Chivas cae con Pachuca, y es el colero del Apertura 2013
ÚLTIMO DE LA LIGA. Las Chivas de Guadalajara se colocaron como los 'coleros' del Apertura 2013. (Foto: Imago7 )
cesar.huerta@eluniversal.com.mx
Cada “olé” coreado por su propia afición es un
clavo en el ataúd. Guadalajara ha muerto. Pachuca ha exhibido a Chivas,
sin demasiada dificultad, como un equipo carente de alma. El 3-1 en el
Estadio Omnilife ha provocado la explosión de
todos: técnico y seguidores se han unido esta tarde en un grito cargado
de odio contra los futbolistas.
Por eso se llama futbol asociación: se trata de
un juego que se hace en conjunto. Sin embargo, en este deporte las
fallas individuales son capaces de destruir el esfuerzo colectivo con la
misma rapidez que un pestañeo para lubricar el
globo ocular. Chivas ha olvidado esa y casi todas las bases. El primer
tiempo es evidencia de ello.
Se trata de un duelo entre desesperados. Equipos
que no han funcionado con sus nuevos técnicos, Juan Carlos Ortega y
Enrique Meza. Uno es primerizo; el otro, un histórico del balompié
nacional. Pero ambos ofrecen pobres resultados en
esta etapa de sus carreras. Clubes necesitados de revivir el éxito de
otros tiempos.
Planteado así, pareciera un encuentro para que
dos planteles ardientes en deseo de ir por el resultado. Pero en el
Guadalajara no hay fuego capaz de calentar. Es un equipo frío. Sólo
Pachuca entiende la urgencia. Sólo Pachuca tiene amor
propio. Así es como se adueña de los primeros minutos: más orgullo que
futbol.
Y encuentra rápido la mayor deficiencia del
Rebaño Sagrado: tirar pelotas a la espalda de la defensa rojiblanca es
casi siempre garantía de peligro. Ludueña prolonga para Jorge Estrada,
que entra solo al área, por el costado derecho.
El tiro-centro es potente, abajo y Luis Michel se tiene para desviar.
La zaga complementa para alejar el peligro, al ’11.
Cinco minutos más tarde, la redonda va justo al
espacio que hay entre los tres centrales del Guadalajara. Los
futbolistas locales no salen coordinados. Permanecen estáticos,
levantando la mano para exigir fuera de lugar. Othoniel Arce
entra sin marca alguna. Encara a Luis Michel. Acomoda el cuerpo para
rematar de zurda. El esférico se escurre por un costado.
Chivas ni siquiera se ha aproximado al arco
contrario y ya se ha salvado en un par de ocasiones. Pero el deporte
tiene sus pasajes inexplicables. Apenas un chispazo: Márquez Lugo toca
fuera del área para Carlos Fierro, que le devuelve
una gran pared de tacón. El 7 del Rebaño Sagrado queda solo. Define de
zurda, raso y fuerte. Vence al “Conejo” Pérez.
El 1-0 de la escuadra local llega al minuto 20.
Pachuca lo merecía. Guadalajara lo concreta. La única explicación,
medianamente razonable, se encuentra en una trillada frase de jugadores
profesionales: “Así es el futbol”.
En el mejor momento del Rebaño Sagrado, el
árbitro César Arturo Ramos anula, al ’24, un gol de Carlos Fierro, por
fuera de lugar, mismo motivo por el que invalida la acción en la que
Daniel Ludueña había empujado el aparente tanto del
empate, cuatro minutos más tarde.
La ventaja de Chivas parece un espejo: resulta
sencillo mirarse en él y sonreír, pero también es frágil, cualquier
impulso lo puede romper. Y como los Tuzos habían analizado ya las
carencias rojiblancas, explotan una de las más grandes.
La pelota va, una vez más, a la espalda de la
defensa local. Kristian Álvarez la persigue y parece tener amplia
ventaja para resolver. El problema es que no sabe cómo hacerlo. No
corta. No despeja. No interfiere. En lugar de eso, va burdamente
al césped, en cuanto hace contacto con Jürgen Damm, que enfila
solitario rumbo al arco.
El joven delantero de Pachuca, contrario al
zaguero rojiblanco, tiene claro cómo resolver. Encara a Luis Michel, al
’32, se lo quita con relativa facilidad y simplemente empuja la redonda a
las redes. Kristian Álvarez se tapa la cara
con las manos.
En la banca, Juan Carlos Ortega explota. La
reacción es inusual. Nunca antes se le vio así. El técnico de Chivas
patea una botella de agua y todo lo que se le cruce en el camino.
Avienta con furia la tabla que lleva en las manos. La revienta
contra la banca. No es para menos. Un error individual acaba de echar a
la basura todo el esfuerzo colectivo: uno de los principios básicos
olvidados por el Rebaño Sagrado.
Guadalajara desperdicia una doble oportunidad al
’35. Carlos Fierro prende de aire la bola y sacude el travesaño. Rebota
dentro del terreno de juego y le queda a Rafael Márquez Lugo, que mete
un derechazo prometedor, que sacude nuevamente
el palo antes de irse al tiro de esquina. La oportunidad es un
espejismo. Chivas, en realidad, no tiene alma.
Al ’42, un nuevo error de Kristian Álvarez casi
termina en las redes del Rebaño Sagrado. Juan Carlos Ortega no puede
más. Otra rabieta. Voltea a su banca. Exige el cambio. Jorge Enríquez se
quita la casaca y acelera el calentamiento.
El estratega está furioso.
El Guadalajara termina por derrumbarse un minuto
antes del descanso. El tiro de esquina viaja hacia el área. Kristian
Álvarez y Néstor Vidrios saltan sin convicción. Othoniel Arce se eleva
más que ellos. Conecta de cabeza. Estremece las
redes. El 2-1 para Pachuca desata la molestia también de la tribuna
escasamente poblada del Estadio Omnilife.
Para la parte complementaria, la molestia de Juan
Carlos Ortega se traduce en movimientos. Kristian Álvarez y Marco
Fabián ya no vuelven para el complemento. El ingreso de Jorge “Chatón”
Enríquez y Carlos Cisneros, sin embargo, no ofrece
una solución. Los cambios sólo sirven para una cosa: aliviar el coraje
contenido del entrenador rojiblanco.
Al Guadalajara los minutos le corren con total
indolencia. Como si fuera arriba en el marcador, la prisa no le corre.
Un muerto en vida. Sin alma. Sin orgullo. Sin amor propio. Un cabezazo
de Carlos Cisneros, al ’63, es desviado por “El
Conejo” Pérez a tiro de esquina. Y eso es todo para el Rebaño que hasta
hace unos meses fuera Sagrado. Hoy, luce más bien sangrado.
Es una exhibición triste. Penosa. Vergonzosa.
Marco Bueno pone la puntilla, al ’87. Un disparo de fuera del área,
parece no llevar nada. Pero Chivas, a estas alturas, se muere
precisamente de eso: de nada. Luis Michel no llega. La pelota
acaricia las redes. Pachuca celebra el 3-1 y el cuadro tapatío se ahoga
en su propia mediocridad.
hgm