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Pierde la salud y lo demandan

Salvador Frausto| El Universal
Sábado 03 de noviembre de 2001

José Espinoza quedó lesionado de por vida debido a una presunta mala operación quirúrgica, lo que ha denunciado sin éxito ante diferentes instancias. En respuesta, el médico que lo atendió lo demandó por un millón de dólares.



En defensa de los derechos del paciente

En las radiografías se pueden observar las pinzas metálicas que José Espinoza llevará fijadas en la columna vertebral de por vida. Dice el paciente que están ahí porque el médico que lo operó por vez primera de la hernia discal que lo aquejaba le practicó una intervención quirúrgica deficiente. Incluso dejó entre la vértebras algunos restos de los discos extirpados. Para corregir el daño se hizo una segunda cirugía en Estados Unidos.

Antes maratonista amateur, José Espinoza hoy camina apoyado por un bastón y dedica buena parte de cada semana en su rehabilitación que de cualquier manera no le devolverá la posibilidad de correr, competir con su bicicleta de montaña o practicar el motociclismo.

Es esta la historia de Mauro Loyo Varela y José Espinoza Villaseñor. Es el relato del neurocirujano que decidió demandar a su paciente.

"Que responda por lo que me hizo", pide el paciente.

El médico dice que José Espinoza miente, que sólo quiere dinero y que pretende ensuciar su imagen. Por eso interpuso una demanda por la vía civil ante un el juez décimo de lo civil del DF. Acusa al paciente de haberle causado daño moral. Y exige que éste le pague un millón de dólares.

Mauro Loyo, el médico, es actualmente secretario de Salud del gobierno de Veracruz.



?Historia de terror?

"No me interesa el dinero, sino que Mauro Loyo responda por lo que me hizo. El problema es que muchos mexicanos no nos quejamos ante estas injusticias, por eso cuando regresé de la operación que me hicieron en San Antonio (Texas), que consistió en una reconstrucción de la cirugía anterior, decidí buscar a Mauro Loyo, quien no me quiso ver ni escuchar. Yo ya no podré hacer deporte, que era mi vida, pero hablo con la esperanza de que lo que me hicieron a mí, por abandono del paciente, no se lo hagan a otros. Y es que los pacientes no tenemos derechos. Esa es mi lucha, tratar de que alguien se dé cuenta de que los pacientes no tenemos derechos."

Es la voz de José Espinoza, quien azorado relata cómo "una decisión de cinco minutos", la de operarse, le propinó un vuelco radical a su vida.

Ha hablado con decenas de doctores mexicanos y extranjeros. No sabe, confiesa, donde fijar sus ilusiones futuras, pues los últimos cuatro años de su vida han transcurrido en consultorios y hospitales, bajo y de frente a máquinas de Rayos-X, entre médicos y enfermeras, acudiendo a fisioterapia o realizando ejercicios de rehabilitación.

"¡Qué coraje!", dice al tiempo que exhibe sus álbumes de fotografías. Ahí se le mira en chamarra de cuero, en aquel viaje que hizo a Centroamérica en motocicleta. O con su camisola empapada de sudor, cuando el maratón de París y a la semana siguiente el de Londres, justo cinco meses antes de ser intervenido quirúrgicamente.

La operación que le hizo el doctor Loyo en el The American British Cowdray Medical Center (Hospital ABC) en septiembre de 1997 consistió en retirarle dos discos de la parte baja de la columna vertebral. Tenía hernia discal. Y en la intervención quirúrgica que le practicaron en San Antonio le fijaron las vértebras de la misma zona con tornillos y barras.

La "historia de terror", como la define José Espinoza, tuvo su génesis el 29 de julio de 1997, cuando el paciente acudió por vez primera al consultorio de Mauro Loyo, en el prestigiado Hospital ABC. Expuso ante el médico dolores y adormecimiento de la pierna derecha.

Nueve días después José Espinoza regresó al consultorio de Loyo. El médico explicó que se evidenciaban cambios degenerativos en su columna vertebral. Y recomendó al paciente que se sometiera a una cirugía para aliviar el mal.



La operación

José Espinoza yacía en el quirófano un mes después de la primera consulta. No solicitó un segundo diagnóstico ni se practicó otros estudios. Simplemente confió en el médico y decidió operarse. Entró al ABC el 1 de septiembre de 1997 y para el 5 del mismo mes ya estaba en casa.

Los siguientes seis meses son recordados por el paciente como una pesadilla nebulosa. Apenas y quiere traer a la memoria los dolores aquellos. Al rememorar se le dibuja en el rostro el sufrimiento de entonces. "El doctor Loyo sólo me decía que eran dolores normales. Pasaron meses y para Loyo todo era normal. Para mí no. El dolor me consumía. Por eso empecé a acudir a otros médicos, a medicina alternativa, a quiroprácticos".

El paciente narra que cuando el dolor se tornó crónico buscó obtener una explicación del médico. No lo logró. No le tomaba las llamadas telefónicas. Ante el desinterés acudió a decenas de doctores e instituciones médicas en México y Estados Unidos. Optó por terapias alternativas: quiropráctica, acupuntura, osteopatía, método Alexander, psicología, bloqueos y como última opción acudió a la Clínica del Dolor. Todo ello entre 1998 y 2000.

En el inter logró que en el consultorio de Mauro Loyo le dieran una cita. Pero no con él, sino con uno de sus colegas, el doctor Guy Gilbert Broc Haro, quien participó en la intervención quirúrgica que se le practicó ahí mismo, en el ABC. Fue entonces cuando se enteró que Mauro Loyo había sido nombrado, desde diciembre de 1998, secretario de Salud del gobierno de Veracruz. Ahora Broc atendería sus asuntos.

