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Proyecto UNAM. Los derechos de los animales

Edwin Raymond| El Universal
Viernes 12 de septiembre de 2014
<b>Proyecto UNAM.</b> Los derechos de los animales

POSTURA. "Debemos abandonar completamente la ética antropocéntrica para dar paso a éticas no antropocéntricas y, así, a la considerabilidad moral de los animales no humanos, e incluso del mundo vegetal", resalta el investigador Alejandro Herrera Ibáñez. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Notas Relacionadas:

La discusión de este tema está en pleno proceso de consolidación. Un filósofo universitario lo aborda desde la perspectiva de la bioética

A cuatro siglos de la teoría heliocentrista, de Nicolás Copérnico, y a 155 años de la publicación de El origen de las especies, de Charles Darwin, el ser humano no abandona del todo la cosmovisión antropocéntrica.

De ahí que la ética y gran parte de la filosofía jerarquicen infinidad de cuestiones y le den a nuestra especie (Homo sapiens) prioridad casi exclusiva; esto trae como consecuencia, entre otras cosas, que los animales y el medio ambiente resulten perjudicados.

“Debemos abandonar completamente la ética antropocéntrica para dar paso a éticas no antropocéntricas y, así, a la considerabilidad moral de los animales no humanos, e incluso del mundo vegetal, y no sólo de los individuos, sino de los ecosistemas en general. De esta manera se abrirá una amplia reflexión filosófica y ética en la que uno podrá tomar la posición que quiera. Pero lo importante es abandonar el enfoque antropocéntrico”, señala Alejandro Herrera Ibáñez, investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM y quien desde 1981 ha trabajado a favor de los derechos de los animales.

“En esa época había gente que asociaba la protección de los ‘animalitos’ —y al pronunciar ‘animalitos’ lo hacía y lo sigue haciendo con cierto dejo despectivo— a una preocupación sentimental de viudas o solteronas. Todavía hay infinidad de personas que tienen esa percepción. El filósofo, economista y político inglés John Stuart Mill dijo que todo gran movimiento tiene tres etapas: el ridículo, la discusión y la aceptación. Creo que ya estamos en la etapa de discusión de este tema”, añade.

Aunque parezca extraño, sólo en épocas recientes los filósofos mexicanos han comenzado a reflexionar acerca de los animales y el medio ambiente. En efecto, hablar de la defensa de los animales —y aun del medio ambiente— era considerado poco serio entre los miembros de ese gremio. No obstante, poco a poco se han dado cuenta de que estas problemáticas constituyen un tema serio sobre el que se escribe en todo el mundo.

A veces se olvida que los animales no son meros accidentes del paisaje y que si éste está en peligro, también lo están los seres que en él habitan; y se piensa, asimismo, que los animales forman un bloque homogéneo con el medio ambiente y no merecen consideración ni respeto. En este sentido, la ética es crucial, porque funge como puente entre la filosofía y el estado actual del medio ambiente.

“En cuanto al medio ambiente, debemos incluir en él a todos los animales, en especial a las especies en peligro de extinción o en estado salvaje. Ahora bien, no sólo debemos preocuparnos por los animales porque forman parte del medio ambiente, sino también porque deben ser tomados en cuenta por sí mismos, porque ellos sufren como nosotros, y si la meta de la ética es no hacer sufrir innecesaria e injustificadamente a nadie, entonces debemos extender nuestra ética más allá de los límites humanos, hasta sus últimas consecuencias”, apunta el filósofo universitario.

Bioética

Etimológicamente, el término bioética significa “la ética hacia la vida”; así, el medio ambiente biótico y los animales forman parte de la bioética.

Como miembro del Programa Universitario de Bioética en la UNAM, Herrera Ibáñez ha insistido en que la ética ambiental y la ética hacia los animales sean consideradas partes de la bioética, puesto que ésta estudia nuestras obligaciones morales con los seres vivos en cuanto seres vivos.

En países pobres como México, las crisis económicas, la inseguridad y las elecciones políticas ocupan un lugar central. Por eso, la sociedad cree que la defensa de los animales y del medio ambiente son cuestiones de poca importancia o ajenas a su realidad.

