fuerza hasta sacudir cada rincón del barrio más paradigmático de esta ciudad, que se vio colapsado durante los últimos días y con miles de fieles que acamparon durante las últimas 48 horas en la playa.
Allí, Francisco pidió a los jóvenes a evangelizar para “derrumbar las barreras del egoísmo, de la intolerancia y del odio”, al tiempo que los convocó a que “construyan un nuevo mundo”. “Queridos jóvenes, al volver a sus casas no tengan miedo de ser generosos con Cristo, de testimoniar el Evangelio”.
En la tarde, se reunió con el comité de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) a cuyos miembros dejó algunas reflexiones, utilizando por momentos un tono bien crítico (y autocrítico) del rol de la Iglesia. Les advirtió que hablaba “como obispo” y les pidió, “evangelizar las periferias”, como “padres, hermanos, pacientes y misericordiosos y hombres que amen la pobreza”.
“Perdonen cierto desorden. Antes de concluir les pidió que no se ofendan, pero creo que en la cuestión pastoral, y aquí me incluyo, estamos muy atrasados en América Latina.”
De inmediato, aclaró que “la pastoral es, en última instancia, el ejercicio de la maternidad de la Iglesia, la iglesia como madre, aunque a veces es madrastra...”, lo que desató la risas generalizada de los prelados.
Volvió a utilizar el tono de humor cuando pidió “Obispos que estén casados con su diócesis, aunque hay algunos que son polígamos y están deseando otra (diócesis)”.
Ya en su última actividad en el país, con los voluntarios que llenaron el espacio de convenciones Río Centro, en Jacarapegua, Francisco volvió a insistir con que para los jóvenes es necesario “ir contra la corriente” y les pidió que “se rebelen, contra la cultura de lo provisorio que cree que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades y tengan coraje de ser felices”.
Ya en el aeropuerto, instantes antes de regresar a Roma, el Papa despidió com un “ya empiezo a extrañarlos” y con su ya característico “recen por mí...”. En ese momento, en toda la ciudad todavía se observaba la estela de un encuentro, el del jefe de la Iglesia con sus fieles. Aún en la noche, por las calles de la ciudad se escuchaba el canto para que el mundo se entere de quién es esta juventud: del Papa.