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Naturaleza pura: Ruta por Baja California Sur

Viridiana Ramírez| El Universal
10:46Domingo 14 de junio de 2015

Casa de campaña en Bahía de Magdalena. Foto: Red Travel México

Bahía de Magdalena es un lugar donde las manos del hombre se convierten en salvadoras de flora y fauna. Foto: Foto: Red Travel México/ Producciones Cormorán

Isla Espíritu Santo. Foto: SECTUR Baja California Sur

Las montañas de Sierra La Laguna atraviesan de La Paz hasta Los Cabos. Foto: Miguel Ángel de la Cueva

Viaje en kayak Foto: Foto: Red Travel México/ Producciones Cormorán

Caminata en medio de Sierra La Laguna. Foto: Foto: Red Travel México/ Producciones Cormorán

Lobos marinos de la Isla Espíritu Santo. (Foto: Yadín Xolalpa/ El Universal )

Un campamento con comodidades inimaginables, playas semidesiertas, dunas gigantes de arena y encuentros bajo el agua con lobos marinos. Es un privilegio viajar a donde las tropas de turistas no llegan

viridiana.ramirez@eluniversal.com.mx

El bufar de las olas me despierta de golpe. Amanece en Bahía de Magdalena y salgo de mi suite, una casa de campaña llena de comodidades en medio del desierto, rodeada por dunas gigantes de arena dorada que se levantan bajo un cielo azul intenso, frente al océano el Pacífico. A muchos metros de distancia se extiende el resto del campamento, con regaderas, una biblioteca y una carpa como desayunador.

A este oasis de Baja California Sur, donde las manos del hombre se convierten en salvadoras de flora y fauna, me ha traído Jaime, integrante de una red que combina viajes de placer con proyectos de conservación ambiental. Él está esperándome en una lancha para ir en busca de tortugas marinas.

Salimos de la bahía acompañados de pescadores locales. Con orgullo, dejo de ser turista para convertirme en voluntaria. En mar abierto ayudo a colocar las redes. Cada dos horas supervisamos si alguna tortuga ha llegado, puede ser una de las cinco especies que ahí habitan: laúd, caguama, carey, golfina o boba. Mientras el milagro sucede contemplo el mar de dunas de Punta Coyote, que se abre ante mis ojos.

¡Ya cayó! grita uno de los pescadores. Es una laúd, la más grande de todas las tortugas, que puede llegar a medir 1.80 metros y pesar 600 kilos.

Entre todos la sacamos y la llevamos al campamento. Jaime y los pescadores se encargan de revisarla, yo voy llenando los formatos que les proporciona el Grupo Tortuguero de Las Californias. Una vez revisada y contabilizada la llevamos de regreso al mar. La lancha se enciende para salir de nuevo al océano. Y así vamos y venimos durante 24 horas.

Nuestro trabajo de monitoreo es recompensado por el cocinero exclusivo del campamento, que nos prepara un festín de pescados y conchas que acompañamos con unas buenas margaritas.

Nos saltamos la sobremesa y preferimos una caminata en las dunas. El oleaje y el viento son los escultores de este capricho de la naturaleza rodeado de cactus; su tamaño y color cambian constantemente conforme avanza el día. Descalza, subo y bajo una tras otra.

A sus formas le pusieron nombre, las más grandes, según Jaime, son lomo de ballena; las medias lunas son las que forman los vientos constantes; los fuertes originan las longitudinales; las transversales son producto de la brisa, y las estrellas son esculpidas por los vientos opuestos.

                                               Foto: Red Travel México/ Producciones Cormorán

Regresamos al campamento antes del atardecer. Contemplamos la puesta de sol a la orilla del mar. A la escena se suma una familia de delfines que van saltando sin cesar. De pronto, el manto estelar aparece. Esta noche doy gracias que no haya luna, así puedo bañarme entre luminiscencia, para después terminar cantando al ritmo de una guitarra en medio de la fogata.

Segunda escala: La Paz
Antes de irme de Bahía de Magdalena, me despierto temprano para dar un paseo en kayak en un laberinto de manglares. Tiempo después, viajamos a La Paz, a tres horas por carretera.

Ya en la ciudad, Lola, que también trabaja para Red Travel México, de donde viene Jaime, nos lleva a dar un tour. Visitamos el mercado central, una panadería, el Museo de la Ballena, el malecón y nos bajamos el calor con unos ‘escamochos' de la nevería Las Fuentes.

Lola se despide y Jaime y yo nos quedamos para probar los tacos de pescado a las brasas y los chiles rellenos de marlín de Mc-Fisher. Antes de irnos a dormir temprano porque hay que madrugar, nos echamos una cerveza en Harker Board, una de avena para mí y una de peyote para él.

Tercera escala: Espíritu Santo
Una danza con lobos marinos es lo que veo debajo del agua, en Los Islotes, una lobera dentro de la reserva ecológica Isla Espíritu Santo.

La lancha se queda a cinco metros de distancia para no alterarlos.

Los jóvenes son los más traviesos, mis aletas llaman su atención y me rodean; hasta puedo sentir los bigotes de uno de ellos rozando mis piernas. No está permitido acariciarlos. Saco la cabeza del agua y puedo ver el resto de la familia reposando sobre la roca rojiza. Las mamás llaman a sus crías y los machos defienden su harem.