Así fue que en enero de 1999 el doctor Broc recibió a José Espinoza.

Según se lee en la demanda que Loyo interpuso contra Espinoza ante un juez de lo civil, Broc no encontró padecimiento neurológico alguno y le habría dicho al paciente que su dolor se debía seguramente a la desviación de su columna vertebral, mal que lo aquejaba desde los 19 años. No obstante, Broc recomendó al enfermo que se practicara Rayos-X dinámicos. Espinoza no regresó, se dice en la demanda.

El paciente relata que para la cita con Broc había ya recopilado una buena cantidad de diagnósticos elaborados por médicos nacionales. Éstos le refirieron que no debió haberse operado, argumentando que en casos de hernia discal como la suya lo aconsejable era someterse a un tratamiento de fisioterapia o ejercicios especiales antes de recomendar una intervención quirúrgica. También recuerda que Broc le sugirió operarse de nuevo para que le fijaran la columna.

Espinoza ya no creyó en Broc, socio de Loyo, y llevó su peregrinar médico al extranjero. Se fue a Estados Unidos con su dolor a cuestas.



La segunda operación

Visitó al menos una docena de centros de salud especializados en asuntos de la columna vertebral. Recorrió hospitales en Boston, Los Ángeles, Minnesota y Texas.

En la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota) la más prestigiada en neurocirugía y ortopedia según diversas revistas especializadas le ofrecieron un diagnóstico que hasta esa fecha le pareció el más confiable. Pero también sumamente costoso: la operación lo haría desembolsar 88 mil dólares más 4 mil dólares de depósito.

Ahí, el doctor Mark B. Dekutoski entregó a Espinoza un análisis médico donde le recomendaba fijar mediante tornillos las vértebras de la zona de la columna antes operadas por Mauro Loyo. La intervención quirúrgica consistiría en abrir el tórax por la parte frontal, vaciar la cavidad, y luego instalar las pinzas metálicas en la parte donde le fueron extirpados los discos.

"Como mencioné en nuestra evaluación, siento que usted tiene una discopatía y cambios degenerativos acelerados a través de los segmentos donde fueron realizadas sus disectomías en L4 y L5. En situaciones como la suya, donde han fallado los tratamientos no operatorios por más de dos años (tres en su caso), lo más razonable a considerar es la fusión para mejorar sus síntomas."

Lo anterior se lee en el documento enviado por Dekutoski a Espinoza, el 20 de julio de 2000.

No obstante, el enfermo se fue a San Antonio, donde finalmente decidiría hacerse la segunda cirugía. Llegó el 28 de agosto de 2000 y fue operado de los niveles L4-L5 y L5-S1. La misma zona de la columna vertebral baja donde fue intervenido quirúrgicamente casi cuatro años antes por el doctor Loyo. Además de un implante de disco de hueso iliaco, se le fijó la columna con tornillos y barras (sistema omega). Fue entonces cuando el médico que realizó la cirugía le reveló que incluso había encontrado restos de los discos antes extirpados por Loyo.



El regreso

Ya en México, José Espinoza decidió volver a buscar a Mauro Loyo. Las referencias de Vicente Fox acerca de la libertad de expresión lo motivaron a actuar. Pensó en ese momento que en este país las cosas estaban cambiando. Así fue que con montones de diagnósticos médicos nacionales y extranjeros bajo el brazo, resolvió exigir una explicación al médico al que confió su salud en septiembre del 97.

Lo llamó telefónicamente de manera insistente. No hubo respuesta. Y de ahí el trajinar por recuperar su salud se convirtió en una búsqueda de justicia. Recurrió a la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed) que resolvió en su contra argumentando que sólo valían las denuncias presentadas dos años después de prestado el servicio médico; acudió a la CNDH que le respondió con argumentos similares a los de la Conamed; contó su historia en algunos medios locales de Veracruz y ante un noticiero de televisión. Envío el 15 de mayo de 2001 una carta al presidente Fox pidiendo se atendiera su caso. Un día más tarde mandó una misiva a la Organización Mundial de la Salud exponiendo su drama.

Y nada. Puertas cerradas. Respuestas negativas. Silencios.



La demanda

Lo que sí recibió fue una demanda por un millón de dólares y la petición de que los medios informativos que le han dado voz desmientan su versión.

En el recurso interpuesto ante un juez de lo civil, el 10 de agosto de 2001, el neurocirujano dice que el paciente le causó un daño moral que lastimó sus "sentimientos, afectos, creencias, decoro, honor, reputación, vida privada, y en la consideración que de sí mismo tienen los demás y ha puesto en duda su prestigio y capacidad profesional, al imputarle el demandado sin fundamento de manera directa una conducta ilícita y negligente en el ejercicio de su actividad profesional..."

Para sustentar su demanda, el abogado de Mauro Loyo entregó al juez más de 750 fojas que presuntamente prueban el daño moral infringido a su cliente. El médico dice que el paciente miente, que sólo quiere dinero y que pretende ensuciar su imagen.

Hoy, José Espinoza solicita, al menos, enfrentar un juicio justo. Pero recalca que va a dar la batalla para que algún día los pacientes tengan derechos que los protejan de las negligencias médicas. Y para que no se repitan "historias de terror" como la que él vive.

"Si enfrento un juicio justo, gano. Hubo abandono de paciente, eso es claro", clama.



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