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Cómo tener un taxi 'pirata' en 20 minutos

Emilio Fernández Román| El Universal
Martes 12 de octubre de 2004
Un vehículo, no importa modelo, marca ni estado mécanico, y 45 pesos para un copete y un letrero de libre, bastan para ser taxista en el Estado de México

Nezahualcóyotl, Méx.- "¡Taxi! ¡Taxi!", fue el grito que se escuchó. El auto se detuvo y ella subió. "A la Tepozanes, por favor", ordenó. La prisa le impidió revisar la unidad que abordó, un taxi pirata tripulado por un chofer pirata : yo.

Todos pueden ser piratas en el Estado de México. No hay que tener una pata de palo, ni colocarse un parche en el ojo, ni tener cara de malo, como diría Joaquín Sabina.

Sólo se necesita un auto, no importa el modelo ni el color, mucho menos las condiciones mecánicas en las que se encuentre y tampoco si tiene concesión.

Eso hizo este reportero. Durante algunas horas se convirtió en taxista tolerado y comprobó la impunidad que impera en materia de transporte.

Convertí mi auto particular en uno de servicio público. En la avenida Texcoco compré los accesorios básicos para la transformación.

Un copete de 25 pesos que dice "TAXI" y un letrero de dos caras de "LIBRE" y "OCUPADO" de 20 pesos.

Con cinta adhesiva fijé el copete en el toldo de mi Spirit gris. El letrero de "LIBRE" quedó adherido en el lado derecho del parabrisas.

Mi unidad estaba lista para salir a trabajar. En un dos por tres se convirtió en una más de las miles que circulan en el Estado de México sin concesión.

Otra irregularidad más: el chofer del vehículo no traía consigo licencia de conducir.

El auto con placas del Distrito Federal se enfiló hacia las principales avenidas de Neza en busca de pasaje.

No pasó mucho tiempo para encontrar al primer cliente del día. Frente al palacio municipal un empleado del ayuntamiento me hizo la parada.

"Al Registro Civil de Golondrinas", fue la instrucción que me dio. Sólo de unas cuantas calles fue el trayecto.

Cuánto le cobran, pregunté.

Diez pesos, contestó.

Está bien, que sean 10 pesos, concluí la negociación.

Sin rumbo fijo circulé durante algunos minutos.

En la avenida Madrugada un "¡Taxi! ¡Taxi!" hizo que me detuviera. La mujer apresurada abrió la puerta trasera y se acomodó en el asiento.

"A Tepozanes, por favor", ordenó. Se le había hecho tarde para el trabajo pero antes tenía que pasar a ver a su esposo para que le entregara unos papeles, contó al chofer desconocido.

¿Acostumbra usar taxis pirata ?, pregunté para seguir la plática.

De los que sean, a estas alturas ya no importa, respondió.

Pero, ¿no es peligroso?, inquirí.

Pues sí pero qué le va a hacer uno, siempre hay peligro, atajó.

En la avenida Carmelo Pérez se subió el tercer pasajero del día. "A Juan Colorado por la Cuarta", ordenó.

Sobre la Cuarta Avenida di la vuelta en "u" frente al nuevo centro comercial y ahí me esperaban otras pasajeras.

"Al mercado de Madrugada por la Villada, por favor", me indicaron las dos mujeres que se sentaron en la parte trasera.

Cerca de este punto se encuentra la delegación regional de Transporte Terrestre, sobre la avenida Carmelo Pérez. Hacia allá me dirigí. Pasé con mi unidad recién convertida en pirata por ese lugar para llamar la atención.

Me detuve por unos instantes frente al edificio y la presencia de mi vehículo con placas del Distrito Federal, color gris, con el copete colocado con cinta adhesiva, pasó inadvertida.

Lo mismo sucedió cuando circulé frente a las oficinas de Tránsito estatal en la avenida Sor Juana Inés de la Cruz, casi esquina con la Cuarta Avenida.

Otra vez transité por la avenida Madrugada, acompañado atrás y adelante por otros conductores que en unidades desvencijadas o alguna de reciente modelo buscaban usuarios que transportar.

En la López Mateos subió otro hombre que bajó 10 cuadras adelante. Antes de darme los 10 pesos por el servicio tuvo tiempo para quejarse de que los otros conductores cobran lo que quieren y "ninguna autoridad hace algo por remediar esa situación".

Enseguida otra mujer abordó la unidad. A la Riva Palacio fue el servicio. Sin que yo le preguntara cuánto le cobraban los demás, sacó un billete de 20 pesos y me los entregó antes de bajarse.

En la avenida Madrugada un estudiante de la ENEP Aragón fue el siguiente pasajero.

Terminó la jornada sin que nadie se preocupara de que circulara sin concesión y sin licencia.

Al otro día el tripulante del Spirit gris, modelo 1993, con placas del Distrito Federal y copete de 25 pesos colocado con cinta adhesiva, tuvo dolores en la cadera, en la espalda y donde termina ésta.



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