Por reglamento, está prohibido quedarse más de 40 minutos bajo el agua y acercarse demasiado al núcleo de la lobera.

Cerca de ahí se encuentra la playa El Candelero, desértica y protegida por una muralla de piedra volcánica. El color turquesa del agua contrasta con los riscos rojizos.

Jaime ha montado un picnic: hay almejas chocolatas y cerveza para disfrutar del sol. El agua clara me deja ver desde la orilla algunas mantarrayas. En vez de nadar con ellas prefiero caminar por los senderos repletos de saguaros. El paso de la primavera deja ver sus flores amarillas, rojas y rosas que brotan de sus brazos espinosos. Los kayaks están listos para dar la vuelta antes de viajar al acuario más grande del mundo.

Cuarta escala: Cabo Pulmo
Más allá de donde terminan las líneas de electricidad y el pavimento, inicia un camino de terracería que nos lleva, en un trayecto de 20 minutos, a la belleza salvaje de Cabo del Este. En medio de picos rocosos repletos de cactus e iguanas se ubica el Parque Nacional Cabo Pulmo.

Nos instalamos en los bungalows de Juanito, un habitante nato del parque. Él nos lleva a caminar la franja costera a través del cerro El Coyote. Subimos algunos riscos para contemplar esa franja de azul intenso que dibuja el mar de Cortés, considerado el acuario más grande del mundo; en éste habita el único arrecife coralino vivo de la costa del Pacífico oriental, que va de Alaska a Tierra de Fuego.

                                       Foto: Red Travel México/ Producciones Cormorán

Dice Juanito que ese paraje es atravesado por el Trópico de Cáncer y tiene 25 mil años de existencia. Su tierra virgen no sabe de resorts, bares, tiendas, ni tropas de turistas que atiborren sus aguas. Por eso, nos subimos de nuevo a la lancha para nadar en unas cuantas playas solitarias.

Primero visitamos Las Navajas. Desde la superficie pueden verse las manchas negras que forman los cardúmenes de jureles, unos pecesotes con cara de poco amigos, que hacen remolinos hasta tocar el fondo del mar.

Cambiamos de dirección. Ahora nos vamos a El Bajo. Una franja de roca volcánica es cortada por canales de arena; ahí habitan estrellas de mar. Nos ponemos el visor y las aletas para apreciar sus colores y texturas: rojas, moradas, con puntitos negros, blancas, amarillas; lisas y corrugadas. Las esponjas les hacen compañía.

Para cerrar el día en la parte más austral de Baja California Sur, nadamos alrededor de La Sirenita, una roca en forma del personaje salido de la mitología griega, esculpida por el viento. La tranquilidad de la playa incita a tumbarnos bajo el sol.

Quinta escala: Sierra La Laguna
Después de pasar la noche en Cabo Pulmo y observar la bóveda celeste sin necesidad de un telescopio, nos trasladamos a la última parada del viaje: la Reserva de la Biósfera Sierra La Laguna, toda una cadena montañosa que atraviesa de La Paz hasta Los Cabos.
                                     Foto:Red Travel México/ Producciones Cormorán

Los techos de las cabañas rústicas Sol de Mayo se tejieron con palma seca. Aquí pasamos la última noche antes de volver a nuestra realidad.

La primera actividad es una caminata en medio de la sierra. El paisaje desértico se transforma en una selva bañada de cascadas y pozas de agua dulce para nadar y saltar.

El camino nos lleva hasta el cañón de La Zorra, tupido de árboles y rocas gigantes para escalar. Desde aquí se puede ver una cortina de agua que cae a más de 20 metros de altura. El objetivo es llegar hasta ella, pero antes debemos saltar tres pozas escalonadas de aguas templadas.

Al pie de la cascada hay otros senderos que siguen internándonos en la sierra, unos tienen huellas de coyotes y otros, las líneas que dejan las serpientes. Con detalle observamos que también están las pisaditas de tarántulas, alacranes y tremendos hormigones.

Regresamos a las cabañas para descansar y ayudar a preparar la cena. Hoy habrá machaca, burritos, frijoles y ensalada.

El último día vamos a un rancho, donde según sus habitantes nacieron los verdaderos cowboys. Nos invitan a una excursión para observar aves antes de regresar a Los Cabos y partir a casa. Jaime me pide volver en febrero, cuando es posible ver ballenas azules y mantarrayas gigantes.

Guía del viajero
Quién te lleva
Red Travel México. Los viajes incluyen hospedaje, campamento, alimentos, traslados locales, guías y entradas a reservas. Pueden realizarse expediciones desde uno, hasta 16 integrantes. Los precios se proporcionan una vez que definas los días de duración y qué destinos quieres visitar.

Web: redtravelmexico.com
Reservaciones: 01 (612) 122 60 57

Tómalo en cuenta
Los viajes pueden partir de La Paz o Los Cabos. Los vuelos a estos destinos corren por tu cuenta.

Baja Sur en línea
http://visitbajasur.travel/

 

 



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