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El discreto encanto de coleccionar calzones usados

Natalia Gómez Quintero| El Universal
Lunes 01 de febrero de 2010
Los compran en la red o los roban a sus amigas o familiares. Son fetichistas que buscan placer

natalia.gomez@eluniversal.com.mx

Un anuncio en un portal de compra-venta en internet había aliviado a Irving. “¿Deseas ropa interior de mujer usada? Yo te la vendo. Compro la ropa, la uso un fin de semana, le dejo mi aroma, después las guardo en una bolsa Ziploc para que se conserve el olor y te llegue en perfectas condiciones”, decía el promocional.

El chico de 28 años supuso que ya no tendría que recurrir con frecuencia a una de sus estrategias aplicadas: esperar el menor descuido de sus primas o amigas, o incluso de las mamás de ellas, para hurtar sus tangas, bikinis, boxers o pantaletas, prendas que desde muy niño -acepta- lo erotizan e incluso lo pueden llevar al orgasmo.

Irving, quien ha preferido no decir su nombre completo en pos de guardar el anonimato y no ser visto como un maniático sexual, se acepta como fetichista de ropa interior. “Los bikinis deben tener encaje. Mis colores preferidos son el negro y el rojo. Opto por la ropa usada, de preferencia con olor a sexo porque eso aumenta mi excitación”, dice.

¿Por qué lo hacen?

Fue apenas hace dos años cuando este chico descubrió cómo hacerse de más fetiches con un simple “clic”. Buscó en internet. Pensaba que podía ser estafado, pero tuvo suerte. En Mercado Libre contactó a Linda, una chica que decía aprovechar la venta de su ropa para ayudarse en sus estudios. La mujer le envió un catálogo. Irving eligió algunas prendas. Invirtió 150 pesos, más 50 por gastos de envío, a través de Mexpost.

Luego de dos semanas Irving rozaba su cara y luego se masturbaba con un bikini de encaje negro que la joven había usado por algunos días. En este tipo de compra-venta se acostumbra que el vendedor adicione una fotografía con la ropa puesta para comprobar que la ropa fue usada. Por seguridad casi nunca muestran sus rostros.

Los precios varían dependiendo las condiciones solicitadas en la prenda: sudada, con fluidos vaginales, con esperma o incluso con restos de orina o manchas de heces fecales. Irving ha repetido esta operación en cuatro ocasiones. Una de ellas resultó ser un fraude. Hasta hoy ha invertido aproximadamente 600 pesos, lo que entre compras y hurtos le ha hecho acumular 20 piezas.

Mientras en México este tipo de mercado, nacido por las diferentes expresiones comportamentales de la sexualidad, se desarrolla con tropiezos, en Estados Unidos existe un sitio web llamado pantytrust.com (panty confiable), donde los fetichistas pueden tener la seguridad de que la prenda que adquieran vía electrónica les será entregada. El portal incluye estrictas reglas y links de los últimos miembros dispuestos a hacer negocio. En cada espacio las vendedoras suben fotos usando la lencería -comúnmente tangas o bikinis-, que ofertan. Apenas el 28 de enero de este año, Jinx se unió a la membresía de pantytrust.com y subió siete fotos posando las diminutas prendas que vende.

¿Se puede controlar el deseo?

Buscando en Internet se encuentran espacios como Mercatell de Colombia, con frases que promueven comunidades de fetichistas: “Me gusta sentir el olor de las vaginas y si alguien comparte conmigo esto entenderá lo fascinante que es sentir ese aroma inconfundible de las cucas. Quisiera compartir las de mi esposa con ustedes y si me envían de las de ustedes fabuloso. Escriban a marernan@gmail.com”, dice este anuncio posteado en 2008.

A los japoneses se les considera los máximos exponentes del fetichismo de ropa interior. De ello daba cuenta la agencia de noticias AFP en abril de 2004, al reproducir una nota que informaba el arresto de un individuo por haber robado del departamento de una mujer prendas de lencería. Los policías registraron su domicilio, encontraron cerca de cuatro mil bragas, “tesoro” que el fetichista acumuló por más de 30 años. “Adoro la ropa interior de mujer y no puedo controlar el deseo de apropiarme de ella”, confesó el acusado.

¿Deben ir al médico?

El fetichismo es considerado por el DSM IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), como una parafilia, que es la presencia de fantasías sexualmente activantes, impulsos sexuales o conductas intensas y recurrentes que implican generalmente objetos no humanos que se presentan durante unos seis meses.

