Un submarino para Villa
Sin duda, entre las preocupaciones que inquietaron a Villa, luego de la escisión revolucionaria, fue allegarse un flujo constante de materiales bélicos. Hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, la adquisición de armas y municiones fue sencilla y barata, y el general jamás tuvo problemas para su financiamiento. Villa, como muchos otros jefes revolucionarios, se valió de agentes confidenciales y representantes que desempeñaron diversas comisiones para él, en Estados Unidos, entre ellos: Hipólito Villa, su hermano; Lázaro de la Garza, Enrique C. Llorente, Félix Sommerfeld y George C. Carothers, entre otros. Lázaro de la Garza había sido colaborador durante el gobierno del general Bernardo Reyes, en Nuevo León; posteriormente se avecindó en Torreón, Coahuila, y en 1913 entró en contacto con Villa, quien lo nombró su agente comercial y financiero. Un testigo presencial narró así el encuentro de Villa y De la Garza: "En la entrada triunfal de los soldados de la División del Norte, ese día 1° de octubre de 1913 [...] el general Villa penetró a la plaza montando [su caballo] "Sangre Linda". Frente al fastuoso hotel del Salvador, salió a su encuentro un hombre corpulento y alto, elegantemente vestido, que se descubrió respetuoso para saludarlo y con su ademán de aristócrata, nos deslumbró el espejo de su calva. Aquel individuo dijo llamarse Lázaro de la Garza, declaró que iba a ponerse en manos del comandante en jefe de la División del Norte, y ofreció una larga lista de todos los hacendados y ricos de La Laguna, algodoneros y próceres con datos sobre sus posibilidades de aportar fuertes sumas a la Revolución, en calidad de préstamos forzosos. Lázaro no tenía miedo de sufrir errores en sus apreciaciones [...] apelando a sus conocimientos adquiridos como alto empleado del banco de la plaza capturada"¹. De acuerdo con el informe que presentó a Villa, De la Garza estimaba la recaudación de fondos en más de 1 millón de pesos, con lo que de inmediato se granjeó las simpatías de su nuevo jefe. Correspondió a Lázaro vender a los Estados Unidos el ganado de las haciendas confiscadas, así como el algodón decomisado a los enemigos de la Revolución. En Chihuahua, con los intereses de Luis Terrazas, De la Garza realizó operaciones de venta de ganado en gran escala; constituyó las comisiones manufactureras de bilimbiques, que imprimieron sábanas (billetes revolucionarios) en grandes emisiones tendientes a comprar la producción minera del estado. De la Garza adquirió rápidamente fama de financiero y gran economista, haciéndose indispensable para Villa, quien le encargó frecuentes misiones diplomáticas y le confió fuertes sumas de dinero para adquirir armas. Enrique C. Llorente fue cónsul de México en El Paso, Texas, durante el gobierno de Francisco I. Madero. En 1914, Carranza lo nombró encargado del departamento de Agencias Comerciales en la Secretaría de Relaciones Exteriores, cuya misión consistía en visitar las agencias que tenía el gobierno constitucionalista en la frontera sur de Estados Unidos². Durante el periodo convencionista fungió como agente confidencial del gobierno provisional de México, en Washington, DC, y siempre mantuvo estrechas ligas con Francisco Villa y Felipe Ángeles. Por último, George C. Carothers se convirtió en el principal intermediario de Villa ante el gobierno estadounidense y los empresarios de ese país. Carothers, al igual que Lázaro de la Garza, estableció estrechas relaciones con Villa, luego de que éste ocupó Torreón. La relación se hizo tan estrecha, que el presidente Woodrow Wilson lo elevó, como su representante, al cargo de agente especial ante Villa. Las ligas entre Carothers y Villa dependían de servicios mutuos, ya que las jugosas concesiones que éste otorgaba a aquél, tenían que ver con los informes que Carothers enviaba a Washington, y que influían de manera positiva en el presidente