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Mozart, en la voz de un 'popstar' de la ópera

La Nación/Argentina/GDA| El Universal
10:46Argentina | Martes 13 de agosto de 2013

Pasión. "Hay que estar preparado y enamorado a muerte de esta profesión, porque en el camino se deja todo, menos la dignidad", expresa Schrott -casado con la soprano Anna Netrebko-. En la imagen, en el papel del famoso burlador de Sevilla, con la soprano puertorriqueña Ana María Martínez, como Doña Elvira, durante un momento de la obra "Don Giovanni", de Mozart. . (Foto: Archivo. )

Erwin Schrott, bajo-barítono uruguayo de 40 años, se presentará en el Teatro Colón, en Buenos Aires, para interpretar uno de sus papeles fuertes: Fígaro, de Mozart

"Ésta es una vida de gitanos. Hay que estar preparado y enamorado a muerte de esta profesión, que es una locura, porque en el camino se deja todo. Menos la dignidad", afirma con el tono solemne que impone su voz de bajo-barítono, casi como si estuviera cantando, con un dejo arrabalero que mezcla subrepticiamente lo trágico de la ópera con el inexorable sabor del tango.

El que habla es Erwin Schrott, uruguayo de 40 años, una suerte de popstar de la lírica por su fuerza, carisma y popularidad; un cantante con 20 años de carrera, básicamente asociado a la perfección de Mozart en la piel de Fígaro y Don Giovanni, capaz de representar, en una misma ciudad, el más agraciado rol clásico en una cumbre de los escenarios líricos como la Staatsoper vienesa, al tiempo que compone y canta un electrotango con orquesta y DJ para un gigantesco evento benéfico como el extravagante Life Ball Vienna, en mayo pasado, donde su nombre apareció al lado de invitados como Fergie, Elton John, Roberto Cavalli, Hilary Swank y Bill Clinton.

Como si fuera poco, está casado con la máxima estrella del género, la rusa Anna Netrebko. No obstante, sostiene que la fama es pasajera y que nada del showbiz le importa porque lo que va en serio es la voz y esa profesión que ama "a muerte" por la que ha dejado casi todo. "Más allá de ser varonil, mi voz es una lady", por lo caprichosa y aterciopelada, explica.

Es flexible, suave y oscura. Ciertas señales -dice- comenzaron a advertirle sobre un cambio, una mutación en el color y el dramatismo que irradia esa voz imponente con la que conquistó el universo de la lírica.

-¿Qué efecto tienen esos cambios?

-Estoy acostumbrado a vivir como en un laboratorio donde soy el químico loco que se maneja a sensaciones, a pura intuición. Los cantantes son los únicos músicos que jamás llegan a tocar su instrumento. Cuando uno empieza con la lírica entra en un universo en el que no sabe para dónde ir. Todo parece igual y es imposible empezar a cantar. Un horror.

-¿Por qué? ¿Qué sucede internamente con la voz?

-Es algo tan insoportable como escuchar a un chico con el violín. La posición de la voz no se encuentra de un día para el otro. Imaginá que no tienes idea y alguien -como me decía Virginia, mi maestra en Uruguay- te lo explica así: "Piensa en tu voz como un hilo dorado hacia el sol... ¡Ahora, cantá!". Recién ahora entiendo esa imagen: es la continuidad en la estructura, la forma de la columna de aire que no es una gráfica sino una línea; una línea dorada por el brillo que logra cuando encuentra su posición.

-¿Qué ocurre cuando la voz no encuentra esa posición dorada?

-Si es demasiado pectoral, deja de tener brillo, por lo tanto, no corre. En esta habitación puede sonar enorme, pero si va al escenario, el sonido carece de armónicos y no corre. Hay cantantes que de cerca aturden, pero en la sala no se los escucha. Al contrario, si la voz se coloca toda en cabeza, es chillona. Cada milímetro cuenta y ahí está la búsqueda constante de la posición justa.

-Un vicio frecuente en los de tu cuerda es ubicar la voz hacia atrás.

-Sí, la voz engolada. Eso es inseguridad. Es el error del cantante que quiere escucharse y canta guiado por la sensación interna de esa vibración, que es gigantesca. Pero uno tiene que tener la seguridad en el sonido que está emitiendo y cantar para la platea, no para sí. El resultado es muy diferente.

-¿En qué radica la vigencia del Fígaro?

-En la historia: un hombre que tiene poder y dinero, una posición social y una bellísima esposa a la que no ama ni respeta, está buscando diversión en la mujer de un empleado, sin importarle el daño que produce.

-¿Qué representa este rol en tu carrera?

-El primer Fígaro me lo propuso Plácido Domingo. Lo estudié y podía cantarlo, pero lo rechacé porque había mucho que no lograba entender. Los recitativos me aburrían, necesitaba tiempo para madurarlo.

-¿Cómo lo lograste?

-Estudiando el texto millones de veces, buscándoles la vuelta a las palabras. En el escenario siento la responsabilidad de que la gente no se vaya ni se distraiga, que se mantenga conmigo. Creo que lo logro sin hacerme el actor, sino siendo natural.

-¿Qué implica ser un especialista mozartiano?

-Más allá del estilo de voz muy 'clean', línea de canto específica y frase dibujada, hay otra manera de ver a Mozart: él se divertía en los ensayos, cambiaba recitativos y tonalidades, jugaba con la música. A mí me encanta jugar con el Sprechgesang mitad y mitad (cantar hablando). Las notas puedo escribirlas de memoria, pero si uno se vuelca demasiado sobre el cuadradito del papel, hasta yo mismo me aburriría.

-¿Cómo sientes el reencuentro con el Colón?

-Volver a casa. Aquí conocí a dos personas, que ya no están, a las que les estaré agradecido por el resto de mi vida: Ricardo Yost y Renato Sassola. Ellos me alentaron y me dijeron: "Che pibe, sos una mosca blanca". Siento que nací en Uruguay con un par de alas y cuando llegué a Buenos Aires ellos me abrieron esas alas en el Colón y me empujaron a volar.

sc



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