Sin embargo, una actitud fetichista puede ser atendida por psicoterapeutas siempre y cuando estos impulsos sexuales o conductas provoquen un “malestar clínicamente significativo” o un deterioro importante en una o más áreas del funcionamiento del individuo. “Si el individuo fetichista sólo puede excitarse con cierta prenda interior, a manera de necesidad, debe ser atendido por especialistas, pues en una relación erótica habitualmente pueden existir objetos o prendas para motivar ciertas sensaciones, pero en caso de no usarse, el acto puede continuar de igual manera, sin que represente una alteración”, explica José de Jesús González Salazar, del Grupo Interdisciplinario de Sexología.

Desde chiquillo

César ha colocado un anuncio en internet exponiendo su interés de comprar ropa interior usada de mujer. Él dice que su gusto por reunir tangas y brassieres no tiene nada de anormal. Es empleado del gobierno del Distrito Federal, tiene 24 años y estudia ingeniería. Asegura que no tiene problemas para establecer relaciones eróticas de pareja.

“De vez en cuando saco las prendas de mi escondite. A mí no me gusta mastrubarme con ellas, pero sí sentir su textura. Hoy tengo sólo diez, me he desprendido de algunas, opté por pedírselas a mis parejas”, dice vía telefónica.

Recuerda que tiene este gusto desde los cinco años. “Revisaba la ropa de mi madre. Ella me descubrió y me dijo que eso era malo. A los 16 supe que era fetichista, las 10 prendas que tengo fueron usadas, aunque luego de un tiempo las tuve que lavar pues como las conservo cerradas en una bolsa de plástico no quiero que se desarrollen bacterias”.

Aunque no le gusta hacer compras por internet, pues la forma de pago, entrega y verificación de que la vendedora haya usado la ropa adquirida, es poco fiable, tiene curiosidad por hacerlo. En ese mismo caso de desconfianza se encuentra Édgar, de 30 años, quien ha preferido comprarlas nuevas. En unos siete años ha invertido sólo 500 pesos. “Hubo un tiempo que me gustaban las pantaletas clásicas de tela spandex. Busco siempre que la textura sea especial. He llegado a reunir hasta 16 piezas”, dice Édgar.

Ramón Alberto, de 23 años, reconoce que desde los 15 años es fetichista: “Yo no compro la ropa, se la robo a las chicas cuando estoy en casa de ellas; las prefiero usadas porque me excitan más, me imagino a la mujer puesta con ella y las huelo y me masturbo”.

José de Jesús González, experto en comportamientos sexuales, explica que dentro de cualquier fetichismo puede identificarse al que colecciona para simplemente evocar recuerdos con ciertas personas, como si se tratara de un álbum de fotos, y al que reune objetos por el valor que les atribuye.

“Puedes tener el reloj de la abuela o las medallas como un fetiche al que le atribuyes un valor estimativo, pero es muy diferente cuando conservas relojes por su diseño o funcionalidad. En el caso de la ropa interior hay fetichistas a quienes no les importa si fue de la novia o de la amiga, sino el erotismo que provoca”.

Basta un clic para provocar placer

El especialista señala que Internet lo único que propició es ventilar este tipo de gustos y generar un mercado alterno del que Dafne se beneficia. Vía correo electrónico cuenta su experiencia: “Las prendas las piden usadas, y claro, sin lavar, he vendido varias, no llevo la cuenta, ni tengo registro. El precio depende de la marca, y tipo de la prenda, a veces las piden con encaje o transparencia, más que nada materiales especiales, ahí es cuando el precio incrementa”.

Dafne dice que comenzó a venderlas simplemente por gusto. “Regalarlas no me conviene ya que tendría que poner de mi bolsa, así que lo que pido de dinero es simplemente para recuperar (el costo de) las prendas. Además de que cambio frecuentemente mi ropa interior. Envío mi foto con la lencería pero el trato es muy impersonal. Hay cosas raras que piden como camisetas bañadas en sudor o cosas realmente grotescas que simplemente no se pueden cumplir”.

Otras chicas hasta hacen promociones. “Soy una mujer bonita, amable, trabajadora, pero de Open Mind (mente abierta al sexo); no me estoy prostituyendo, ni aceptaré ninguna propuesta de sexo, es un simple Fetish que muchos hombres y mujeres tienen. Tengo varios modelos de panty, tanga, brassier, baby doll, te mando el catálogo actualizado. Los precios pueden variar según la marca. Te doy buen precio a partir de dos prendas”, se lee en uno de los anuncios que aparecen en la red.

La mayoría de la ropa que se ofrece en Internet es de mujer, pero también venden trusas y bóxers de hombres.

Ante el exceso ropa interior, Eder optó por ofrecerla.

 



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