Wilson. Hasta 1914, la fuente de recursos más constante que había tenido Villa se basó en la venta y exportación de ganado, algodón y minerales a Estados Unidos. Un año después, el monto de las exportaciones se había reducido significativamente; la cosecha de algodón se presentó menor que en los años anteriores, debido a los combates pero también a la huida de muchos propietarios de La Laguna, y por las dificultades para disponer de transporte ferroviario. La buena estrella de Villa comenzó a extinguirse y tuvo que afrontar graves problemas: Chihuahua, centro abastecedor de la División del Norte, comenzó a enfrentar una crisis económica, que hizo estragos en la población, imposibilitando el suministro de los pertrechos requeridos por los ejércitos. Los brotes de descontento social ensombrecieron el horizonte; Villa percibió este ambiente desfavorable y en un intento por contener sus efectos, se propuso dar el golpe militar decisivo. La guerra mundial se presentó como el mayor obstáculo para adquirir materiales bélicos, así que cada uno de los jefes revolucionarios echó a andar su red de contactos. El 10 de febrero de 1915, Villa recibió una carta procedente de su agente confidencial en Washington, ofreciéndole un submarino: "Sr. General Francisco Villa. Ciudad Juárez, Chih. "Mi querido general: Dirijo a Ud. estas líneas para informarle que se nos ofrece en venta un submarino propiedad de uno de los mejores astilleros del país, que por su capacidad como por su armamento, pudiera ser de grandísima utilidad a Ud., para reducir a los cañoneros nuestros aún no sometidos al gobierno y evitar la introducción del parque a Veracruz y otros puertos del Golfo en poder de Carranza. Adjunto a la presente una fotografía del submarino en cuestión y los datos relativos a dimensiones, armamento, velocidad, maquinaria, sistema de ventilación, etcétera, para que pueda darse mejor idea del asunto. El precio del barco puesto en Cayo Hueso, Florida, es de 340 000 Dls., incluyendo en él nuevas baterías y demás gastos de conducción a Cayo Hueso. "Se me informa que sólo las baterías tienen un valor de 26 000. La compañía dueña de este submarino se compromete a hacer los experimentos necesarios para demostrar su perfecto estado y sus cualidades de navegación, antes de cerrar trato alguno; y se compromete también a instruir en el manejo del submarino a la tripulación que se mande para recibirlo, o puede, en último caso, suplir la tripulación para conducirlo a puerto mexicano. Verá usted por los informes que acompaño que el submarino está habilitado de tres tubos lanza-torpedos, dos a babor y uno a estribor. Además tiene lugar adecuado para el almacenaje de dos torpedos más. La velocidad en la superficie del agua y con el impulso de las máquinas solamente es de ocho nudos (...). El combustible es gasolina, que está contenida en tanques especialmente construidos para impedir cualquier accidente y que se encuentran colocados en los fondos del submarino. La velocidad máxima bajo el agua es de 6 1/2 nudos (...). "En el documento adjunto encontrará Ud. éstos con otros datos de importancia, que necesitan considerarse muy detenida y cuidadosamente. Se me ha ocurrido que el precio del submarino es bastante crecido para que, dada nuestra situación económica, pudiéramos adquirirlo, pero no he querido dejar de poner en su conocimiento el asunto para que sea Ud. el que lo resuelva. La embarcación de que se trata (...) ha querido ser comprada por Rusia; mas el gobierno americano, enterado de esto, prohibió la venta, alegando que se violaba con ello la neutralidad de este país [Estados Unidos]. (...) al preguntar a los vendedores si el gobierno americano se opondría a (vendérnoslo), basado en las mismas razones, dadas para impedir que Rusia lo adquiera, me manifestaron que sí, pero que estaban en condiciones de realizar la venta y entrega de la embarcación a nosotros, aprovechándose de un experimento de submarinos que hará el gobierno americano próximamente en Cayo Hueso, que les permitirá mandar al suyo a ese lugar para probarlo en competencia con los otros que asistan a esas pruebas, y que podían ahí aprovecharse de un momento oportuno para hacerse a la mar, dirigiéndose a algún puerto en la costa de Tabasco o Campeche, para surtirse de nuevo de gasolina [...]