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Los retos de la escritura maya

El Universal
Jueves 15 de octubre de 2009
Los retos de la escritura maya

TABLERO. Glifos (del griego glýfo, “esculpir o tallar”) mayas en el Museo de sitio en Palenque, México. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Su estudio ha sido una aventura que aún promete grandes sorpresas. Una especialista universitaria nos habla del complejo proceso que ha implicado su desciframiento

Se puede decir que los mayas integraban un pueblo de escritores. Así pues, como todo les servía para escribir y escribían en todas partes, su escritura quedó grabada, pintada o modelada en códices, estelas, monolitos, altares, piedras circulares, dinteles, paredes, escaleras, tronos, piezas de cerámica, objetos de jade, orejeras e, incluso, en su propio cuerpo (según algunos cronistas españoles, se tatuaban su nombre en un brazo). ¿Cuándo surgió esta escritura?

“El registro más temprano de la escritura maya encontrado hasta hoy es la estela 29 de Tikal, fechada en el año 292 después de Cristo. La fecha está escrita con signos de una escritura que llamamos ‘variantes de cabeza’”, dice Maricela Ayala Falcón, investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y experta en el tema.

 

Fonética silábica

Durante mucho tiempo se discutió si la escritura maya era fonética o ideográfica. A mediados de los años 80 del siglo XX, apoyado en los descubrimientos realizados en los últimos 35 años, el joven investigador estadounidense David Stuart hizo un trabajo sobre 10 glifos, con el que demostró que era fonética.

“Si fuera ideográfica, resultaría muy complicado descifrarla; pero como es fonética, se puede leer. Si este glifo es ‘ti’ y este otro ‘mi’, tienen que ser ‘ti’ y ‘mi’ en todos los casos. No todos los glifos se han podido leer, pero son excepciones”, explica Ayala Falcón.

 

Años antes, en 1950, el ucraniano Yuri Valentinovich Knorosov había llegado a la conclusión de que la escritura maya era silábica, lo cual ya había sido sugerido en los años 40 por el lingüista estadounidense Benjamin Whorf.

 

Que una escritura sea silábica significa que cada uno de sus signos tiene el valor de una sílaba, no de un fonema o letra.

Por ejemplo, la palabra “investigadores” tiene seis sílabas, por lo que en la escritura maya le corresponderían seis signos o glifos.

 

Así, al unir dos o más glifos en la escritura maya se forman palabras que a su vez forman oraciones, que a su vez forman textos y hasta capítulos de libros, como en el caso de los códices. Ahora bien, un mismo glifo puede tener diferentes funciones y lecturas en esta escritura, lo cual hace mucho más complicado su estudio.

 

“Posteriormente, el arqueólogo estadounidense David Kelly, a quien le interesaba mucho el trabajo de Knorosov, trató de leer silábicamente los jeroglíficos de monumentos de Quiriguá, Chichén Itzá... y algunos de códices, pero fue un poco más allá: trató de ver la escritura en su conjunto; es decir, el ‘cartucho’ completo o palabra y no sólo glifos separados”, apunta la investigadora.

 

Herramienta valiosa

Una herramienta valiosa para el estudio de la escritura maya es el catálogo de glifos, realizado por el epigrafista inglés Eric Thompson, quien los estudió uno por uno, de manera independiente.

“En 1963 se publicó la obra La escritura de los indios mayas, en la que Knorosov explicó su método para leer esta escritura. Sin embargo, en el contexto de la guerra fría –y debido a la antipatía personal de Thompson hacía él–, esta obra no fue tomada en cuenta al principio”, cuenta Ayala Falcón.

 

Por esos años ya se aceptaba que la maya era la escritura prehispánica más desarrollada en América. En 1959, el investigador alemán Heinrich Berlin, avecindado en México, encontró lo que llamó el glifo emblema.

 

En 1950, Eric Thompson publicó una serie de glifos que identificó con el nombre de “grupo acuático”, porque presentaban unos circulitos que relacionó con el agua. En su obra Maya Hieroglyphic Writing: An Introduction, los clasificó por ciudades: el grupo acuático en Quiriguá, el grupo acuático en Copán, el grupo acuático en Palenque, el grupo acuático en Yaxchilán...

 

“Berlin fue a ver las inscripciones de cada ciudad maya y observó que, además del grupo acuático, cada una tenía un signo propio más grande. Al no saber si cada uno era el nombre geográfico, de una deidad o de un linaje, optó por llamarlos glifos emblema. Actualmente sabemos que se refieren a un territorio y al Señor de ese territorio”, explica la investigadora de la UNAM.

 

Textos históricos

En 1960, Tatiana Proskouriakoff publicó su estudio sobre las inscripciones del sitio de Piedras Negras, Guatemala.

Proskouriakoff se dio cuenta de que las inscripciones de algunas estelas asociadas a un determinado edificio tenían fechas que correspondían a la vida de una persona y ciertos glifos.

 

“Ella llegó a la conclusión, entonces, de que la fecha más temprana era la del nacimiento de la persona y la última la de su muerte. No sabía de quién se hablaba, pero pensaba que esa persona debía de ser alguien muy importante como para que estuviera ahí”, sostiene la investigadora universitaria.

 

Tatiana Proskouriakoff también descubrió que había fechas intermedias y que éstas correspondían al momento en que el personaje había sido designado heredero, al momento en que había sido entronizado...

 

Posteriormente, Proskouriakoff publicó en la revista Estudios de cultura maya, de la UNAM, dos trabajos sobre Yaxchilán, Chiapas, en los que terminó por comprobar que la escritura maya contaba hechos históricos y hablaba de dinastías, linajes, hijos, capturas, captores...

 

A partir de estos trabajos de Proskouriakoff se modificó el enfoque sobre la escritura maya. Pero aún no se podía leer. Como ya se dijo, este problema lo resolvió en los años 80 el estadounidense Stuart, al probar indudablemente que dicha escritura era fonética.

 

“Con el trabajo de Stuart vino el gran cambio. Se empezó a tratar de leer la escritura maya, no a interpretarla. Y en ese proceso se ha avanzado de modo notable”, dice Ayala Falcón.

 

Gramática

En los códices mayas, siempre que los dioses aparecen haciendo una misma cosa, hay un cartucho que se repite. Por eso, Knorosov concluyó que dicho cartucho tenía que ser un verbo; es decir, empezó a ver en la escritura maya los distintos elementos que componen una gramática: sujeto, verbo y objeto; u objeto, verbo y sujeto.

“Para mí, ésa es la aportación importante de Knorosov al estudio de la escritura maya: el descubrimiento de una gramática”, afirma la investigadora.

 

Ahora, los expertos ya comienzan a encontrar las particularidades de la escritura maya: que refleja totalmente un idioma, que en ella hay pronombres de primera, de segunda, de tercera persona; que en ella hay pasado, pluscuamperfecto, futuro...

 

“Todo lo anterior es el resultado del trabajo de antropólogos, lingüistas, dibujantes e historiadores de muchos países. Es un logro de esta nueva generación de mayistas. Y ahí vamos”, finaliza Ayala Falcón. (Leonardo Huerta Mendoza).

 

 



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