Xenofobia, sinónimo de "nacionalismo"
HERMOSILLO, Son. En los inicios del siglo XX se quintuplicó en el estado la población china, pero también las campañas adversas: "Contra la minoría china: identificación y expulsión", rezaba un lema. Al respecto, un especialista dice que en esa época la xenofobia era el "elemento constitutivo del nacionalismo mexicano" De ahí, quien después sería bien conocido en Hermosillo como el "chino Abelardo", propietario de un concurrido restaurante en la colonia Casablanca (al que acudían políticos, jefes policiacos y militares, y personajes de la farándula local), encontró refugio "en la casa de unos compadres, quienes lo ayudaron a disfrazarse relata doña Francisca para después llevarlo a la hacienda La Pomona, por El Desemboque, que pertenecía a la familia Sau". Tres años se la pasó huyendo el "chino Abelardo": "Mi mamá tenía cochis (puercos) y gallinas, y lavaba ajeno; de eso vivimos mientras anduvo prófugo. El problema como que se calmó algún tiempo después de que entró de presidente Lázaro Cárdenas, y mi papá volvió para abrir este restaurante, por 1940 o algo así". Este es un aspecto del corolario de casi cuatro lustros de campaña alentada por el callismo, cuyo "programa", escribe Ignacio Almada Bay, "tenía un filo demoledor que reza así: contra el abigeato y el contrabando: tiros, policía y cárcel; contra el alcohol, prohibición del consumo y cacería de vinatas; contra la minoría china, identificación y expulsión..." ("Revista de El Colegio de Sonora" 5, p. 136). En 1911, Plutarco Elías Calles aparece ya como secretario del Club Democrático Sonorense, "en cuyo programa destacaba la demanda de prohibir la inmigración antichina", de acuerdo con José Luis Gómez Izquierdo ("El movimiento antichino...", p. 97) "En todo momento prosigue se podía encontrar cierta cantidad de chinos que trabajaban como cocineros, empleados domésticos y choferes, sobre todo para familias estadounidenses que vivían en ciudades mineras. Algunos otros se contrataban como peones o jornaleros, aunque la inmensa mayoría emprendía pequeños negocios propios o trabajaba como socios o empleados de sus compatriotas." Aunque pocos reunieron capitales significativos, ricos y pobres "controlaban el comercio de alimentos, telas y ropa y mercancías de consumo general. Los dos grupos mantenían una relación estrecha y dependiente, y las compañías importantes actuaban como proveedores y distribuidores" (p. 195). De pueblo en pueblo, ciudad por ciudad, fueron esparciéndose por Sonora con sus modestos capitales (algunos formados con los ahorros de años de semiesclavitud en minas, campos y obras del ferrocarril), relacionándose eventualmente con inversionistas de otras nacionalidades que les concesionaban la operación de comedores y tiendas de raya de algunas empresas mineras. Durante la primera década del siglo XX, la población de residentes chinos se multiplicó. De acuerdo con el censo de 1910 año del estallido revolucionario había en México 13 mil 203 chinos (y 80 mujeres). En Sonora se quintuplicó, al aumentar a 4 mil 486 hombres y 37 mujeres, y estaba distribuida de manera predominante en los municipios de Cananea, Álamos, Altar, Arizpe, Guaymas, Hermosillo, Magdalena (hoy de Kino), Sahuaripa y Ures. "Contra la opinión de los antichinos, más que desplazar casas ya establecidas, los chinos tuvieron la habilidad de dar satisfacción a un mercado interno en expansión, vinculado a la producción minera, la construcción de ferrocarriles y el crecimiento de los centros urbanos. En este sentido, la actividad de los chinos fue un factor más en el proceso de diversificación de la economía de los estados fronterizos. Por eso mismo atrajo para sí las fobias y la animadversión de las clases trabajadoras y de los comerciantes locales", enfoca José Luis Gómez Izquierdo ("El movimiento antichino...", p. 79). El autor Gómez Izquierdo identifica la xenofobia de esa época como el "elemento constitutivo del nacionalismo mexicano". Sostiene que "la búsqueda de la identidad nacional emprendida por la Revolución encontró en las pulsiones xenofóbicas, existentes desde tiempo atrás, un elemento determinante: repudiando a los extranjeros nos descubríamos como mexicanos" ("El movimiento antichino...", pp. 84-85). Tras la revisión de