. "He manifestado a los interesados que aunque estoy casi en la certeza de que por ahora no podríamos adquirir la embarcación de que se trata, ya se transmitía a Ud. (la información), para que se sirviera resolver el asunto. Le estimaré mucho me dé a conocer por telégrafo esta resolución y me repito, con el aprecio de siempre, su amigo que bien lo quiere Enrique C. Llorente."³ No se sabe si hubo o no respuesta al ofrecimiento del submarino, pero no deja de sorprender la actividad de los comerciantes estadounidenses, que buscaban hacer negocios aún a riesgo de violar las leyes de neutralidad en su país. A tan sólo dos meses de iniciarse los combates en Celaya, entre los convencionistas encabezados por Villa, y los constitucionalistas comandados por Obregón, el interés de Villa estaba encaminado a conseguir el apoyo del presidente Woodrow Wilson, haciendo una activa campaña en favor de su causa. Un mes después del ofrecimiento del submarino, Villa, por conducto de su secretario Enrique Pérez Rul, escribió a Llorente que estaba enterado de la actividad y empeño con que trabajaba para publicar todos los artículos que pudieran "impresionar el ánimo del pueblo de Estados Unidos a favor de la causa que andamos defendiendo [...]" 4 . Pero ninguna de las acciones emprendidas por Villa funcionó para calar hondo en el ánimo estadounidense y ganar su reconocimiento. Traicionado por las personas en quienes más confió, y abandonado por muchos de sus hombres, la otrora victoriosa División del Norte no volvería a ceñirse los laureles del triunfo. Lázaro de la Garza, enviado precipitadamente por Villa a Nueva York, en busca de pertrechos, había firmado un contrato importante con la Western Cartridge Company, para adquirir 15 millones de cartuchos, de los cuales sólo llegaron a poder de Villa 700 mil. En abril de 1915, cuando estaban por dar inicio las grandes batallas del Bajío, Villa telegrafió a su agente en los siguientes términos: "[...] en usted tengo depositada mi confianza y estoy seguro que sabrá corresponder a ella. Espero, pues, que las municiones me las enviarán lo más pronto posible, trabajando para ello día y noche si fuere necesario" 5 . Lázaro de la Garza, sin embargo, no volvió a responder, ya que encontró más lucrativo ofrecer el contrato primero a los carrancistas y finalmente al gobierno francés. Con el dinero mal habido, fijó su residencia en Los Ángeles, California, regresando a México tras la muerte de Villa. El general después de una serie de derrotas, disolvió la División del Norte y con la poca gente que decidió permanecer en la lucha, inició una guerra de guerrillas de 1916 a 1920, concluyendo tras la muerte de Carranza. (* La autora es maestra en Historia, egresada del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Investigadora de tiempo completo en el Instituto Dr. José María Luis Mora. Se ha especializado en historia regional del norte de México y cuenta con numerosas publicaciones especializadas. Es docente en la licenciatura de Istoria del Instituto Cultural Helénico AC.) ¹ Juan B. Vargas, "A sangre y fuego con Pancho Villa", México, FCE, 1995, pp. 328-333. ² Archivo Particular de Enrique C. Llorente, Biblioteca Pública de Nueva York. ³ Archivo Particular de Enrique C. Llorente, Biblioteca Pública de Nueva York. Carta a Villa, Agencia Confidencial del Gobierno Provisional de México, Washington, 10 de febrero de 1915. 4 Archivo de E. Llorente. Carta a Villa, Monterrey. 25 de marzo de 1915. 5 Friedrich Katz, "Francisco Villa", ERA, t.2 p.70.