Ana Anabitarte desde Europa
Europa está escandalizada con la noticia del espionaje a ciudadanos y gobiernos de la Unión Europea por parte de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA), y el Parlamento Europeo no ha dudado en reaccionar. Por lo pronto ha anunciado la suspensión temporal de las negociaciones para la firma del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea, entre otras medidas. Y suspender el acuerdo más sensible entre los dos grandes bloques: el intercambio de datos de transferencias bancarias, con el que Washington intenta luchar contra el terrorismo. Además, por primera vez ayer domingo el Parlamento Europeo envió una delegación a Washington para pedir explicaciones en nombre de toda la Unión Europea (UE). Pero Keith Alexander, director de la NSA, ya se ha negado a recibirlos y será el consejero general de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, Robert S. Litt, el que dará la cara.
Y es que los líderes europeos de países como Francia, Alemania, Italia y España están enojadísimos con el asunto del espionaje. En especial la todopoderosa canciller alemana Angela Merkel, la única líder europea que ha conseguido revalidar su victoria electoral en plena crisis económica, quien ha sido la que más airadamente ha protestado pese a sus buenas relaciones con Estados Unidos. La noticia de que ha sido una de los 35 líderes mundiales cuyo teléfono celular ha sido espiado por los servicios secretos estadounidenses en los últimos años, tal y como publicó hace unos días el diario británico The Guardian según un documento filtrado por el ex agente de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) Edward Snowden, ha provocado una enorme polémica en Alemania. Y en cuanto se enteró de lo ocurrido, Merkel, que fue espiada desde tres años antes de ser canciller, no dudó en llamar personalmente al mandatario estadounidense Barack Obama, para pedirle explicaciones.
Y es que según publicó ayer domingo el diario alemán "Bild am Sonntag" citando una fuente de la inteligencia de Estados Unidos, Barak Obama no sólo no ordenó parar el espionaje cuando se enteró "porque quería saber exactamente quien era esta mujer", sino que incluso la Casa Blanca encargó un exhaustivo informe sobre ella. Mientras el diario "Deir Spiegel" fue más allá al relatar en su edición de ayer que el gobierno de Estados Unidos tenía dos equipos de espionaje en Alemania, uno en Francfort y otro en Berlín donde había destinados hasta 18 agentes.
Todas estas informaciones no han hecho más que aumentar el malestar del gobierno alemán en estos últimos días, que ha ido subiendo el tono de sus reacción. El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Guido Westerwelle, además de recordar que en suelo alemán "rige la ley alemana", avisó a Washington de que "el espionaje entre amigos y aliados no es procedente" y en un gesto diplomático inédito entre los dos países, el jueves convocó al embajador estadounidense en Berlín. Mientras el titular de Interior, Hans-Peter Friedrich aseguró que los responsables de estas operaciones "deben responder por ello" ya que supone violar la soberanía nacional.
Merkel por su parte, que se encuentra negociando con el Partido Socialdemócrata (SPD) la formación de un gran gobierno de coalición, va a mandar esta semana a Washington a sus máximos responsables de Inteligencia interior y exterior para que investiguen lo ocurrido y se entrevisten con los responsables de la Casa Blanca y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), el organismo directamente responsable de ejecutar las operaciones de espionaje. Además, su gobierno ha encabezado junto con Brasil una ronda de contactos con diplomáticos de otros 19 países, entre ellos países aliados de Estados Unidos como Francia y México, y otros como Cuba y Venezuela, para elaborar un documento de resolución en Naciones Unidas (ONU) que tendrá como objetivo poner coto a la vigilancia de elementos de Inteligencia como la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y reforzar la privacidad en Internet. El borrador de la resolución, que se presentaría ante la Asamblea General de la ONU, reclama a los países miembro que "respeten y garanticen el respeto de los derechos" a la privacidad. Para ello, exige que se "adopten medidas para poner fin a las violaciones de estos derecho" y se "revisen sus procedimientos, prácticas y legislación concerniente a la vigilancia de comunicaciones privadas en el extranjero y la interceptación de datos personales de ciudadanos en jurisdicciones extranjeras".
Y es que, como no podía ser menos, la noticia del espionaje ha provocado una enorme polémica en Alemania donde el 76 por ciento de los alemanes cree que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, debería pedir disculpas a Merkel, según un sondeo publicado ayer por el periódico "Bild am Sonntag". Y seis de cada diez alemanes asegura que el escándalo del espionaje de las comunicaciones de la canciller dañarán las relaciones entre Alemania y Estados Unidos, que son buenos aliados, "algo o bastante", mientras que el 36 por ciento opina se verán dañadas "poco o nada".
Y mientras en Alemania Merkel ha reaccionado con contundencia, en España el presidente Mariano Rajoy (conservador, Partido Popular, PP) ha reaccionado muy tímidamente ante un escándalo monumental, para no poner en riesgo su relación bilateral con Estados Unidos ni su anhelada visita a la Casa Blanca. Rajoy se ha limitado a llamar al embajador de Estados Unidos en España, James Costos, quien se reunirá hoy lunes con el secretario de Estado para la Unión Europea (Unión Europea) Iñigo Méndez de Vigo, ya que el canciller José Manuel García-Margallo se encuentra de viaje oficial en Polonia. Eso será todo. Ni va a encargar una investigación al Centro Nacional de Inteligencia (CNI), ni el canciller comparecerá en el Congreso de los Diputados como ha pedido Izquierda Unida, ni se tomará ninguna otra medida.
Rajoy alega que a él no le consta, como sí le consta a Merkel, que su teléfono haya sido pinchado. Pero elude preguntar a quien legalmente debería sacarle de dudas: el CNI. Tampoco el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, le preguntó el viernes al embajador estadounidense en España, James Costos, por lo ocurrido durante el encuentro que ambos tuvieron en el hotel Reconquista de Oviedo (Asturias), donde ambos habían acudido para asistir a la entrega de los Premios Príncipe de Asturias. Se limitaron a intercambiar saludos cordiales pasando por alto las actividades ilegales de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) en España. No hubo ni una sola pregunta del canciller a a Costos sobre las 60 millones de llamadas que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense espió en España entre el 10 de diciembre de 2012 y el 8 de enero de este año. Demasiados problemas internos con la crisis, el desempleo, el escándalo de corrupción protagonizado por su ex tesorero Luis Bárcenas y los sondeos en contra, como para que Rajoy se abra un nuevo frente más. Y mucho menos si ese frente es Estados Unidos.