un altero de expedientes de los archivos General del Estado de Sonora y General de la Nación sobre reclamaciones diplomáticas de China a los sucesivos gobiernos mexicanos y de comerciantes chinos contra jefes revolucionarios, se infiere que los diversos grupos de poder confrontados en la revolución expropiaron capitales chinos para su causa. Acerca de este prolongado episodio, la "Historia General de Sonora" (tomo IV) documenta más de 100 asesinatos contra chinos cometidos en territorio sonorense por diversos grupos revolucionarios, para en seguida advertir que como "era preciso alimentar y suministrar provisiones a los distintos ejércitos y columnas revolucionarios que salían y entraban en Sonora", "en gran medida, las tiendas chinas satisfacían sus necesidades, sin lugar a dudas no siempre lo hacían voluntariamente y no siempre recibían la recompensa adecuada, en caso de que recibieran alguna recompensa. Con frecuencia, los soldados revolucionarios se limitaban a saquear y despojar las tiendas chinas..." (p. 203). Los inquisidores antichinos retuvieron en sus memorias, como un acto patriótico, la matanza del 15 de mayo de 1911: fuerzas maderistas ocuparon Torreón y cuando se disponían a tomar el dinero del banco chino, dos empleados armados les hicieron frente. Después de matar a éstos y a otros que había en el lugar, la tropa recorrió la ciudad en busca de chinos: al final, 303 habían caído a tiros o bajo el filo del sable. Sólo en Cananea, que era la ciudad más importante del estado gracias a la minería, había 40 negocios de chinos, y no obstante el saqueo de que éstos fueron objeto, entre 1917 y 1920 "los empresarios chinos crearon cerca de 80 sociedades mercantiles", lo cual, por lo demás, "no significa una prosperidad continua...; antes al contrario, su ubicua intrusión en la economía sonorense implicaba una gran visibilidad, contacto diario con una gran cantidad de mexicanos respecto de tratos relacionados con los aspectos esenciales de la sobrevivencia y un constante recordatorio para los trabajadores y pobres mexicanos en lucha de hasta qué punto los extranjeros controlaban sus vidas" (p. 205). Es decir, conforme consolidaban su poder los grupos revolucionarios y se evidenciaba su incompetencia para paliar la pobreza de la mayoría, los chinos se hacían más visibles. El de "1915 es el año más violento del siglo en la historia sonorense, cuando se registran los sitios que duran un semestre o meses en Navojoa, Naco y Agua Prieta; es cuando ocurren batallas de miles contra miles con centenares de bajas en un solo día como en abril en Navojoa y en noviembre en Hermosillo y alrededores; es cuando los mayor de Totoligoqui y Bachomo y los yaquis de Sibalaume ponen en pie de guerra por sus fueros a los indios del noroeste (...) es cuando ante la carestía, la furia popular va contra los chinos (...) es el año del hambre" y "hasta los elementos están en contra", pues ese año "abre con los estragos de la más grande creciente del siglo y cierra con un crudo invierno, en medio de la viruela negra" (pp. 135-136), refiere Ignacio Almada Bay en "Propietarios y campesinos al son del Leviatán" ("Revista de El Colegio de Sonora" 5). Un año más tarde, la campaña antichina da su primer producto formal. Es un manifiesto redactado al cabo de una reunión de comerciantes en Magdalena (el 5 de febrero de 1916), donde aluden a "los males que a nuestra juventud está acarreando el comercio asiático"; al supuesto "fraude en pesas, en medidas, en calidad y en todo, ya sustrayendo o ya adulterando cuanto artículo de comercio maneja"; y a su frugalidad "hasta la exageración", la cual "los hace encontrar su alimentación en los desperdicios de sus tiendas, si así pueden llamarse con grave lesión de la salubridad pública esos establecimientos en que trafican". Los encabezaba (y líderó hasta 1919) José María Arana, presidente municipal de Magdalena y activo profesor de primaria y comerciante; en virtud de los males que según ellos provenían de la presencia china, resolvieron "que es llegado el momento de hacer un esfuerzo a fin de extirpar de nuestro seno está clase de individuos", para lo cual fundaron la Junta Comercial y de Hombres de Negocios, con Francisco C. López como presidente. Entre los objetivos de ésta, el segundo