Perfil María Teresa Rodríguez, una apasionada del piano
"El piano no sólo ha sido un compañero y amigo, ha sido esa parte de mi vida sin la cual yo no podría vivir", solía decir la destacada concertista María Teresa Rodríguez, para referir su relación con este instrumento al que dedicó su vida entera, tanto en el escenario como en las aulas, y que anoche llegó a su fin, en la capital mexicana.
La niña prodigio, a quien la acompañó siempre una extraordinaria memoria (más de 400 obras en su repertorio), una peculiar sensibilidad y una solidez técnica en desuso, nació en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, el 18 de febrero de 1923.
Hija de una pianista y maestra, así como de un cantante, Teresa Rodríguez inició su formación en el lenguaje musical y la ejecución del instrumento cuando apenas contaba con cuatro años de edad, para debutar a los ocho años, tocando con maestría obras de Johann Sebastian Bach, Federico Chopin, Claude Debussy y el Concierto, no. 1 de Ludwig Van Beethoven.
Cuentan que en 1942, el famoso pianista Claudio Arrau vaticinó de inmediato su futuro, cuando aseguró que había sido un placer constatar el talento excepcional que "tiene todas las cualidades para hacer una carrera exitosa", opinión que se encargó de hacer realidad con recitales en México, Cuba, Estados Unidos, Uruguay, Argentina, Perú, Inglaterra, España, Holanda, Dinamarca y Alemania.
Con estudios en Estados Unidos y con pianistas como el ruso Alexander Borowski, Rodríguez fue solista de las principales orquestas de México y de sinfónicas como la de Boston, Cuba y Dallas; la Filarmónica de Moscú, la Nueva Filarmonía de Londres, la Nacional de Lima, la del Festival de Aptos, California, la de la Universidad de Boulder, en Colorado, siempre obteniendo las mejores críticas a su desempeño.
De acuerdo con la biografía difundida por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Hidalgo, Bill Akers, de San Francisco, la calificó como una "mujer pequeña y elegante, más grande que la vida cuando se sienta al piano"; Borowski celebraba que había sido la mejor alumna de toda su vida, y Carlos Chávez se admiraba con el Concierto Emperador, de Beethoven. "Como tocó María Teresa...nadie lo puede mejorar".
Colaboró con Chávez en un taller de Composición en el Conservatorio Nacional de Música y bajo su supervisión trabajó toda su obra para piano, la cual grabaría en 1981 para RCA, su Concierto para piano y orquesta con Eduardo Mata y la New Philharmonia Orchestra, de Londres.
Hacia 1952, el propio Chávez le otorgaría una beca del INBA para estudiar y dar conciertos en Europa, a condición de que no se quedara por allá, y no lo hizo, pues volvió a su país para ofrecer recitales frente a destacados compositores como Manuel M. Ponce, Julián Carrillo y Claudio Arrau; además, a finales de los años 60 se integró a la planta docente del Conservatorio Nacional y en 1988 se convirtió en la primera mujer en dirigirlo.
Desde 1977 visitaba anualmente la ciudad de Boulder dando recitales y clases magistrales; también tocó en 1991 en el festival México en el Arte, en Nueva York, y en 1993 representó a México en el Festival Europalia, en Bélgica, así como en el Festival Mexican Performing Arts.
En 1989 participó en el homenaje a Carlos Chávez con motivo de los 90 años de su nacimiento, ofrecido por la Universidad de Florida en Miami.
Su talento y trayectoria fueron reconocidos en todo el orbe, donde recibió reconocimientos y fue nombrada jurado de importantes premios del instrumento, tal es el caso del Concurso Internacional Federico Chopin en Varsovia, Polonia, en 1970; el Internacional Ciudad de Montevideo, en 1972, y el Interestatal en San Antonio, Texas, en 1980.
Entre los premios recibidos destacan además de los de su estado, en 1988 y 1989, el que en 1986 le nombró huésped distinguida de la ciudad de Denver, Colorado; la Orden al Mérito Cultural de Polonia, por su difusión de la obra de Chopin.
También recibió premios como el de la Excelencia Académica del INBA en 1996; un homenaje del Festival Instrumenta Verano en Oaxaca; la Medalla de Oro en Bellas Artes, y la Medalla Pedro María Anaya del Congreso de Hidalgo, así como el Nacional de Ciencias y Artes (2008).
Hace unos días, en el marco de la Feria Universitaria del Libro (FUL), la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo le concedió la presea "Juan Crisóstomo Doria" a las Humanidades, distinción que recogió su hijo Tonatiuh de la Sierra Rodríguez, ya que por cuestiones de salud, la maestra no pudo viajar a Pachuca.
No obstante, a través de un video, la condecorada agradeció el reconocimiento y cariño de la comunidad universitaria y aseguro "quisiera estar con ustedes aunque con el cuerpo ya no puedo, pero en espíritu sí estoy con ustedes, los quiero mucho a todos...".
"Todo mi agradecimiento a los hidalguenses que conocí y que han tenido a bien otorgarme el premio que no creo merecer, la única realidad que tengo es que nací en Pachuca que tanto quiero", refirió con modestia.
Anoche acabó su vida pero su legado musical queda para la posteridad en sinnúmero de grabaciones.
sc