Muchas personas piensan que la preocupación por el medio ambiente y los animales, tanto salvajes como domésticos, únicamente se da en sociedades donde hay una abundancia económica, de recursos, y donde la gente, al tener sus necesidades satisfechas o resueltas, tiene tiempo para dedicarse a otras cosas supuestamente secundarias, como serían esas dos.

“A menudo se nos pregunta a los defensores de los animales en México por qué nos preocupamos por éstos, habiendo tantos niños necesitados, tantas necesidades que resolver, tanta injusticia. Bueno, la respuesta es sencilla: como los problemas son diversos, hay que dividirse el trabajo. Unos se dedican a las mujeres golpeadas; otros, a los indígenas discriminados; y otros más nos dedicamos a los animales no humanos”, dice el filósofo de la Universidad Nacional.

Cambio de mentalidad

Cambiar de mentalidad es, en cierto modo, cambiar de conceptos y sistemas de creencias, y las modificaciones sociales muchas veces comienzan con la revaloración de los vocablos.

“Si vemos la estructura social como una pirámide, en la parte superior se localizan las personas más ricas del país; y en la inferior, las más depauperadas; sin embargo, debemos vernos no sólo como una sociedad, sino, tomando el concepto biológico, como una comunidad. Los ecosistemas están hechos de poblaciones de varias especies que forman comunidades. Las ciudades también son ecosistemas, ecosistemas urbanos, y en éstos están incluidos los animales no humanos. Ellos se encuentran en la parte más baja de la comunidad biótica urbana; los hemos hecho a un lado, los hemos olvidado”, indica Alejandro Herrera Ibáñez.

Afortunadamente, las nuevas generaciones parecen ser más sensibles al estado actual en que viven los animales no humanos. Grupos de personas, en su mayoría jóvenes, se encargan de su protección y su defensa.

“En la actualidad se observa un cambio acelerado en la juventud. Una gran cantidad de jóvenes están creando asociaciones protectoras y defensoras de animales. La idea de protección se refiere, sobre todo, a tener un animal y procurar que esté bien; en cambio, la idea de defensa implica combatir los actos de crueldad hacia los animales domésticos y rurales como vacas, caballos, mulas, gallinas, etcétera, y hacia los animales salvajes, ya sea en su hábitat originario, ya sea en zoológicos, circos o en posesión legal e ilegal por parte de amantes de animales ‘exóticos’”, comenta el filósofo.

Matanzas

Casi todos sabemos que el proceso industrial de la matanza de animales para consumo humano es violento, por lo cual vale la pena reflexionar sobre esta clase de procedimiento con el fin de hacer algo al respecto.

Primero, los animales permanecen encerrados, con poca libertad de movimiento y, en muchos sitios, con poca luz; después son transportados de manera muy dolorosa a otros lugares o estados del país; por ejemplo, los cerdos van hacinados en camiones, y para que su carne no se lastime, los separan con palos que dañan sus costillas. A continuación viene la matanza en los rastros, que es muy cruel, sobre todo porque no pocos de estos lugares son clandestinos. Y aunque sí hay rastros legalizados o TIF (Tipo Inspección Federal) que deben seguir cierta normatividad, no la cumplen al pie de la letra.

“A los matanceros, que son personas con poca escolaridad, se les ha enseñado a matar a los animales con una pistola de émbolo que los insensibiliza inmediatamente, pero lo hacen mientras platican entre sí, chacotean u oyen música, y no les disparan en el lugar correcto, y como la producción tiene que salir rápido para que esté lista a las cuatro de la mañana, cuando llegan los tablajeros, los animales quedan agonizantes, y los animales que siguen huelen su sangre, se estresan y vuelve a suceder lo mismo: van cayendo unos sobre otros. Es una escena dantesca. Uno piensa en eso y se pregunta: ‘¿Tengo derecho a comer ese tipo de carne?’ Si uno decide no ser vegetariano, debería preocuparse realmente por este proceso para que sea modificado”, afirma Herrera Ibáñez.

Más información relacionada con este tema, en el siguiente correo electrónico: aherr@filosoficas.unam.mx



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