se propone: "Ejercitar todos los medios que la ley pone en nuestras manos para procurar la extinción del comerciante asiático". Presumiblemente, el manifiesto circuló por los municipios sonorenses y llegó a Sinaloa, Baja California, Chihuahua, Coahuila, Durango, Tamaulipas y otros estados, incluyendo Oaxaca y Chiapas. Entonces, cundieron por el país las organizaciones que soportarían la campaña antichina. Sus denominaciones muestran su carácter xenófobo. Por caso, Junta de Proteccionismo Nacional (Caborca), Unión Fraternal de Trabajadores Asalariados (Cananea) o Junta Central Nacionalista en Defensa de la Raza (Culiacán). Explica Gómez Izquierdo que "el caso de Sonora ilustra este fenómeno. El movimiento antichino se desarrolló allí con mucha fuerza. En 1916 concentraba la mayor parte de la población china residente en México. Los antichinos se organizaron para dotar a su movimiento de una estructura partidaria que, dentro de la legalidad, luchara contra la preponderancia de los chinos ... José María Arana... fundó y dirigió las primeras ligas nacionalistas antichinas, que tuvieron en el gobierno del estado su principal aliado. Siendo gobernador Plutarco Elías Calles se integraron la Ley Orgánica del Gobierno y Administración del Estado dos artículos que disponían la creación de los barrios para chinos donde se les segregaría del resto de la población" ("El movimiento antichino...", p. 99).
Su habilidad atrajo fobias
Los inmigrantes del Lejano Oriente se hicieron más visibles conforme los grupos revolucionarios mexicanos consolidaban su poder y se evidenciaba su incompetencia para paliar la pobreza de la mayoría Con su joven espíritu de 13 años, Francisca Juanz Alvarado no comprendía. Hoy, a los 81, la acosan imágenes de esos tiempos aún indescifrables: "De niños, a mis hermanos y a mí, nuestros padres no nos permitían ir a ninguna parte. Pero en una de mis pocas salidas me veo rumbo al escuela, encontrándome con un muro donde aparece un dibujo grande que representa a un chino con dientes enormes, gorro y coleta, que está comiendo ratas. Antes había oído que pagaban 10 pesos de gratificación a quien denunciara a un chino. ¡Se sentía feo, era humillante!" Así vivió hasta el día (de 1934) que "vinieron a avisarle a mi mamá que estaban atrapando a los chinos para expulsarlos". Peligraba su padre, el cantonés Abelardo Juanz Ley: "Trabajaba en Juan Gay y Compañía, una tienda frente al mercado municipal. Se salvó por un milagro. El día que los de la campaña fueron al negocio donde trabajaba, se puso detrás de la puerta del privado y, como ésta quedó entreabierta, cuando se asomaron no vieron a nadie y se fueron".
Cocineros, sirvientes, choferes
En 1900 había en México 2 mil 319 hombres chinos censados (y 18 mujeres), de los cuales más de la tercera parte (850 hombres, aparte de nueve mujeres) se concentraba en el estado. Gracias a la "Historia General de Sonora" (tomo IV) es posible seguirlos: "Contrario a los propósitos originales de Díaz cuando fomentó por primera vez la inmigración de chinos al norte, que estaba escasamente poblado, pero se desarrollaba con gran rapidez... éstos prefirieron dedicarse al comercio local, trabajando para sí mismos o para compatriotas más adinerados, que trabajar por un salario miserable.
303 chinos asesinados
Tales fobias tomaron un cauce violento en el contexto de la Revolución Mexicana, en parte debido a que, con su propia guerra civil (1911), China dejó en la indefensión (diplomática) a sus ciudadanos asentados en esta parte del planeta, quienes a su vez se dividieron por razones ideológicas.
La furia popular
En Sonora, para 1913, según un cuadro de la "Historia General de Sonora" (tomo IV, p. 204), distribuidos en sus 26 más importantes municipios, funcionaban algo menos que 300 establecimientos chinos en los giros de mercancía general, abarrotes, tela y ropa, restaurante, farmacia, hotelería y fabricación de ropa y calzado.
El aliento de Plutarco
Durante las administraciones estatales de Plutarco Elías Calles (tres periodos entre 1915 y 1919) y Adolfo de la Huerta (dos periodos, entre 1917 y 1920) se alentó desde el poder la campaña con recursos, fuerza pública y un marco legal discriminatorio. La prensa de todo el país hizo su aportación a ese ambiente hostil.





